O T O Ñ O

Aunque resalta tu belleza,
Que en todo paisaje domina,
Mi alma se llena de tristeza,
Al ver que un año ya termina.

Ay de mi atormentado corazón,
Soportando la eterna agonía
Del caer de las hojas, día a día
Que el viento se lleva a un rincón.

Tal como si fueran mis sueños,
Que uno por uno, con mi tristeza,
Acompañan todos los otoños,
Adueñándose de ellos con rudeza.

Quisiera cantarte al dulce son,
De la rueda de aquel molino,
Que muele maíz, y muele trigo,
Y con él, hacer el pan en el fogón.

¿Quién no lo disfruta en Plenilunio
A la luz de la luna plateada,
Y con cacao, y leche recién ordeñada?
¿Cuál desgracia, cuál infortunio…?

Sólo el de mi mirada entristecida,
Que vio la última golondrina,
Dejar el hogar que siempre anida,
Y convertirse nuevamente en peregrina.

Tal como si fuera mi pensamiento,
Que en un atardecer de rojo pintado,
Escondido tras aquel firmamento,
Busca, y no encuentra reacomodo.

Quisiera ofrecerte todas las mieles,
La verbena de la caña y del maguey,
Cuyos jugos se ofrecen en molienda,
A golpe de los recorridos del buey.

Y qué te digo de las nueces,
Y qué decir de las granadas,
Y de las manzanas, y las cocadas...
¡Por ventura son varias mesadas!

Ay de mi vida y de mi suerte,
Tan llenas de pena y de melancolía,
Y si digo que quiero volver a verte,
Ansiosa me invitas a la cofradía.

Me ofreces tu cosecha predilecta,
Que sorbo a sorbo, mi sabor deleita,
Al instante, mi pensamiento dominas
Y de mi alma y corazón te adueñas.

No te vayas, quiero estar contigo,
Envuélveme en tu magia seductora,
Cuéntame de tu trayecto la magia...
Duerme, come y bebe conmigo.

Hazme labrador, hazme solariego,
Cántame esa melancólica canción,
De tu sabor amargo, y tu color marrón,
Cuya tristeza, conmueve mi corazón…

Félix Cantú Ortiz
Monterrey, N. L., México