Nosotros...
los que no tuvimos que elegir
entre cargar la cruz de ningún revolucionario hippie
o contar treinta monedas
sobre la palma de la mano.
Nosotros, que nunca aplastamos el paraíso
de los adoradores de las estrellas
ni fuimos vendidos como bueyes
en un mercado de La Habana,
que jamás prendimos chasca bajo los pies de nadie
ni fornicamos en los crepúsculos
del bosque de Woodhead con bruja alguna.
Nosotros,
que no teñimos con nuestra joven sangre
el infame barro francés,
que no arrojamos manzanas sobre el espectral gueto de Varsovia
ni incineramos a ningún viejo sol naciente;
que tampoco fuimos condecorados con las alas doradas
ni rociamos de lluvia homicida ninguna bucólica aldea
entre los verdes arrozales del alto Vietnam.
Nosotros, que nunca inmortalizamos
la barba de W. Whitman,
que no defendimos hasta el final democracias
en ningún palacio del pueblo
ni vaciamos el cargador sobre el pecho
de ningún rockero pacifista
en ningún mítico hotel de New York...
Nosotros,
que tampoco saltamos desde ninguna torre en llamas,
ni morimos macheteados en las selvas
de cualquier infierno del tercer mundo.
Nosotros: los del corazón impuntual
y el puño grapado a los bolsillos,
los que no viviremos 120 años ni estrenaremos
ático en ninguna luna de Júpiter.
Los que no cerraremos el último matadero
ni amaremos a ningún ser ideal
con sexo multiopción
y batería de grafeno autorrecargable.
Nosotros, elementos sin gloria ni pena,
polizones en los idus de la Historia,
espectadores de media fila,
(o protagonistas de una aburrida película
de cine independiente polaco)
Los que hoy guardamos pedazos de Itaca
en un pendrive y adelantamos espíritus
sin expresión a golpe de semáforo.
Nacidos de la cesárea de un escaparate
con doble espejo en el alba del gran nanocíclope hermano,
timoneando en la constelación del todo o nada.
Nosotros,
latiendo entre la fe cuántica y las habas del olvido:
Becarios de nueve a seis
en la caníbal industria de la ilusión Ltd.
Nosotros, que bailamos nuestra calavera
sobre el psicotrópico cáliz de la eternidad
y empañamos el techo
cuando la noche nos muerde con saña el pulso;
que despertamos en los cuartos
de un imperturbable reloj de arena
con la almohada sudada,
nos refrescamos en las analgésicas ubres
de un dragón de dos cabezas
a medio desempaquetar,
y retomamos el sueño hasta la siguiente pregunta
como si tal cosa.
- Autor: Luis 091 ( Offline)
- Publicado: 27 de septiembre de 2023 a las 08:44
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 13
- Usuarios favoritos de este poema: CARLOS ARMIJO R...✒️, Tito Rod
Comentarios2
lo encontré...muy bueno amigo Luis...
Muchas gracias, Carlos. Un abrazo amigo.
«Nosotros, a los que no les tocó
vivir la época hippie,
los años de la fiesta del "amor libre",
cuando Woodstock fue más grande
que nunca»
Es la interpretación que he sacado del texto.
Señala algo tan subestimado-poco reconocido,
pero a la vez tan significativo
Como la criatura que se nos muere
a causa del nacimiento de otra,
pero que por alguna razón
intentamos seguir tratándola
igual que la anterior,
como para pretender que el cambio
ha sido leve, nada drástico,
que podemos seguir sacando lana del perro
como lo hacíamos con la oveja
Este asunto lo he visto solamente
en dos textos: en la canción de Pedro Guerra
titulada "Las Gafas de Lennon",
y en este texto que has publicado
uff!!, Creo que me he pasao, bueno, Saludos
Qué lejos queda ya ese pacifismo hippie de los sesenta que inauguró una supuesta nueva época tras el infierno de sangre y terror que supuso más de la mitad del siglo XX...
No sé si aún queda algo de esa filosofía, seguramente utópica, pero quiero creer que las gafas de Lennon aún resisten entre la sinrazón de nuestro mundo.
Muchas gracias, Tito, no te has pasao ni gota ;-). Un abrazo.
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