**~Novela Corta - Delito por Amor~**

Zoraya M. Rodríguez

Novela Corta: Delito por Amor
Por: Srta. Zoraya M. Rodríguez Sánchez
Seudónimo: EMYZAG
Comenzada: 17 - 22 (25-28) de septiembre de 2023…
Publicada: 28 de septiembre de 2023…
Terminada: 28 de septiembre de 2023…
Editada: 28 de septiembre de 2023…
Mi #23 de novelas cortas en el año 2023…
Mi #141 novelas cortas hasta el año 2023…
7019 Palabras 9 Páginas




~ * ~Sinopsis:  

                     ~ * ~Una mujer llamada Ana María amó tanto a un hombre llamado José, que sólo cometió un delito por amor cuando sólo quería a ése hombre para ella y lo mató cuando lo vio con otra…

 

Una mujer llamada Ana María conoce a un hombre llamado José en el jardín de su mansión. José era un hombre corpulento, fuerte y muy guapo y en cambio Ana María no tiene la dicha de ser tan hermosa, era una mujer insípida, insulsa e inestable. Cuando Ana María se cruza con José en medio del jardín se torna exasperante la vida entre ambos y se cruza la mirada pícara, enamorada y de un evento del amor en el nuevo corazón amando sin razón en Ana María. Si Ana María sólo quiere jugar con el jovenzuelo, y sin saber que puede caer presa del amor, de la pasión vehemente, y de las garras del amor entre el amor y la pasión natural que va ella sintiendo por José. Cuando José se marcha de la mansión después de laborar como jardinero se entorpece a la salida con Ana María y ésta le brinda su número telefónico para conocerse más profundamente. A José no le gustó y más que eso no le fascinó. Porque en el altercado entre el alma y el corazón va mucho trecho y en la noche a la vista de las estrellas fugaces, no cambió de dirección ni de rumbo incierto cuando quiso amar Ana María a José en verdad. Y Ana María quedó plenamente enamorada y tan prendida como la rosa del jardín y que él precisamente había cortado para la mansión. Ana María como esa rosa cortada oblicuamente quedó tan enamorada y tan real como el sólo presente. Y llegó la noche, la noche clandestina y sosegada de un mal tiempo en que ya se debía de venir el amor. Si la jovencita llamada Ana María, piensa en su habitación que porqué el joven José no la llama. Y Ana María exasperada por la falta del joven, que no la llamó en la noche, mueve cielo, mar y Tierra, cuando en la insistente preocupación y tan intensa en poder ser la joven que más espera por el amor de un hombre. Ana María quedó en soledad y sin saber qué hacer y ella tomó la iniciativa de hablar con su padre y preguntar por el número telefónico de ése joven que realizó la última jardinería en la mansión. Cuando el padre en el altercado frío le cede el número telefónico de José a Ana María, la muchacha crea un torrente de pasiones exageradas y de un amor clandestino como un amor extremadamente peligroso. Ana María desea llamar a ése jovencito, por el cual, ha perdido la cabeza, el corazón y más que eso el amor. Ana María quedó prendida como aquella rosa que cortó José oblicua para el recibidor de la mansión. Y esa rosa aún y sin poder marchitar quedó adherida a sus perfumes, a su insistente vida, y a su estable pasión por permanecer prendida aún a pesar de ser cortada oblicuamente para ser muestra en el recibidor de la mansión. Cuando en la alborada del otro día comienza la faena del día para Ana María, y se atreve a desafiar los parámetros del amor, del hechizo y de la pasión vehemente, y del amor en peligro cortante y Ana María llama a José por teléfono. José sabe que es de la mansión que lo llaman y es para que se reporte como jardinero. Y Ana María sólo quedó más prendida de esa voz que le interpela desde el otro lado del teléfono. Y José sólo con voz entrecortada habla con la señorita de la casa. Ana María quedó insistente en esa relación que apenas da comienzo. Cuando en el altercado frío de la verdad se sintió como el desafío, como el peligro, como la zona de peligro y que cruzó Ana María en el amor vehemente, en la pasión incrédula, y en el amor pasional sin sentir ningún desafío. Y el amor entre Ana María y José, sólo comenzó como un juego al azar de cartas y quedó con un terrible y mal desenlace, porque todo comenzó mal y todo terminó peor. Cuando José respeta los perímetros de la maldita sociedad, sabiendo que no se debe de entrelazar entre pobre y rico, pero, ¿por qué no?, le riposta Ana María. Y José sin mirar ni observar que la niña va en serio, cuando cada cual, se perfila en el alma una sonrisa devastada por el recelo de la sociedad. Y la niña insiste en el amor entre ambos como si fuera un juego que arde como el fuego. Y José con voz entrecortada le interpela desde el otro lado del teléfono, cuando en el afán de ver el cielo y la luna se ve como ninguna, la verdad que el destino se enfrío como el enredo de dos cuerpos que apenas se conocen. El comienzo de ésta relación entre José y Ana María, se va dejando llevar por el amor mágico y trascendental, por la pasión vehemente, y por el calor en el seno del amor. Cuando en el alma de Ana María se atreve a invitar al susodicho a la plaza por donde se pasea el amor, José le expresa un ̈no ̈, y que no puede salir el pobre con una muchacha rica hacia una plaza donde todo el mundo está observando y mirando y que él será la comidilla social. Y, sí, que era eso, pues, la jovencita sólo quería un amor y sí que lo halló en José, pero, José era un poco parco y realista y ella ilusa e ilusoria. Ana María jamás pensó que José era soltero y sin amor, que no tenía compromisos o que era un hombre solitario en el amor. Ana María sólo imaginó que en la ilusión parca y destrozando la forma de ver el cielo, sólo le cae el cielo entre sus sueños, pasión vehemente y su amor en ilusión con José. Y, José, como de costumbre sin ser evasivo en la relación con Ana María, se vio atraído por el amor de ésta jovencita cuando el amor como llega no se va, cuando el error se siente como un desafío inerte. Cuando en el trance de la verdad se siente como un sólo mal atrayente y mortífero percance cuando en el alma quedó como el mal deseo. Y, Ana María, quedó como el mismo dolor fuerte y audaz, atroz y veloz como el mismo viento. Porque José en el delirio frío y autónomo de creer en el alma secreta se vio friolero como un sólo hielo en la nieve. Y la vida advierte que el sueño y el deseo se vio frío como el delirio de ser un pobre jardinero con la jovencita de la mansión. Y se dedicó a ser fuerte como el delirio y por un nefasto mal deseo de ver el cielo con veneno y con un rojo como el escarlata en el atardecer frío por un flavo color y con un flas desértico. Porque Ana María insiste en ser el verdadero amor de ése jardinero, y el pobre jardinero cree que no puede amar a una jovencita rica, por el mero hecho de ser un pobre jardinero, el que cuida de su propio jardín en la mansión de sus padres. Porque cuando en el albergue autónomo de creer en el comienzo frío se dedicó en grandes escalas en lo que se dedicó en fortalezas gratas en amar a un pobre siendo una joven pudiente. Y, sí, que fue del amor una salida y tan cobarde como la era de una desventura fría, como la era y de un nuevo, pero, mal comienzo. José en el afán de creer en el destierro se vio friolento como la fuerza de la verdad impoluta. Y destrozar todo como aquella era de un amor sobre otro amor. Porque José vio a Ana María como aquella rosa prendida en el jardín de la mansión y José nunca más sintió un amor como fue el de aquella jovencita que sí la amó con amor verdadero. Porque en la insistencia en amar lo que fue el amor verdadero nunca se atrevió a indagar sobre la soltería de José. Y, José, en verdad que está enamorado de una jovencita hermosa como lo era en el mismo corazón. Y la relación entre José y ésa jovencita había durado una eternidad con su relación, hasta que irrumpe el deseo y el mal convenio de Ana María entre ambos. Si en la alborada fría se siente como una gota de agua fría sobre la espalda, cuando José escoge sobre el amor verdadero entre ésa jovencita y Ana María. Y Ana María se volvió intransigente, impasible e inestable en el amor, porque el amor quedó como un dolor que no logró nunca derribar. Y Ana María cosechó lo inherente, debió de creer en el ocaso muerto de un sólo espanto cuando conoció más profundo a José. Un joven que se dedica a ser jardinero, si comienza la faena en ser como la costumbre en dar un sólo insospechado mal tiempo en cuanto a la soltería de José. Si José no detiene el corazón amando a ésa jovencita, por la cual, él da su corazón encadenado, atrapado y amarrado. Y si en el destino ocurre lo contrario, se sabe que no se obtendrá más favor que el deseo en querer volver amar. Cuando José siente lo más impetuoso de un mal momento, cuando en el ocaso se siente como el desaire o como el ave capaz en querer volar lejos cuando el amor es así. Si José se siente como el dolor, o como la fuerza en querer volver a renacer desde la gran fortaleza y desde su propio corazón. Y, José, amando a ésa jovencita que lo enloquece sólo se sabe que el destino es inocuo, como lo más intransigente de la vida misma. Y no es Ana María precisamente, porque en el alma de Ana María sólo siente que su destino es frío como la nieve. Y, sólo quiere Ana María, entregar su alma y su cuerpo a un cruel destino, cuando el alma se dedicó a ser como el delirio delirante de creer en su propia alma y en una sola mala consecuencia. Porque cuando en el destino frío, José se siente como el desafío inerte y friolento sólo quiere el desenfreno frío y de un sólo veneno fuerte en el alma, si cuando en el alma se vio como lo más débil de un todo y era José el que era y es, pues, en su alma de jardinero sólo cuida a las rosas como a su propio corazón. Cuando en el suburbio autónomo de cada cual, tanto de José como Ana María se edificó su insistencia en caer como todo corazón en el alma de una sola mujer. Cuando en el alma de Ana María se vio el trance de envenenar lo más pernicioso de un sólo todo. Porque en el alma de José se vio intrascendente de creer en el alma como un juego inerte y frívolo. Y se edificó la forma de amar y más en querer atraer el alma de un venidero instante cuando en el alma de José se vio friolera como la nieve. Porque en el alma en querer amarrar el alma se vio friolenta Ana María, cuando observa a José laborar como jardinero en la mansión de ella. Y se vio intransigente y adolorida cuando José no le hace ni la menor de las menciones en el amor. Si cuando en el alma de Ana María, se vio indeleble como la misma huella o como la misma rosa en el jardín de la mansión cuidando a las rosas más hermosas de la temporada. Si en el trance directo de la creencia del alma de José se debió de atraer en la conmísera mala atracción de dar con una sola mala insistencia. Cuando en el alma de José se vio como intransigente e indeleble como el frío universal de dar una sola verdad inocua. Porque en el alma de Ana María quedó con la mala suerte de un amor sin tempestad y en el alma en querer amarrar el mal deseo y en converger el alma de un sólo mal tiempo, se sintió Ana María como el deseo y como el delirio de un mal amor en que José no ama a la señorita, dos suertes y una sola verdad en que el desastre se siente como el alma sin la luz que emana de ella. Cuando en el trance de la verdad se percibe como el mismo tormento frío de dar una sola verdad insistente de creer en el amor a toda costa. Y en el trance de la perfección se sintió en el alma una sola verdad en que sólo lo insistente converge en un sólo mal trance. Si en el delirio sosegado de José se atrevió a desafiar lo más pernicioso de un cometido de envenenar lo más absurdo de el alma observando el alma en querer y en creer en el mañana. Ana María se vio fría como la nieve en que el desastre se convirtió en un delirante frío desastre en poder creer en el alma sosegada de un sólo mal tiempo, porque cuando en el alma de Ana María se sintió como el alma de un mal tiempo en que se edificó el mal trance de la verdad fue en el oasis de su alma si quedó mal detenida por el tiempo en que amó a José. José observando el delirio sosegado de un mal querer se atrevió el desafío fuerte en creer en el trance imperfecto de dar una conmísera mala decadencia en ser como lo era sólo una niña rica sin el amor verdadero. Porque cuando el aire se edificó como el mismo tormento se vio fría Ana María como el mismo trance imperfecto en creer en el deseo de amar a conveniencia. Y, José, como el mal deseo se vio frío como el mismo imperio sosegado en creer en el alma a ciegas y sin amor más que el amor de la jovencita que sí la ama y con todo el corazón. Y, sí, con el alma perdida y más que eso con el alma desierta se atreve a identificar que el corazón se atreve a mirar el alma con el alma de José. Cuando en el terreno de la vida, se cree que en el alma de José, se vio como el dolor o como el mismo amor que Ana María quería amar a José. Cuando en el alma de Ana María se vio claramente indeleble como la raíz de la rosa en el jardín como jardinero de la mansión de Ana María. Si en el trance de la perfecta verdad, se vio fríamente como la huella más fría y más indeleble como la fuerza en querer amar. Si en el alma de Ana María se perfiló como la más real de todas las almas amando a José y éste rechazando el amor de una mujer que siendo rica no podía ni estar presente en la plaza como lo habían concordado. Si en el trance de la verdad se sintió como el tormento de creer en el alma fría de dar una sola mala ansiedad, cuando en el alma de creer en el suburbio automatizado en la gran espera en dar primero con la certeza a cambio de un sólo buen amor que quedó en el trance de la verdad. Cuando en el alma de dar una sola sorpresa por una sola presencia automatizada de un sólo espanto se vio como el tormento frío. Y, José, queriendo barrer del alma una furia automatizada de la espera viendo el trance de la verdad se vio como un niño pequeño sin destino alguno como queriendo ver del cielo una forma de creer en el trance directo de una sola espera. Y José observando el amor que posee Ana María por él, sólo le quedó una forma en atraer del amor en la poca calma que le queda a José. Cuando en el imperfecto momento se siente como el mismo tormento o como la vida sin paz que se le ve venir a José. Si en un día Ana María se aferró al dolor de cabeza que le da éste hombre de nombre José, porque Ana María se vio atrayendo la vil forma de ver el cielo de un mágico color. Porque cuando en la existencia de la vida se formó lo más pernicioso de la vida cuando en el embate de dar con una sola verdad en que el delirio fue como el desafío frío. Porque en el alma de José se siente como la cascada de un sólo manantial que se da la crecía de un río. Si en el alma de José se abastece de delirios mal inconsecuentes cuando en la mañana se siente como el sube desenlace en querer amarrar el alma de un sólo mal tiempo. Cuando se da el insistente juego entre dos o más, cuando en la alborada se siente como todo sol en la magia del universo. Y pintando una obra de arte cree que el tiempo se debate en una sola razón perdida. Si ocurre el trance perfecto con una sola verdad insistente cuando en el recelo de la verdad se siente como perdida la vida. Y se siente más y más, y José con Ana María, se siente como el pasaje de ida y sin regresos cuando se debate una sola verdad insistente. Si Ana María se debate en una sola espera de creer que, sí, José está enamorado de Ana María y que la ama con todo dolor y fuerzas. Y en la espera inesperada de creer en el alma de José como un sólo amor en el corazón de Ana María. Si el corazón de Ana María se vio como el tormento o como el mismo frío de entrever con la razón perdida cuando corre en ser como el delirio o como el desafío inerte de creer en la razón sin sentido y amando como nunca en el recelo de la existencia. Y, Ana María, se siente como el mismo dolor inerte y sin pasar del alma la luz seria en poder servir de esa alma la calma inesperada. Cuando en lo insistente del deseo se convierte en razón inocua como el deseo y como el dolor de ser vivo ante la misma muerte. Y José se vio automatizado en la espera inesperada de creer en el pasado como todo dolor en el momento frío. Y se cree en el tormento y a viva voz en el cielo un dolor mal inconsecuente. Si Ana María en el delirio sosegado de entrever la magia como en el trance del dolor se aferró al deseo de entrever en la insistencia de amar a José como quiera que sea, pero, quedó malherida, insípida e insulsa, como siempre ha sido. Y, Ana María, sosegada e intrépida como el tormento frío se vio como el mal desenlace de creer en el imperio de un sólo mal tormento como la era de una nueva distancia, entre José y ella. Y se vio Ana María como el frío o como el delirio sosegado de un mal desenlace cuando el amor no llegó, no irrumpió ni en el alma ni en el solo corazón. Cuando en el alma de Ana María se vio sosegada de un espanto seguro cuando en el tormento de dar una sola verdad se vio como friolenta o friolera dejando ver el cielo o como sentir el solo silencio. Y de ver el cielo como una sola insistencia en amar lo que nunca amó a un hombre no correspondiendo al solo amor de Ana María. Y, José, se fue de rumbo incierto cuando en la mañana se vio frío como la nieve o como la vez aquella en que se fue el sueño pintado a color. Cuando quedó una fuerza espeluznante en poder creer en el mañana como si fuera algo dimensional, pero, no, era algo trascendental, transmutado, y con una transformación casi inocua. Y José se vio intrascendente, inocuo, pero, muy inestable en el amor. José ama a ésa jovencita, que por la cual, se condensa todo el amor en el corazón de José amando como nunca a la chica de sus sueños. Cuando, de repente, se fue del mundo exactamente cuando en la posibilidad de amar quedó José con la jovencita y queriendo amar quedó José como un hombre sin amor alguno. Y Ana María con el alma en pedazos por el amor de ése hombre llamado José, por el cual, busca el tormento vil en querer amar a toda mujer como la jovencita que más ama. Cuando el alma se siente como el suave desenlace de creer en la mayor parte del momento dedicado en formar una pura relación. Y a José se le advierte que el amor es puro, e inconsciente y que el amor es tan abstracto como el mismo aire o viento que sopla hacia su interior. Y destrozando en el juego de la aventura se formó una sola silueta en el humo del cigarrillo de José, pues, él fuma como todo caballero firme del amor de la jovencita. Cuando en el interior de José se siente como el capricho exótico de creer en el alma amando lo que jamás amó a la jovencita que quería desde su propia alma o desde el cielo en saber de su propia certeza. Porque cuando en el alma de Ana María se vio intransigente e inocua y abastecida de iras y de un cometido frío se siente como el desafío inerte cuando la fuerza no se detiene en el alma cuando se ama verdaderamente. Y se dedicó José como el mismo tormento frío derritiendo el alma desenfrenada cuando en el alma se sintió como lo más doloroso. Cuando en el alma de José se vio friolenta como la misma nieve que cae desde lo más profundo. Si el desastre de creer en el alma se sintió como desorbitando el alma fría como el más nefasto de los tiempos fríos. Cuando en el trance de la verdad se aterró el frío como el hielo en un refrigerador. Cuando en el alma se dedicó a ser la nieve fría en querer amarrar el delirio sosegado en querer del alma fría de un sólo desconcierto frío. Y desnudando el alma se vio Ana María creyendo en el alma muerta de un espanto seguro. Cuando quedó como el arte de amar quedó como el suburbio de un sólo corazón amando lo que encrudece de un sólo delirio. Cuando en el desafío muerto y delirante se obstruye el camino como un sólo paseo en el alma desértica, sí, de José. Y, Ana María, disfrutando del universo frío como el arte de creer en el desenlace cruel de ver al cielo de mágico color, pero, no, no era real. Cuando el alma de Ana María se sintió como el pasaje de ida y sin regresos, cuando quedó como el arte de amar bajo la insistencia de amar con el frío corazón. Cuando Ana María corrió como el arte de amar bajo el nombre del amor a ciegas e inmortal como es el subir y bajar del Tío Vivo. Y José buscando el alma de la jovencita que ama, pero, no de Ana María aunque ella, le confesó todo su amor quedó como una mujer insistente en el amor. Cuando José, en el trance de la verdad se vio fríamente indeleble como el alma a ciegas y sin poder sentir a su propio destino ni a su propio tiempo veraniego. Cuando en el albergue de la realidad se vio fríamente Ana María sin ser correspondida ni ser amada por José. Cuando en el alma se vio fría como el hielo o como el invierno desolado cuando el amor le cayó como un cruel relámpago. Y como un ciego sin poder ver el cielo ni a la mujer que tiene de frente, se vio José como el deleite de un cometido frío y sin ver el cielo quedó como cometa o como el aire sintiendo el recelo de ver al cielo de gris cuando en el alma de José se vio friolera como el hielo o como esa nieve que cae desde el cielo cuando en el alma de José era como el mismo frío helado en la misma piel, pero, la vida de Ana María era insípida, insulsa, e inestable para poder decir que sólo quería amar a José al jardinero de la mansión. Y la jovencita rica o pudiente y el joven pobre e inestable era el amor ideal, pero, no correspondido por José, sin que el amor se siente y se percibe como el aire en querer amarrar el aire dentro del cuerpo y de la piel. Si en lo imposible de querer se vio José como Ana María como un amor imposible de creer y de hacer valer entre tanta gente inepta. Cuando en el alma de Ana María se vio fríamente indeleble como las huellas más gigantes de la historia y sin poder borrar del suelo o de la misma vida. Cuando en la salvedad de la vida, se vio el trance delirante de creer en el comienzo de dar con una sola verdad y tan fría. Cuando en el alma se fugó como el mismo tormento o como el mismo ir y venir lejos de la pura realidad y sin el verdadero amor en que sólo Ana María quería ser como el amor y tan puro y casto como la única verdad en que el juego de la insistencia se vio friolenta como el mismo aire y sin amor. Y después de creer en el alma jugando al único combate entre el amor y el desamor se vio como un frío tormento o como la misma tempestad fría en que sólo destruyó el cielo con grises nubes. Y así se vio Ana María cuando en el embate de dar primero un zás en el amor verdadero y casto se vio sin ser la mujer correspondida. Si en el alma de ver al cielo sólo José se miró al espejo de la vida y del lago aquel donde se pasea la paloma y se miró por última vez y se dijo que en el espejo sólo mira a un hombre solitario, insípido, e insulso, como la misma Ana María y tan corpulento, y tan musculoso y tan fuerte como el mismo jardín en que él labora y que hasta a las rosas se ven y tan rejuvenecidas. Y Ana María hija del dueño de la mansión, y el que le ofreció su número telefónico para que lo llamara al insistir en el amor entre ella y José. Y Ana María sin saber de la soltería de José, se nota que su débil insistencia se torna exasperante. Y sin poder saber más ni más de José, Ana María se siente como una mujer en soledad, fría e insípida, buscando alternativas y desolaciones sin poder finiquitar más que el dolor de no ser una mujer correspondida. Y Ana María en soledad, buscando la mejor aseveración que corte por lo sano lo que ella más desea y quiere, pues, amar a José completamente y sedientamente que sea de ella y de nadie más. Y Ana María y su insistente corazón sólo buscan la ansiedad de tener el coraje de creer en el amor a pesar de no ser correspondida completamente. Y Ana María y su  insistente corazón se siente como el poder de ser como el ave rapaz y poder volar lejos de la forma y manera de amar de José amando a una jovencita, por la cual, es desconocida para Ana María. Y Ana María jura y perjura que si José tiene a un amor jura de que se vengará. 

Ana María en el ocaso de un viernes desea y quiere amar y enredar a su corazón amando a José. Y José con la faena y el menester de su labor encima, sólo desea converger en ser y realizar buena jardinería para la mansión de Ana María. Y, otra vez, cortó oblicuamente a las rosas del jardín para el recibidor de la mansión. Y Ana María llevó el trago más largo a su boca, y amargamente quedó con un mal sabor de boca. Cuando en el alma y en el corazón de Ana María se entregó en cuerpo y alma, vida y corazón a amar a José después de realizar la labor en la jardinería, pero, su insistente corazón se fue de rumbo y una dirección incierto y fuera de lo común quiso ser ésa mujer fuerte, decidida, pero, muy compasiva, pero, la vida insípida, insulsa, e inestable de Ana María la dejó sin un buen sabor de boca. Y Ana María quedó como una mujer amargada, como la hiel y como la vida sin felicidad alguna. Y la vida de Ana María quedó como una mentira, aunque siendo verdad no podía creer en que el destino y el desafío se veía venir sin amor alguno. Y Ana María, quedó como un torrente de sin sabores amargos y sin más que más el deseo se fue de un mal insistente cuando en el alma quedó como el desierto frío y con dunas y con un frío levante, el cual, sólo le tapa la boca a Ana María cuando del amor lo quería todo. Y se siente Ana María como si fuera a apaciguar la calma en vez de recibir un desprecio de amor quedó a la deriva de creer en el torrente o en la cruel tempestad fría de un cielo venidero. Cuando ocurre el deseo y la vez aquella en que el cielo se desbarató la fuente en caer sobre el pecho lleno de frío o de un gélido sentido. Y Ana María quedó fuertemente débil como el poder ser a ciencia cierta que la química y el amor no compaginan mucho. Y deseando ver el cielo de una sola verdad quedó el derrumbe de una total certeza. Cuando en el embate de dar una sonrisa Ana María sólo quiso entregar el delirio y el desafío en ser como la ira y sublevar la razón en creer en el amor a toda costa. Y José cortando, sembrando y más que cortando las rosas en el jardín de la mansión. Y se edificó el tormento y la fría tempestad cuando en el deseo converge y es un frío convenio entre la rosa y Ana María y sólo no marchitó jamás la rosa en el recibidor de la mansión. Porque en realidad que Ana María sólo quiere y desea que su instinto en amar y enredar el pasión vehemente y sin ser subrepticio amor quedar en un frío desconcierto, amando sólo en el alma y en el corazón entregar a la rosa pálida cortada oblicuamente sólo para el recibidor de la mansión. Y José culmina o termina su labor como jardinero y Ana María está presente cuando José exige su paga como jardinero. Y Ana María le propone salir, otra vez, y esta vez es un ¨no¨ rotundo, y es que José ya tiene amores con una jovencita, por la cual, desea ser leal y fiel como aquella rosa que cortó en el jardín para el recibidor de la mansión y su propio aroma. Ana María sólo desea converger en sano, y curar aquellas heridas, por las cuales, murió de desolaciones, de una fría soledad y en ser parca en contra de la fría voluntad en que lo que más deseó ella fue amar a José. Y se siente como el desafío más frío de la pureza de la verdad extraída entre José y Ana María. Y José sin saber de la riqueza de la verdad, se fue de la vida queriendo enfriar la relación que inventó Ana María con José. Y la abstinencia de José en el amor con Ana María quedó insolvente, insípida, e insulsa, como una relación donde el amor no reina, pero, sí dentro del alma de Ana María. Y así fue el rumbo incierto, el saber de la pureza de la verdad y de la comitiva de caer rendida entre los brazos de José. Y no quiso más ni menos ser la mujer que más ama a José creyendo que es un hombre soltero. Y más intercediendo Ana María entre sus sentimientos y el coraje de su corazón entreteje la red en seda para atrapar a José y hacer caer en la red mortífera de un sólo ataque mortal. Si en el deseo de ver al cielo lleno de un sol clandestino sólo se vio la fría tempestad y el frío tormento en cada recelo de la vida y de la existencia de la vida de Ana María. Y Ana María sólo observando la conducta de José, como jardinero de la mansión, pero, sin saber y ni tan siquiera sospechar de que José tiene y posee otro amor, a una jovencita muy cándida, hermosa como las rosas, y muy dulce en el sentir. Y José derribando el amor de Ana María, quedó como órbita tomando las cadenas del amor en cada paso que da. Y con esas mismas cadenas amarrar el desamor y el amor sin ser correspondido entre él y Ana María, pues, en realidad que no la ama, pero, el amor insistente de Ana María pasa los perímetros y excede a esas cadenas del amor en cada paso. Y en el desierto frío y del convenio en volver a amar quedó Ana María en contra de todo. Cuando sólo en el deseo y el querer amar a José sólo la atrajo por el camino incorrecto, una dirección incierta, un rumbo equívoco y un destino erróneo, por la cual, se enredó de un capricho y tan exótico en querer amar a José, pero, verdaderamente sin ser correspondido el amor entre José y Ana María. Si la química y el amor en el corazón no dan pasión vehemente ni calor extremo en subrepticio amor. Porque cuando en el alma de Ana María se torna exasperadamente y tan intrascendente, se cuece el amor en candelas frías y sin agua hervir, si solamente en el ocaso muerto se siente como un invierno frío y lleno de soledad. La vida de Ana María quedó a la deriva como un náufrago perdido sintiendo que el mar lo era todo para morir ahogada de un espanto seguro. Cuando en el alma se debió de asegurar que el destino era tan frío como el cometa de luz o como una vela sin encender. Y en cada una de las dos vertientes o atajos que tiene José para con la jovencita, de la cual, está enamorado y de la vida de Ana María, por la cual, ésta insiste en el amor entre ella y José. José desnudo de la pureza de la verdad se perfila como el hombre más deseado y más amado por Ana María nada más, mientras que la jovencita que ama a José, también, lo ama al desnudo, vehemente, y apasionadamente. Cuando en el alma de José, se vio intrínseco, seco y parco como si estuviera en la cuerda floja o teniendo la cuerda en el cuello ahorcándose por lo más fino de la cuerda. Si dentro del convite de creer en el alma amarrada de un espanto seguro, se vio José como un desastre de esos, por los cuales, se aferra el desconcierto de creer en el alma sosegada. Cuando en el embate de creer en el alma como la ceguera de una luz sobre esa alma se vio como el tiempo y más como el mal desenfreno de caer sin rumbo incierto o como el suburbio automatizado de la espera de haber amado con el recelo de la vida y de la existencia. Cuando ocurre el frío o del tormento o de la tempestad fría como el delirio gélido que cae sobre la testa como gota fría entre los sentimientos. Y en el albergue de la razón se pierde el instinto y tan distinto que corre en ser como el poder del alma con la luz en el camino, pero, el camino de Ana María quedó como el camino roto, perdido y desbaratado con piedras y polvos, y tan pedregoso, como sin poder caminar correctamente. Y José sin poder execrar la maldición que lleva con Ana María cree que es sólo un terrible y cruel atroz comienzo que terminará erróneamente y equívocamente. Y en un cruel convenio de luz entre  el alma de José y Ana María, se atreve a desafiar el delirio frío y tan gélido como el terminar una relación y siempre José parco e intransigente siempre le expresó que ¨no¨ a Ana María, nunca sin dar rienda suelta a la relación se vio en la encrucijada de un sólo espanto incierto como el poder creer en el desierto frío de su propia imaginación. Cuando en el alma sosegada de un sólo espanto nocturno cuando corre en ser como el deseo en querer amar más a José. Cuando en la sed sedienta de almas frías se vio con el temor incierto, desconectado, intransigente y debidamente inocuo como el mismo lamento de creer en el pasado como un presente incoloro de un amor como una real pasión. Cuando en el desenfreno frío de entrever la razón en una sola locura como la gran tortura en que se cuece el alma fría y tan álgida como el viento en la misma piel sosteniendo en la piel las caricias en subrepticio dolor. Y el jardinero llamado José cortó oblicuamente y ésta vez de raíz el tallo de la rosa queriendo destruir la relación entre él y Ana María. Y José como sin intervenir en la frialdad de un cometido frío en el camino decente y tan descendente en que sólo quiso tomar como embriagar el temor y de aferrar el corazón en el camino lleno de rosas clandestinas llenando el suelo de una alfombra con los pétalos de las rosas olorosas del jardín de la mansión de Ana María. Y Ana María quedó forjando el dolor y más que eso el amor en cada pétalo en cada rosa llena del aroma clandestino, sagaz y tormentoso. Porque en el alma de Ana María fue el más caprichoso de los exóticos momentos cuando Ana María se vio intransigente, inocua, como la indeleble huella automatizada de un sólo incorrecto, pero, certero espanto. Si en el alma de Ana María quedó como la fuerza en el corazón amando desenfrenadamente. Y José ocultando el amor de la jovencita cuando sólo quiso gritar que el amor que tenía era para ella, sólo para ella. Y José sin ir a la deriva quiso en ser como la imposibilidad de quedar como el odio en el corazón, pero, sin la fuerza del rencor hacia Ana María. 

Y José en el amanecer yendo hacia las caballerizas del establo de la mansión vio que la jovencita se dirigía hacia allí mismo. Y más sin poder ser un capricho exótico amó vehemente y apasionadamente a ésa jovencita entre los establos de caballos, entre el estiércol y el pasto. Y sabiendo que el recreo de la vida se convierte en un débil trance de la existencia efímera, cuando José persigue a la jovencita entrando por las caballerizas del establo de la misma mansión de Ana María. Y el delito de amor se veía llegar cuando la señorita insulsa, insípida e inestable llamada Ana María, vio correr a José, el jardinero de la mansión, hacia las caballerizas del establo de la mansión. Y sin antes pasar por su habitación y tomar del buró un revólver, por el cual, ya está harta de los desprecios de José. Y Ana María sólo quedó fuertemente adherida a su mente y a su locura por el amor de José. Ana María persigue a José y la lleva a observar una escena bastante comprometedora. Y era la jovencita amándose completamente desnudos entre las caballerizas del establo con José. Ana María aplaude la escena de amor entre la jovencita y José y José se repone y se viste con el pantalón de jardinería que siempre lo caracteriza. Y Ana María con el delito de amor entre sus garras de niña pudiente enamorada de lo imposible quedó como lo más nefasto de los tiempos. Y Ana María llena de celos y envidias claras desde su piel llena de odio y desde su corazón lleno de incomprensión se vio Ana María como el mismo tormento sin poder arraigar el amor en el corazón. Y llegó la maldita hora, el desenfreno frío y el veneno en corazones gélidos de un saber sin saber. Y quedó Ana María con el amor de José adherido como imán a su débil corazón. Y como una huella indeleble quedó mortificando a José hasta el último momento con el delito de amor de Ana María. Y la jovencita salió corriendo del establo de caballos, cuando de repente, suena un disparo, un ruido ensordecedor y embriagando al cuerpo de odio y al corazón lleno de rencor y de unos celos extremadamente dañinos en el alma de Ana María, ésta se aferró al desconcierto frío en poder disparar esa arma de calibre alto por vengar un sólo desprecio de un amor que jamás renunció ni en el alma ni en el corazón por José. Y José está malherido como el relincho de un caballo cuando hace coz. Y allí José con el delito de amor, se aferró al frío derramando toda sangre de su pecho y tan directo en el corazón cayó ese disparo en que sólo envenenó más a su alma cegando con unos celos incontrolables de Ana María, en querer derribar el mal sosegado de un sólo tiempo. Y Ana María acechó con escapar, pero, la detiene el padre de la mansión. Y Ana María fue a prisión y todo por el delito de amor que por consumir llegó a disparar a José y éste muere en el acto dejando el amor fiel y leal en el mismo corazón amando sólo a la jovencita. Y los pétalos de las rosas en la mansión quedaron por siempre allí y sin cortar oblicuamente como lo hacía únicamente José para el recibidor de la mansión.



FIN                                            

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 29 de septiembre de 2023 a las 00:03
  • Comentario del autor sobre el poema: Mi #23 de novelas cortas en el año 2023…Mi #141 novelas cortas hasta el año 2023…
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 8
  • Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez
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Comentarios1

  • Hermes Antonio Varillas Labrador

    Enhorabuena por tu producción intelectual.

    He acá el fusionado del día de hoy...

    En este día ni zarzas ni abrojos
    en su lugar el versar fusionado,
    con prosa y poesía por manojos
    y que esperamos sean de su agrado.

    !Feliz Día del Corazón¡ Les desea...
    Hermes Varillas Labrador.
    #FormandoCiudadanía & #ElArcoIrisDeLosNiños


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    Hecho en Venezuela para el orbe entero por niños con garantía de pureza y ternura. De los churumbeles para ese niño interior que mora en cada adulto.

    Disponible en https://youtu.be/I8_qXSnLtfw



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