Construyo mi poesía,
llena de una luz mortecina,
heredada de poetas
como Huidobro y Pablo de Rocka,
ellos me indicaron,
que el mundo cabe
apenas en una lagrima
y todo es oceánico,
gutural y astronómico.
En mi viaje de poeta,
tengo la utopía
de encontrar las llaves,
que me permitan vivir,
entre un silencio interminable
y una conexión cósmica,
a los cual creo estar destinado.
Soy un ente traspapelado
en el espacio,
un corazón, que no tiene latidos,
y espera en la fila de la muerte,
su turno para arropar
los destinos de la nada
y recibir por ellos,
el abismo de unos ojos,
que lloraron el universo.
Llevo todo el peso de la vida
en mis hombros
y el mar ahora me resulta
un gran aliado,
porque en sus costas
he vertido mis lágrimas,
que han salado más de la cuenta
sus espumas blancas.
Soy poeta
porque me auto-titulé,
aunque esto signifique ,
el fin de los contubernios
y las despostas despedidas;
El fin de las miradas
y el principio de la creación,
que quedó guardada
en la constelación,
que no estuvo presente
en el Big Bang…
Soy poeta,
porque las palabras tienen
algunos signos sin sentido,
y están allí, en mis renglones
ordenándose, de un modo
que yo no comprendo,
talvez porque nunca supe
el significado de la lingüística de la vida.
Quizás, porque los ciegos,
que comen los sonidos de las palomas,
han visto en la oscuridad
el secreto velo que cubre
a los días de primavera.
Arrastro así,
los puntos y comas,
que como oscuras guadañas,
me esperan al fondo de la muerte,
para que por fin hile,
la frase que pueda iniciar
el camino de mi redención,
pero esa frase,
que me quema
en alguna isla de mi cerebro,
no la entiendo,
porque nunca tuve
la suficiente valentía
para respirar su sangre.
Se que en algunos días
me parezco un muerto
y mis palabras son como animales
que buscan comida en el desierto,
llenas de imágenes inconducentes
y de planetas despoblados del amor.
Vivo el día,
bajo crepusculares tardes de temores,
los pájaros comen en mi mano
algunos restos de horizontes perdidos.
En las orillas de uno lagrimales,
una mujer está menstruando
un nuevo mundo,
donde ya no caben
las desiguales rachas,
que viento envía
a las pequeñas islas del sur.
Soy el poeta
que se come los siglos
y en la tumba de los faraones:
Colocó un signo de pregunta,
para que alados seres
de otros mundos
respondan
los secretos de los hombres.
Estoy ataviado
de ropajes funestos,
confeccionados en algunos
atardeceres lúgubres,
que el día ha cultivado,
sin los permisos
correspondientes
y confinando mis amaneceres
a la angustia de los días
sin horizontes.
Llevo la noche en la mirada
y lunas queman poco a poco
los enigmáticos campaneos
de las tazas,
que me trae el té de la tarde.
Soy el poeta
que consume limones
y coloca sobre las psicopatías,
un volumen de un autor
sin memoria.
Vengo de los oscuros
arrabales de la pobreza
y mi sueño está caído
en una constelación,
que nadie ha visto.
Allí cultivo
una apariencia nueva
para mi gastado
tono de decir poesía.
Además, estoy loco,
porque desde mis intestinos
hasta las palabras,
que aroman las naranjas,
tengo un sueño,
que descansa
en el bebedero de los solitarios…
Estoy loco,
porque sueño aún,
que aparezca el ultimo verso
de mis heridas
y renazcan las esperanzas,
adornadas por los volantines
de unos ojos que me miran,
como si fuera la primera vez,
que el amor, tocó mi puerta...
- Autor: edgardo vilches ( Offline)
- Publicado: 13 de octubre de 2023 a las 06:49
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 14
- Usuarios favoritos de este poema: MISHA lg, José Luis Galarza
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