del vacío espacial nació la eternidad

Enfundada en el guante (de celeste satén),
la ilusión, posada en cada poro de su mano
rebuscó en la barriga del saco
(de ropa; con soles y lunas tatuado).



Seduciendo Manuel, hechizando,
siendo a la vez arlequín y mago.
Su dulzura atraía, penetraba,
incitaba la calidez de su mirada,
embrujando con la naturaleza
del mayor de los influjos
tenía a los invitados entusiasmados.



Diezmando a la pasiva seriedad,
Manuel rebuscó, extrajo del saco un cero
adornado, con confitadas cerezas
y de mermelada fragante recubierto.


Desde la pegajosa redondez del aro,
una estirada gota pringosa,
patinó despojándose del número metálico;
y con un agradable y sonoro chapoteo,
estuvieron untados sus largos dedos.
Los cuales cosquilleaban,
mimaban a las margaritas.
Acariciando desnudos
el verdoso esplendor
la fresca textura de una hierba
aliñada con hojas y ramas,
exenta de enredos.

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A Manuel no le importaba
decir tonterias,
restar importancias,
disfrazarse,
saltar o tropezar.
No le importaba
maullar como un gato,
ladrar como un perro,
aletear como un ave
o rugir como un león fiero.
A Manuel, no le importaba
parecer un niño malhumorado,
caprichoso o malcriado,
aparentar ser
un sigiloso ladrón,
un policia, un vagabundo
o el más loco entre los locos

en un mundo de cuerdos.

Conseguía hacer entender
extrapolando, interpretando
con la suma de una llana variedad,
sin recortes ni rebordes.
Lograba, con la sutileza hecha gracia
la de su introspección,
dar a conocer los precisos vibrados,
balanceando, meciendose
y sin ofender.
Él sabía,
confabular a las fantasías
hermanarlas, con realidades cabales.
Mostraba sapiencias
entre payasadas animales
e irrisorias incongruencias.



A Manuel le agradaba
resumir mil episodios
en la complejidad de la simpleza;
penetrar y sublimar con carcajadas.
Reírse haciendo camino,
cargando con ciento y un mil propositos
erradicar ataduras
y como no! a los despropositos.



Él, tenía clara una formula:
ahondando en el niño
(que a pesar de los años)
vivía en cualquiera,
podía ser capaz de regalar
mundos sin interrogantes
donde la tristeza se desvaneciera
mundos dinámicos, alegres,
rebosantes de soluciones,
pletóricos por su grandeza.

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Ojeando al estimado público,
Manuel repasó indumentarias, rostros y gestos,
auspiciado por la dedicación y la psicología,
crecida desde la paciencia tenida
en el pasar de su vida sobre los escenarios.


Zigzagueando su vista
por entre los niños,
hombres y mujeres presentes,
le procuró una atención especial,
un anciano de la tercera fila,
de cuerpo pequeño y tez blanquecina,
por su enorme gorro de lana negra,
con borla encarnada,
en el centro de su alto; bien arriba.
Situó Manuel su vejez
en la proximidad de los ochenta,
ese estado relajado, acomodado
así lo denotaba.


Con un ademán de su cabeza
y a su vez de uno de sus brazos,
acompañado de un -atrévase!
invito al anciano a aproximarse,
preguntando...

-¿le apetece viajar conmigo?
Venga, animese a penetrar y disfrutar
poseido, dentro del valor de la nada,
formaremos parte de un ecosistema
sólamente compuesto de equidistancias.

El anciano se acerco, su semblante sonriente delataba, que estaba complacido con la idea.


Manuel, pasó su lengua por el interior del aro,
limpió cuidadosamente la superficie,
la cual debiera ser translúcida,
visible de invisibilidad,
condensación de nada;
y que estaba y fue engalanada
con el chorrear de la mermelada.


Tras esto, situó los índices de sus manos
en los extremos opuestos
del manejable y dúctil metal
y estirando,
agrandó el interno habitaculo del número; del cero,
de esta forma habilitando
a la más primitiva cueva de las cuevas,
escondida dentro del hueco.
De la transparente apariencia de nada y vacío
instauró un lugar donde situarse ambos; él y el anciano.


Su actuar era seguido por un gentío espectante,

de un público especulando

al respecto de una razón para esa propuesta.
Preguntándose para si mismos,

si sería Manuel el artífice de una ilusión

o les mostraría alguna realidad pasajera.


Agarrando la mano del anciano,
sacó de uno de sus bolsillos
un sedoso e inmenso pañuelo,
(de un tornaselado brillante exagerado).
Cubrió la cabeza y el cuerpo
suyo y de su acompañante.
le pregunto, al fin, por su nombre
y al oírlo, le dijo a voz en grito...

-Sebastián, ahora brincaremos dentro del aro

y desapareceremos 

dentro del vacío de este magnífico cero.

Convirtiéndonos en el todo cabido,

siendo invisibles,

sólo, que es mucho,

energético espacio.
Como esencia vital, primordial; ahora investigaremos.
Pasaremos a un hogar, donde la escala numerativa ni la clasificación, ni los roles existen. Donde las figuras, las geometrías, sin cesar se alternan.
Flotaremos como globos,
ausentes de cordones e hilos imposibilitadores,
mejoraremos nuestra gravedad,
consiguiendo la libertad,

habida también,
en los estados ingravidose insustanciales;
fluiremos, como pura efervescencia de la creación.


....y sin pensarlo, convencidos del poder contenido en ese brinco....saltaron desintegrándose......casi al instante, se oyeron en la transparencia del espacio destetado.....el aplauso de unas risas.