Me retiro a mi soledad eterna.
Enciendo esta noche una linterna
entre el frío que por esta ventana
entra a borbotones, como mi alma
en la muerta materia desvencijada
haciéndola jirones de blanca niebla.
Me retiro a mi soledad eterna,
aunque nunca daré por perdida
aqueya estreya que briya a oriyas
de mi vida, entre marea y arena...
Me voy volando al alba al despertar
a esta realidad tan extraña,
que se sueña, es la verdad...
Me voy flotando en una ola enfática,
a toda velocidad, cortando las aguas,
y la gran distancia que nos separa igual.
Fragmento de un poema de Soixei, hijo de Amiurí y Omeys
Dijo: nos veremos en el helado pantano,
aquel en el que hierve la sangre enemiga,
donde las raíces son rojas y largas espinas
crecen entre los secos matojos grisáceos
como sierpes que embelesan tus labios
en sueños que ya habrás olvidado deprisa
por lo descomunal de tal esperpéntica pesadiya
El temible Lagar, el dios de cuerpo metamórfico,
el mismo que engañó a todo un pueblo con su voz
y lo hundió bajo un mar que se agitaba nervioso
mientras el dolor teñía de rojo su purpúreo color.
Dijo: silencio, y el caos deviene tras el gran duelo
durante tu estadía en el hogar de la maga mesías,
pero si el loco oráculo hablase sobre tu partida
a tu padre, ya vencido por años de desconsuelo,
el destino sería amable contigo y con tu amiga Ceniza
Fragmento del soliloquio del Loco Oráculo
...crines agudas, se mecen las plumas en su yelmo, la raíz de la revolución está húmeda y promete crecer velozmente...sus ojos tristes todavía, pero sonríen sus belfos...la yuvia purpúrea desploma algún velo en su mente reactiva...iluso, pero cuerdo como un profeta, orienta sus pasos hacia la zona desolada, ya avanzando entre las ruínas de una ciudad cadavérica...hombres de largos ademanes, armados con lanzas de plata reluciente...el portón está roto sin embargo, y las banderas ausentes dejan un amargo recuerdo impregnado a la memoria inmanente...pero entonces puede acabar el drama que lo atormenta desde su partida...bajo el esplendor verde de Seonésime, al amanecer de la revolución, con sed insaciable cargándole el espíritu, se detiene y ve la luz reflejándose en los ojos casi transparentes de su anciano padre, cuyo vigor permanece intacto, no tanto superficialmente, sino en el aura que emana...yace sentado sobre la tierra desnuda con la espalda apoyada en un tocón calcinado, comiendo hojas de arguma...su sabor psicotrópico le arranca los dolores y silencia abruptos y desbocados pensamientos...al principio no se hablan, solamente se contemplan fijamente, como si quisiesen ver através de la materia viviente la voluntad intrínseca de cada uno...alrededor una intensa luz cobriza cae cubriendo los muros destruidos, agrietados por el impacto de las aguas que, mezcladas al aliento flamígero de los dragones surgidos del firmamento infinitamente profundo, capitularon Atnán, la ciudadela que albergaba desde el comienzo del tiempo la Luz Sagrada...
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.