Dormida entre mis brazos

RICARDO V

A la lumbre de cien velas encendidas

con sus llamas centelleando nerviosas

en la tranquilidad de una noche fría,

nos dormimos y envolvemos emociones

que colmamos con el alma de caricias

mientras llenan nuestras sombras los rincones

en un baile donde no existe la prisa.

 

Ese silencio nos susurra entregado

que no hay voces que amenacen el momento

porque el céfiro se duerme en nuestras manos

temblorosas por entregar las caricias

retenidas en la malla de un cedazo

cual ventana de tupida celosía

y hasta el aire lleva aroma enamorado.

 

Ahora te encuentras sobre mi hombro y dormida

en el sueño relajado del que espera

y te siento respirar y tu mejilla

ha hecho el nido de una dulce cenicienta

y te has marchado en la noche de los días

con tus ojos apagados de tormentas

que en su despertar serán como poesías.

 

Con las ganas por amarte en mi regazo

he cubierto los caminos, cielo y mares,

te he encontrado y he caído derrotado

al calor de hogar venido de tu cuerpo,

y en tus lágrimas después de haber llorado

tengo una flor mirando desde un florero

a otra flor aún más hermosa entre mis brazos.

 

Miro tu cara con una mirada infinita,

siento tu corazón palpitar en cortos pasos,

la malaventura hoy es como la gris ceniza

que el viento de este sentimiento mandó al espacio,

te abrazo en las sombras de cien velas encendidas

pensando que mi espera por fin se ha terminado

y que cuando despiertes serás ya toda mía.

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