David y Goliat

Cuando reinaba Saúl
a Israel, con Filistea
libraron muchas batallas;
entre ellas la del valle Ela
donde Goliat el gigante
hacía temblar la tierra.
Con sus seis codos y un palmo
y de una soberbia extrema
retó a los Israelitas
a medirse con su fuerza.

Ninguno pasaba al frente
siquiera verlo de cerca,
traía un casco de bronce
y sobre sus piernas grebas,
jabalina entre sus hombros
para vencer en la guerra,
y con su escudero al lado 
declaró de esta manera:

Escoged de entre vosotros
hombre que contra mí venga,
y si él logra derrotarme
seremos siervos y siervas
más los despojos también
que queden de nuestra tierra...
Mas si pasa lo contrario
y quitare yo sus penas,
pues pasarán a servirnos
igual, cual siervos y siervas.

Oyó el rey estas palabras
y el miedo irrumpió con ellas
turbando los corazones
aun antes de la pelea.

Hubo en Belén de Judá
un joven pastor de ovejas;
era su nombre David,
rubio y valiente en las pruebas.
Él le hizo frente al gigante
con una honda y cinco piedras
ya que nunca ciñó espada
porque no era hombre de guerra.

David le dijo a Saúl
Dios me ha librado de fieras,
de las garras de leones
y lo hará así en esta prueba.
¡Que Jehová te acompañe
y que el triunfo te conceda!
Dijo Saúl a David
temiendo la gran afrenta.

Acercándose Goliat
vio a David de poca fuerza,
al ver su cara de joven
juzgándole en apariencia.
Por sus dioses lo maldijo
y dijo dar a las bestias
y a toda ave de los cielos
todas sus carnes de ofrenda.

Tú vienes a mí con lanza
y blindado hasta las cejas
mas yo vengo a ti en el nombre
de Jehová que me entrega
tu vida entera en mis manos
y cortaré tu cabeza,
y los cuerpos de los tuyos
daré a bestias de la tierra...
¡Sabrán que el Dios de Israel
nos libra de las contiendas!

El filisteo echó a andar
hacia David con violencia,
entonces corrió a su encuentro
y en su honda cargó una piedra
que al impactarle en la frente
cayó Goliat rostro en tierra
y tomó David su espada
cortándole la cabeza.

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