Un sol radiante acompañaba la primera semana de clase en marzo de 1965.
Por la mañana, después del desayuno, Marita (la tercera de cuatro hermanas), hacía los deberes y estudiaba.
En ese horario sus dos hermanas mayores estaban en el colegio, en primero y segundo año de secundaria.
Ella y su hermana menor, en quinto y segundo grado respectivamente, entraban al colegio a las 13 hs. y se cruzaban con las más grandes que volvían a casa.
A la salida regresaban caminando junto a una compañera y su mamá, que vivían cerca.
Los días de lluvia, el papá se las arreglaba para llevarlas y traerlas, anque a quienes encontraba en el camino, yendo o volviendo del colegio.
Por la tarde, mientras tomaban la merienda, y si sus hermanas mayores habían terminado sus tareas, veían un programa en televisión; era una especie de comedia musical donde había chicos y chicas que cantaban y bailaban. Les gustaba a todas y los imitaban cantando y bailando entre ellas.
Una tarde, cuando Marita y su hermana entraban en su casa, a la vuelta del colegio, escucharon música desde la puerta.
Su papá había traído un tocadiscos y un L.P. con los temas del programa, y sus hermanas bailaban felices en el patio.
Casi tiraron los portafolios y se unieron a ellas, hasta que su mamá sirvió la merienda, al mismo tiempo en que el papá sentenciaba a las más chicas; no podían tocar el aparato, era delicado y al menor descuido, podían rayarse la púa y el disco.
Pasaron unas semanas y una tarde, llegaron del colegio y el aire estaba un poco denso, y la mamá tenía una cara entre preocupada y enojada. No se atrevió a preguntarle qué pasaba y sus hermanas dijeron que era cosa de grandes. Cuando llegó el papá, después de abrazarla con un gran beso, se dirigió a la mamá que salía al patio, se la veía un poco nerviosa. Ya encerrados en la cocina se los escuchaba conversar.
A la hora de la cena, había mucho silencio, mas la expresión de su mamá era más serena, hasta que el papá dijo algo así como que, después de todo, estaba cansado de la misma cantinela, y sus palabras hicieron que todo se sintiera más relajado... aunque no entendió a qué se refería.
Con el tiempo, su papá fue trayendo varios discos más, con todo tipo de música. Hermosos todos, había también de folklore y de tango.
Una tarde en que la mamá salió de compras con su hermana menor, y las mayores estaban distraídas en la terraza, Marita, aprovechó, se encerró en el comedor, y puso el disco con el volumen al mínimo.
En la tercera canción la púa saltó hasta el final del disco.
Marita, sin entender, se sintió palidecer y se le escapaban las fuerzas. Se apresuró a sacar el disco, guardarlo en su funda y mezclarlo con los demás. Cerró con mucho cuidado el tocadiscos y salió. Por suerte, nadie la vio.
Estaba muy asustada, y se prometió guardar el secreto.
Al rato llegó su mamá, con su hermana y su papá, que las había ido a buscar después del trabajo.
Toda la familia se reunió para compartir sus respectivas actividades del día; cuando Marita llegó al comedor, su mamá le preguntó si se sentía bien, ya que estaba pálida y muy seria.
-“Debe ser que está por llover, ya que la vimos adelantando su tarea” –dijo una de sus hermanas y todos rieron con la ocurrencia-
En los días que siguieron, Marita no podía relajarse, y trataba de no hacerse notar demasiado. Además estaba desconcertada, ya que no entendía cómo no habían comentado el hecho, estaba segura de que sabían lo que había sucedido.
Pasó el tiempo y nunca más escuchó hablar del tema, tanto que terminó por olvidarlo.
Casi a finales de 1970 estaban preparando la reunión para festejar los 15 años de Marita. Todos se veían felices y sus actitudes parecían cómplices.
Finalmente llegó el día.
Estaba por entrar al comedor, cuando se detuvo bruscamente, todos hablaban en voz baja. Aun así escuchó a su papá diciendo:
-“¿Les parece que le gustará una colección de discos de Joan Manuel Serrat?”-
Ese comentario le trajo el recuerdo de su travesura, y comprobó que todavía le pesaba y la hacía sentir mal... decidió entrar, y acto seguido todos rieron ante el comentario de su hermana mayor que dijo:
-“¿Se acuerdan cuando pateé sin querer el tocadiscos y se rayó el primer disco que nos trajo papá?, ¡menos mal que se lo tomaron con humor!!”-
Se sintió un gran suspiro, mezcla de sorprendido entendimiento, alivio y alegría... que nadie cuestionó ni comentó; asumiendo, seguramente, que el momento lo ameritaba.
Miriam Venezia
04/11/2023
- Autor: Miriam Venezia (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 27 de noviembre de 2023 a las 15:21
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 30
- Usuarios favoritos de este poema: Ro Costaneira, Classman, Lualpri, alicia perez hernandez
Comentarios5
¡Qué buen relato! Entretenida historia.
Un gusto leerte.
Saludos.
Muchas gracias por leerme!! Me alegra que te guste!! Gracias también por comentarlo!! Un abrazo!!
¡Qué buen relato! Entretenida historia.
Un gusto leerte.
Saludos.
Querida Míriam...
Gracias por tus letras.
Un abrazo! 🌸
Gracias querido Lualpri. Un abrazo!!
Maravillosa historia, me dejó al pendiente. Increíble lo mucho que se puede aprender hasta de una simple travesura.
Saludos❤️
Hola!! Gracias por leerme y por el amable comentario!! Un abrazo!!
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