Isaías 1:17 Aprendan a hacer el bien.
Busquen la justicia
y ayuden a los oprimidos.
Defiendan la causa de los huérfanos
y luchen por los derechos de las viudas.
Isaías 1:23 Tus líderes son rebeldes,
compañeros de ladrones.
A todos ellos les encantan los sobornos
y exigen que se los den,
pero se niegan a defender la causa de los huérfanos
y a luchar por los derechos de las viudas.
Deuteronomio 10:18 Se asegura que los huérfanos y las viudas reciban justicia. Les demuestra amor a los extranjeros que viven en medio de ti y les da ropa y alimentos. 19 Así que tú también tienes que demostrar amor a los extranjeros porque tú mismo una vez fuiste extranjero en la tierra de Egipto.
Proverbios 1:7 El temor del Señor es la base del verdadero conocimiento,
pero los necios desprecian la sabiduría y la disciplina.
Humanamente se precipitó, se puso de pie y clamó a gran voz a los cielos.
Acaso es tan amargo el final de los humanos, incapaces de cambiar sus errores, y cargar sus dolores hasta el final de sus vidas, tengo que hacer de cuenta que el ayer ya no existe, pero sus consecuencias siguen vigentes hasta hoy, ¿Podemos escapar de la justicia?. Vivimos el hoy me doy cuenta, el ayer es la consecuencia, y el mañana es un pergamino que no se habre hasta que se convierta en el hoy. Somos menos que niebla que desaparece al medio día, nos parecemos tanto al polvo como mi reflejo en el espejo se parece a mi rostro, mi existencia se me hace pesada, tan pesada que me rompe el espíritu y la voluntad se me hace una sola con esa carga, no la quiero, que se acabe, nada me importa si mi voluntad me tortura, si la esperanza me agobia, y si Dios escucha, que me oiga, que lo encuentren mis dolencias transmutadas en palabras.
Una voz en los cielos abrió el firmamento en dos, su estruendo era como el del trueno y su fulgor llegaba hasta lo infinito, no obstante era familiar, aun cuando era imposible saber de donde venía, era tan familiar, acaso el beso de una madre se comparará, acaso el corazón late tan tibiamente ante un desconocido, imposible, así que el hombre gritó: ¿Quién eres, porque siento que te conozco y al mismo tiempo no te reconozco?
La voz habló y dijo: Yo soy el que te vió en el vientre de tu madre, el que te dió aliento de vida, Yo soy el que conoce cada uno de tus pasos, y al que no tomaste en cuenta mientras vivias, al que aunque dió su sangre en pago de tu libertad, tus labios jamas pronunciaron su nombre, hasta hoy mismo, al oirte clamar al firmamento que Yo mismo puse sobre tu cabeza como una corona de bellísimas perlas, astros que resplandecen. Te envolví de oxígeno para que tus pulmones respiren, tejí tus órganos en tu interior, a imagen y semejanza de mi mismo te esculpí y te dí vida. "Yo soy tu creador, Dios", y he escuchado tu necesidad y no me he hecho ciego a la misma, porque me buscaste y me dejé encontrar. Soy el que da significado a los cielos y a la tierra y sostiene con su fuerza la existencia misma, sin mi nada existe, y en mi todo se mueve y todo existe. No se puede tratar de refutar la verdad sin decir una mentira.
Ante Jesús, ante Dios, en ese momento aquel hombre reconoció su finitud, tuvo temor de su creador y nació dentro de el la humillación hacia su vanidad, reconoció que no era autosuficiente, que no podía alcanzar la gloria para si mismo como un botín de guerra; que no podía hacerse rico a si mismo cuando nada le pertenece, pues todo pertenece a su creador, se reconoció como alguien creado y no un hijo de la nada, un hijo accidental abortivo del accidente de la existencia, no, no era mas eso, su vanidad intelectual se convirtió en humildad ante su hacedor al manifestarse ante el, su fe había sido respondida a tiempo, desmoronando sus presunciones de si mismo, su soberbia de máxima criatura, sus pretenciones eran tan finitas, pero eso era tan bueno, era tan hermoso sentir que ver hacia la nada como su mente entendía lo inmensurable de la existencia, del cosmos, ahora no era un vacio abrumador de desconocimiento, sino de autoconocimiento no por si mismo, sino ante su Creador que se le manifestaba, porque entendía el final de si mismo, el egoismo hallaba su final, ese sentirse orgulloso de si se extinguía, Dios lo llamaba a la reflexión. "El temor a Dios lo llenaba de esperanza" el era un necesitado, y no lo sabía, tuvo necesidad toda su vida, anduvo con ropa pero estaba desnudo, tenía riquezas pero era pobre, tenía ojos pero no podía ver. Su vanidad lo cegaba y le impedía ver que era el mas necesitado de todos, el gusano tenía mas mérito que el mismo, y el creador se presentaba ante el como el bondadoso ser que siempre quizo saciar todas sus necesidades, no sus deseos sin importancia, sino saciar las entrañas de su existencia, de su corazón, pan diario en su palabra y pan diario a sus necesidades, con la balanza de lo justo, nunca mas de lo necesario. Había descubierto que tenía alma y esa alma tenía sed de su creador, una sed que solo el podía saciar.
Cuanto egoismo y vanidad decir que no necesitamos a Dios, cuanta soberbia decir que somos autosuficiecientes, cuanto orgullo en sentirnos supremos y hacer de nosotros nuestros propios dioses, y hacer nuestros propios dioses a imagen de nuestros deseos y la falsedad de nuestra perversas pasiones por lo material y carnal, idolatrando nuestras guerras en dioses, idolatrando nuestros egos en armas, idolatrando nuestra visión perversa del deseo carnal en dioses igual de carnales, el amor es el vínculo perfecto, el amor es la union perfecta entre Dios y los hombres, y mutuamente entre humanos. Cuanta soberbia hacer dioses a todo aquello que deseamos, y a nosotros mismos.
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