Mi padre me enseñó
a comer ciruelas.
Admiraba su destreza
al degustar la fruta
y su alta presencia.
Me enseñó
a morder sutil
su pellejo oscurecido
y sorber su carne roja.
Me enseñó con esmero
y aprendí
a chupar hasta el hueso
toda su pulpa.
Me animó a saborear
su ácida dulzura
y a escarbar en su aroma
de siesta de verano,
a mancharme los labios
y las manos
del néctar de los días.
Mi padre me guio
en el dulce aprendizaje
de saber gustar
la vida.
Ahora hay un recuerdo
imborrable a ciruelas
en la caída roja
de la tarde de estío.
a comer ciruelas.
Admiraba su destreza
al degustar la fruta
y su alta presencia.
Me enseñó
a morder sutil
su pellejo oscurecido
y sorber su carne roja.
Me enseñó con esmero
y aprendí
a chupar hasta el hueso
toda su pulpa.
Me animó a saborear
su ácida dulzura
y a escarbar en su aroma
de siesta de verano,
a mancharme los labios
y las manos
del néctar de los días.
Mi padre me guio
en el dulce aprendizaje
de saber gustar
la vida.
Ahora hay un recuerdo
imborrable a ciruelas
en la caída roja
de la tarde de estío.
Comentarios3
Un poema muy precioso que me ha llevado a los recuerdos míos con mi padre.
Un saludo y un abrazo
Gracias por comentar. Un abrazo.
Quién no se acuerda de las deudas que, con los padres, nunca serán saldadas. Te ha salido bonito, sí.
Mi agradecimiento por tus palabras. Saludos.
tan dulces son muyyyyy ricas
bellas letras poeta ...
gracias por compartir
Me animó a saborear
su ácida dulzura
y a escarbar en su aroma
de siesta de verano,
a mancharme los labios
y las manos
del néctar de los días.
besos besos
MISHA
lg
Gracias a ti por tus palabras, por tu lectura y por tu tiempo. Besos.
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