Guardé un poema para sus manos;
hablé del rocío que sentía
cuando el oleaje de su cabello se dignaba;
a pasearse en frente del alma mía.
Cuando las ventanas del ocaso
se posaban fijas en mi rostro;
Y mi voz gritaba a la dulce brisa,
cual fliscornos en agosto.
Es cegador para mi atardecer,
incluso de su fulgor una brizna;
como sentir un sol meridiano,
es sentir en mi piel la llovizna.
Es mas que las palabras que navegan,
entre su ceremonia de cenizas;
sin embargo es mucho menos,
que el esplendor de su sonrisa.
Cierra tus ojos profundos,
en pos y piedad del peregrino;
que no quede en tu mano piadosa,
las 8 rutas al mismo destino.
No quiero ser ebrio de trementina,
ni presa y deguste al sarín de su lecho;
más aún permito insolente,
que descanse y recueste su sien en mi pecho.
Sin embargo atraco iluso,
o soy naufrago en su orilla;
las ventanas de su alba que de día,
se pueden reflejar de amarillas.
Tal vez soy consciente del éter,
del Brahmān en su mirada;
y no busco moksha consciente,
me pierdo y no busco nada.
Guardé un poema para sus manos;
hablé del rocío que sentía
cuando el oleaje de su cabello;
se paseaba en frente del alma mía.
- Autor: Andy Mainländer ( Offline)
- Publicado: 28 de octubre de 2023 a las 14:52
- Categoría: Amor
- Lecturas: 9
- Usuarios favoritos de este poema: jvnavarro, alicia perez hernandez, Lualpri, Mauro Enrique Lopez Z., David Arthur
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