ESPÍRITU OTOÑIZO

Ángel Alberto Cuesta Martín

ESPÍRITU OTOÑIZO

 

 

Gotas amarillas

se esparcen en la vereda.

Vegetal mantilla

que el otoño aligera.

 

Gélida brisa

acunada de esplín

acomoda y acomoda sin prisa

el verdor muerto, que otrora vi.

 

Y el árbol, así,

preso de su desnudez

no quiso ser alguacil

ni ave, ni perro, ni pez.

 

La creación toda clama

la esencia de su nacer.

Será árbol, y sólo árbol

¡Otra cosa no quiere ser!

 

Ya no cobija las aves,

ya no sombrea al perro,

en su visita diaria, sufre pero sabe

de esperanza y de consuelos.

 

No lo mortifican

las disciplinas humanas,

ni lo baña la disconforme avaricia.

Dichoso es con sus ramas.

 

Tiene la pena,

sufre la soledad del amor.

Ni un pájaro hoy queda . . .

¿Quién no tiene una pena? - ¿Quién no?

 

Pero sigue atento,

vigía alerta, deshojado  pabellón,

cuando despierte el renuevo

el dice primero ¡Aquí estoy!

 

Y a pesar del crujir otoñizo

de su alma de viva madera,

el clima  acerbo y estadizo

no lo doblega en su faena.

 

No lo vence el sufrimiento

No . . . No . . . No . . .

No lo vence el dolor

No . . . No . . . No . . .

Aún cuando está desfalleciendo,

por ser fiel a los planes de Dios.

 

Ángel Alberto Cuesta Martín.

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