Cuando niña me enamoré
de las cosas que veía,
de las cosas que escuchaba,
de las cosas que tenía.
De mis pequeñas mascotas,
de la lluvia, de las rosas.
Del color del arcoiris
y del volar de mariposas.
Cuando somos pequeños
nos enamoramos de cosas grandes.
Y cuando somos grandes
nos enamoramos de cosas pequeñas.
Nos enamoran unos ojos,
unas simples palabras,
una tierna mirada,
una dulce voz.
Dicen que el amor nos ciega
y a veces embrutece.
Nos hace hacer locuras,
nos hace entregarlo todo
hasta dejarnos sin nada.
Y cuando menos se piensa;
vuelve a tocar a la puerta.
Y de nuevo la historia
hacia el comienzo regresa.
Y volvemos a caer
en sus redes, en sus trampas.
En tiernas miradas
y dulces palabras.
Y nos transporta de nuevo
a ese mundo sin tiempo,
sin norte, sin sur
y sin estaciones.
Que mantiene vivos
nuestros corazones.
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