En cada oportunidad que se presente estaré con ustedes
Mientras haya vida habrá poesía
Nuestra compañía comenzó como una aventura, un juego de dos adultos frustrados y tres jóvenes rebeldes pero talentosos ansiosos de emociones al recorrer el mundo que un buen día se conocieron, se trataron y urdieron un plan, los primeros porque ya nadie dependía de ellos y los segundos porque no queríamos depender de nadie, los adultos comúnmente son serios y estables, pero los que he mencionado demostraron inquietudes e ilusiones infantiles por lo que en poco tiempo y por muchos años resultaron ser los padres, los hermanos y los amigos con los que cualquier adolescente sueña, bajo su custodia y dirección nosotros, jóvenes inexpertos pudimos no solamente sobrevivir a la vida que escogimos sino también alcanzar nuestra madurez sin eliminar nuestra alma traviesa de niño, lo que a continuación narro es un resumen enfocado únicamente a las etapas decisivas de sus protagonista pues ni la memoria ni el papel son suficientes para recordar la vida de cinco seres humanos limitados por su tiempo y entendimiento ante fenómenos que otros consideran exageraciones de gente fantasiosa o perturbada.
Nuestra compañía comenzó con la fuga de éstos jóvenes y adultos, los cinco dejamos nuestra ciudad natal en una camioneta vieja, armados con atuendos y herramientas propias de los oficios que pretendíamos realizar para ganarnos la vida: Irene era una bailarina nata, graciosa y bella, capaz de imitar los pasos más complicados al primer intento con solo observarlos, podía interpretar cualquier tipo de baile, folklórico o moderno, exótico o clásico y para la aventura se había adueñado de varios atuendo prestados que obviamente ya no devolvería, Maurini el mago era hábil con las manos y buen matemático, su agilidad mental era asombrosa, le gustaba el aire libre y su amor incipiente hacia a Irene era obvio desde antes de fugarnos, sus utensilios constaban de pañuelos, juegos de barajas, botes de distintos tamaños, etc., yo no era tan hermosa como Irene, pero sí esbelta y simpática, mi función era de equilibrista y malabarista para lo cual llevaba un pequeño surtido de pelotas, incluyendo una muy grande para equilibrarme, la gran Paula era una corpulenta cuarentona, dulce y bromista, a veces explosiva pero siempre diligente, dueña de cuatro perros falderos a los cuales había enseñado varios trucos y por último Barrilito era un cincuentón, ni guapo ni feo pero poseedor de un carisma contagioso, le gustaba hacer reír, imitar y bailar, debido a ello muy difícilmente llegaba a enojarse o desesperarse, él era bajito y robusto, con unos ojos traviesos y boca inquieta en constante retahíla de anécdotas y chistes, así nuestro circo ambulante constaba de una bailarina, una equilibrista, un mago, una entrenadora de perros y un payaso, al principio, como todo fue difícil pues nos presentábamos en la calle o en las plazas, con escaso material y sujetos a las variaciones del clima, a veces reprendidos por autoridades que gracias al carisma y humor de Barrilito, a la coquetería de Irene y la audacia de Maurini podíamos sortear con éxito, también era complicaciones muchas veces conseguir agua para asearse y asear nuestros atuendos o días en que a pesar de nuestros esfuerzos la gente se mostraba apática y no tenían o no querían premiar nuestras presentaciones, pero eran gajes del oficio al escoger nuestro destinos, en el caso de la gran Paula y Barrilito era desprenderse de una vida regida siempre por el deber y la sociedad por lo que nuestras carencias se compensaban con la energía de los jóvenes y la experiencia de los mayores; así tuvimos momentos de tristeza pero también de mucha alegría, conocimos lugares y gente, aprendimos trucos nuevos, los intercalábamos, interpretábamos breves sátiras y comedia, variábamos las presentaciones y aunque a veces soñábamos con una vistosa y moderna carpa la vida que llevábamos a pesar de sus riesgos nos gustaba y nuestro público poco a poco nos fue conociendo y aceptando, nunca fuimos muchos, nunca quisimos formar una gran compañía que implicara trámites engorrosos y nos impidiera movernos a nuestro antojo, de hecho la bruja del mar fue la primera en unirse, luego un mecánico llamado Diego y por último un enano cuyo nombre era Guido .
A la primera la encontramos en un pequeño pueblo rumbo a la capital, se quedó después de presenciar nuestra función y nos preguntó si podía unirse a nosotros pues podía hacer trucos con el agua, ella era una mujer ya mayor, incluso más que Barrilito, aún así era difícil determinar su edad aunque a simple vista se podía deducir que de joven debió haber sido muy guapa y a pesar de su aspecto frágil demostró temple serenidad a toda prueba su aspecto era peculiar: albina, delgada y correosa, el rostro lleno de finas arrugas, el cabello recogido en un chongo alto pero sobre todo su porte elegante y espigado, no quisimos ser groseros y rechazarla al momento por lo que preferimos pedirle que nos mostrara alguno de sus trucos, ella nos llevó a su casa, bastante modesta, compartió con nosotros algunas frutas mientras en la única mesa de la pieza colocó una jarra de cristal con agua, y después de deslizar repetidas veces su mano por los bordes y pronunciar en voz baja unas palabras “mágicas” el agua comenzó a bullir como si hirviera, luego abrió y cerró los dedos por encima de la superficie simulando absorberla o pellizcarla presenciamos sorprendidos formarse en el centro una fuentecita de agua, no había ningún aparato en ella ni habíamos visto que el agua fuera tratada de manera especial por lo que el chorrito en la jarra aunque sencillo era asombroso, le preguntamos cómo lograba hacer eso y nos contestó que de niña creció cerca de una laguna y ahí fue descubriendo sus habilidades pero las conservó en secreto ya que por su aspecto siempre fue objeto de burlas y rechazo, no tuvo amistades duraderas en su pueblo y debido a la pobreza de su familia fue buscar trabajo en la ciudad donde pasó mucho tiempo sirviendo en casas ricas donde aprendió modales y pudo llevar alguna instrucción, fallecidos sus padres y dispersos sus hermanos estuvo en varias ciudades aprendiendo y realizando diversos oficios, nunca formó una familia ni tuvo lazos estrechos con sus parientes aunque siempre los apoyó económicamente, el tiempo pasó y regresó a su pueblo natal y ahora vivía sola de sus ahorros en la casa que fue de sus padres, poseía la capacidad de congelar o evaporar el agua al instante, colorearla, enturbiarla o aclararla y otras alteraciones más pero guardó sus secretos toda la vida esperando un momento oportuno, ahora quería unirse a nosotros ya que deseaba pasar sus últimos años viajando y divirtiéndose con lo que su naturaleza le había dotado, también nos dijo que la podíamos presentarla como la “la bruja de la laguna” pues había nacido en una laguna junto con su hermanito “brujo aire” pero a causa de un descuido ese hermanito se extravío y ella estaba condenada a buscarlo sin poder morir hasta hallarlo; la historia nos pareció fascinante, pues todos inventábamos constantemente orígenes fantásticos para presentarnos, historias que incluso nos creíamos a veces, yo por ejemplo decía provenir de una tribu en los altos de una montaña donde la gente construía sus casas en los árboles y los niños se divertían colgándose y columpiándose en lianas, también solíamos recoger las frutas de los árboles disparándoles con cerbatanas y atrapándolas en el aire evitando así que se magullaran al caer, los muchachos estábamos encantados, pero la gran Paula y Barrilito tenían sus reservas que se desecharon por completo cuando la bruja del mar comenzó a recoger las pocas pertenencias que tenía, para todos sería simplemente “la bruja de la laguna”, nombre que fue modificado a “la bruja del mar” para que sonara, según Barrilito más intrigante.
Esa noche recuerdo que la gran Paula y Barrilito seguían sintiendo cierta desconfianza o temor hacia la recién integrada, pero, cuando ya los jóvenes estuvimos acostados para dormir, los tres adultos se alejaron a platicar, no recuerdo a qué hora regresaron, pero al amanecer cualquier temor había quedado disipado lo cual animó a todo el grupo. La bruja del mar no solamente hacía trucos, también hacía augurios y leía el pasado en un vaso con agua a modo de bola de cristal, siempre se le veía seria por lo que quienes la solicitaban muchas veces acaban convencidos de que lo que les decía era cierto; también nos aconsejaba la ruta a tomar, nos prevenía de cambios en el clima, era experta en localizar aguadas, riachuelos o inclusive tomas de agua corriente, bruja o no se ganó nuestra confianza y cariño, la considerábamos como a una abuela y los adultos la veían como una hermana mayor y en toda discusión ella tenía la última palabra.
Diego apareció en nuestra vida durante una mala racha, la camioneta era vieja y a pesar de los cuidados prodigados por Barrilito debían cambiarse ciertas piezas que ya estaban descontinuadas en el mercado, ése era nuestro único medio de transporte por lo que no teníamos más remedio que indagar en los escasos deshuesaderos por la piezas necesarias, después de mucho buscar logramos por fin conseguir lo necesario, pero no era suficiente, faltaba desarmar y colocar lo cual implicaba también encontrar un mecánico honrado y que estuviera dispuesto a hacer el trabajo para lo cual ninguno de nosotros era apto. Diego estaba trabajando en un taller cuyo dueño casi nos insulta al ver la camioneta, una vez que el tipo se alejó Diego se acercó sigiloso y nos pidió que nos estacionáramos dos calles más adelante y lo esperáramos un rato. Cuando estuvo con nosotros nos confesó que había presenciado nuestra función unos días antes y que siempre le habían gustado los vejestorios, aclarando que hablaba de la camioneta, pues a Barrilito se le había ocurrido darle un codazo a la gran Paula y ésta a su vez a la bruja del mar; en ésa ocasión debimos quedarnos quince días en la ciudad pues el pobre Diego salía de trabajar con las herramientas “prestadas” del taller y desarmó y armó nuestra camioneta encontrando detalles que corregía con ayuda de piezas “sobrantes” del taller, cuando terminó su trabajo creímos que no tendríamos suficiente dinero para pagarle, pero ante nuestra sorpresa dijo que era necesario “probar” la máquina varios kilómetros para asegurarse de que todo hubiera quedado perfecto; recorrimos varias ciudades más y Diego simplemente se quedó participando gustosamente en los espectáculos, también salía a ofrecer sus servicios como mecánico y como reparador de aparatos domésticos, pues decía que si podía arreglar un carro también podía hacerlo con una lavadora, nos confesó además que estaba aburrido de trabajar para un jefe gruñón y de vivir arrimado con hermanos pleitistas por lo que no le dolió dejar su anterior vida.
Pude darme cuenta en poco tiempo que para Diego yo era un motivo más para seguir nuestra existencia nómada, recuerdo que mis números eran lo que él más disfrutaba, al realizarlos yo podía percibir su mirada de admiración y esa admiración, bien condimentada bajo el cielo estrellado, en descampado y a la luz de una hoguera no tardó en florecer como un maravilloso amor que todavía arde en mi ancianidad, supe que Diego había tenido una vida dura: menor de diez hermanos tuvo que trabajar muy joven por lo cual solamente terminó la secundaria, pero tenía una facilidad extraordinaria para reparar aparatos improvisando con lo que tuviera a su alcance, su sueño siempre había sido ser piloto de carreras y cuando por fin pudimos cambiar la vieja camioneta por otra que Diego se encargó de adaptar y modificar s u antojo comprobamos con asombro y también algo de temor cómo su adrenalina se elevaba al conducir conforme la aguja del velocímetro subía, realmente era un as al volante y eso fue un factor decisivo más adelante; pareciera ilógico que un joven tan dinámico pudiera fijarse en una equilibrista ambulante peo así fue, mi concentración y precisión eran algo que lo mantenía absorto en las funciones y mi espíritu libre le hacían querer atajarme y correr conmigo y yo disfruté de esa energía al amarnos, supe que sólo con él podría embullar mi sangre y mis pensamientos, era como deslizarme en una cuerda floja, sobre las nubes y dejarme caer a velocidades impresionantes fragmentándome durante la caída. Por su parte Irene y Maurini eran desde antes una bella pareja, menos tormentosos pero alegres y sensibles, en cuanto a los adultos, era cómico ver que a veces la gran Paula y Barrilito desaparecían de nuestra vista durante un tiempo y regresaban discutiendo a gritos o abrazándose como compadres de cantina, el cabello revuelto y la ropa desarreglada todavía con hierba adherida, la Bruja del mar en cambio siempre permanecía alera, su alegría se reflejaba en sus ojos, brillantes como la luna al reverberar sobre el mar, su sonrisa dulce y su voz siempre modulada nos invitaba a meditación y al descanso después de nuestras rutinas, la última en dormir, vigilaba el campamento cuando ya todos nos retirábamos o alejándose discretamente si alguna pareja daba rienda suelta a su amor, los perros se acomodaban a sus pies y dormitaban mientras o mientras ella permanecía como un faro en el silencio y la quietud con las manos unidas, tan vez orando, rodeada de un aura brillante como su piel, su porte de reina, su seriedad y su ternura fueron desde su integración un pilar en nuestra familia, sus silencios, sus consejos y su presencia fueron en años turbulentos un salvavidas para nuestros temperamentos, puedo asegurar que de no haber estado ella con nosotros nuestra compañía se hubiera disuelto en medio del caos de los años siguientes, pues sólo un ser excepcional era capaz de llegar al sacrificio por quienes ama.
- Autor: Lourdes Aguilar ( Offline)
- Publicado: 9 de septiembre de 2023 a las 14:02
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 7
- Usuarios favoritos de este poema: José Luis Galarza
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