La mirada del silencio

 

 

Olvidamos como permanecemos constantemente
en una vigilia imprecisa.
Desafiando las realidades de la mente.
Impidiendo que el espacio se contraiga.
Olvidamos que el tiempo sufre una dilatación constante.

Algunos se cansan de la ciencia.
Algunos se agotan del arte.
Otros se estremecen por la religión.
Pero todos quedan mirando al horizonte sin nada que decir.
Sin poder manifestar nada en palabras concretas.
El lenguaje pierde su mínimo poder.
La estructura del silencio
se mantiene constantemente misteriosa.

Nada se compara con esa distancia del tiempo.
Nos acostumbramos casi sin proponérnoslo,
a un silencio perpetuo.
A decir palabras que nada dicen.
Como estas mismas palabras, que se interrumpen entre sí,
a falta de un mejor propósito.
Somos presos del silencio del lenguaje.
Del silencio de las palabras muertas.

Y como siempre caemos en las ilusiones,
nos conformarnos pensando
que en todos los rincones del mundo,
se esconde un sentido milagroso.
Que den voz a nuestras palabras.
Que den significado a nuestros silencios ruidosos.
Y que nos permita comunicarnos de una vez,
con el que sea que se cruce en nuestro camino.
De todas nuestras pertenencias,
solo nos queda nuestra mirada.
Esa mirada que analiza con desesperación
cada minúsculo rincón, en busca del sentido.