Estructura poética edificada
epopeya del sudor asalariado.
Cayó el tablón y retumbó en el suelo
resquebrajando la nervadura del tiempo
levantando el polvo de un desierto.
Cayó el obrero y se quebró su cuerpo
su prole proletaria
apagándose el silencio.
La rudeza repellada de ironía
del hormigón vibrado
en la columna vertebral y en sintonía
el repiqueteo del martillo y de los clavos.
Al largo día vestido de faena
el mono azul del ocaso venturoso
y la rosa callosa entre las manos.
La azucena de hierro desplomada
en su condena de esclavo del trabajo
respirando amianto entristecido
ácido ventral regurgitado
en la hora del bocadillo que para el tajo,
el olor a cemento, sangre y ajo,
la roja herida, el reuma y el crujir de huesos,
equilibrio del vértigo etéreo en el tejado.
Apuntalar las vigas, quitar las chapas,
golpeando contra la dureza del material
que hace vibrar hasta el último tendón
y la esperanza de no terminar cuarteado,
el dedo machacado, la respiración alicatada,
enlosando el turbio momento de volver a casa
yesar el aire, plomada en caída libre,
nivelación y agrimensura de la nada.
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