La tela de araña.

el brujo de letziaga

Es un incordio para un caminante de un bosque
llevarse una telaraña por delante,

 

siendo una gaita asquerosa
sentir que sus redes se pegan por el pelo y por la cara,

 

produciéndose una sacudida sísmica
tras estropear todo su Atlas y su menudo mapamundi,

 

y que repelúx que da
ver a esa araña escapar, huidiza, por tu piel o por la ropa,

 

a esa arquitecta
de edificios sublimes con hilos levemente perdurables,

 

reina enana de la soledad
en el silencio de la encrucijada de la trama de la vida,

 

científica de un laboratorio de costuras
para el apresto de su trampa,

 

y que nunca se hace ilusiones sobre su próximo futuro
en la enramada de su mundo.

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