Callejeando (Street wiew)

Francisco M. Ortega

 

 
 

Algunas tardes paseo distraído

por las callejuelas del barrio de Gion,

un laberinto de pisadas lentas

en el corazón de Kioto.

Sobre los charcos el reflejo

de las pequeñas tiendas que venden

recuerdos melancólicos de atardeceres,

quitasoles de luna

noches de globos rojos,

bajo la continua luz amarillenta

de las linternas de papel

donde hay poemas rotulados

en el camino de la escritura japonesa.



En la pequeña cafetería de Kaikado

tomo café que caliente mi alma

y me llego al jardín de Shosei-en

a oler el dulce perfume a vino

de las flores del ciruelo.



Al regresar me cruzo con un templo taoísta

donde escucho una plegaria de besos

de quien amó y no supo lo que perdía,

lánguidas muchachas desvanecidas

bajo sus pálidas máscaras.



El silencio me cubre los hombros

como un echarpe de seda,

la oscura resiliencia que en mí anida

cruza por recovecos despintados

por el puente arqueado del ocaso.



Tantas cosas perdidas de vuelta a casa

por la calzada del taciturno asfalto

un cielo de luciérnagas

y otro de espantos milenarios.



¿Soy yo?, me pregunto al verme,

fugitivo en la furtiva imagen

de un espejo enfriado,

en el ángulo muerto de la imaginación.
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