POESÍA DE AZERBAIYÁN

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Eldar Bakhish (1947-1996)

Fue poeta y traductor. Fue autor de libros como “La flor de Elaeagnus”, “Los bayati de Uchtepe”, “La luz de los pelos blancos”, “El cuento de Gara con Garaca”, “Las palabras que no pude decir”, “Los muchachos a caballo”. Sus obras fueron traducidas a diferentes lenguas. Él tradujo al azerbaiyano las obras de A.S. Pushkin y R. Rozhdestvensky. Su obra de teatro “Malikmammad” fue galardonada con el premio en el Evento Nacional de Teatros Públicos que se realizó en Tbilisi, Georgia.

 

Gurriato

Dios mío, no sientas pena por mí, yo no quiero,

Dios mío, siente pena por esa pobre chica.

No hagas que los chicos y chicas

Empiecen a burlarse de esa chica.

 

No hagas qué en vez de unión,

Hablen las lágrimas y la angustia.

Que hablen un sinfín de personas,

Que hable toda la ciudad.

 

No hagas qué en este pueblo,

Hablen de ella por mi culpa.

Ahora ella es un gurriato,

Que está esperando su juicio.

 

Lo que quiere esa chica de mí,

Ahora mismo que espera de mí,

Yo lo tengo.

Esta chica quiere la luna, yo no la tengo,

Esta chica quiere el sol, yo no lo tengo.

 

No tengo amor para amarla,

No puedo cambiar el curso del agua.

No puedo convertirme en mariposa,

No puedo convertir esa chica en flor.

 

Tú no puedes ser flor,

Yo no puedo ser mariposa, gurriato.

¿Por qué permanecemos en este lugar despiadado?

¿Por qué tenemos que movernos, gurriato?

 

Aunque nos agitemos y huyamos,

No se cumplirá lo que quieres, lo que quiero.

Tú eres gurriato en este mundo,

El poeta no es hijo de la mariposa.

 

Fui mariposa en otro mundo, por un tiempo,

Si quieres saber, tuve alas.

Tuve amor,

Si quieres saber, tuve mi terquedad.

 

¿Dónde está?

Aquella ala,

Aquella terquedad,

Aquel amor.

Aquel amor murió.

No duró ni siquiera hasta la madrugada,

Nació como una mariposa, murió como una mariposa.

 

Como algodón blanco,

Como lana blanca,

Abatieron totalmente a aquella mariposa.

Devoraron sus alas, sus manos, sus pies,

Se la devoraron, aquella mariposa.

 

Eh hombre que concibió el cielo y la tierra,

¿Cuán lejos se ve la tierra?

Le diste a esa chica un amor excelso,

Dame un poco de ese amor inmenso, por favor.

 

Que sufras lo que yo sufrí,

Que tengas el cielo,

Pero no el pájaro.

Dios mío, castígame a mí,

Pero no castigues a esa chica.

 

El lápiz

Tengo solo un lápiz,

Estoy lejos de la riqueza, de la fortuna.

Soy mi servidor, soy mi hidalgo,

Soy mi mucamo, soy mi noble.

 

No voy a mirar levantando mis cejas,

Al que está absorbiendo y tragando la riqueza.

Rezo mil veces a Dios,

Para encontrar un trozo de pan para comer.

 

No están llenas mi alforja, mi billetero

Con oro, plata, seda o tela.

No dependo de ninguna persona,

Y nadie depende de mí.

 

No me pude desviar del camino preciso,

Ni cinco, ni diez, ni cien personas, mi querida.

 

Como nube volando, como agua fluyendo,

Como viento soplando, estoy libre, mi querida.

 

Esta libertad es bastante para mí,

¿Por qué necesito riqueza y fortuna?

¿Por qué necesito oro, plata, bienes, ganado?

Van a ser concisas mis palabras inciertas.

 

Es bastante para mí, la palabra que tengo que decir al diablo,

Si lo puedo decir se lo diré rectamente.

Diré sí al asunto que debo decir sí,

Diré no al asunto que debo decir no.

 

Me dio esa libertad el lápiz,

El lápiz que tengo en mi mano.

A veces como mujer, a veces como niña durmiente,

El lápiz que puso su cabeza sobre mis rodillas.

 

Duerme sobre mis rodillas el lápiz,

Vi sus sueños, varios sueños.

Como el castillo antiguo

Sueños misteriosos, mágicos sueños.

 

Mi espíritu ya voló, se unió

Con Avar, Hunos, Caspio, Oghuz.

Si tuve desgracia, se lo dije al lápiz,

Mi lápiz se lo dijo al papel.

 

Cuando tengo un lápiz, me siento vigoroso,

Puedo desconcertar a aquellos descreídos;

Felinos de este mundo fugaz

Puedo hacerlos escalar al árbol, a la pared.

 

Cuando tengo un lápiz en mis manos, no tengo miedo,

¿Por qué tengo que tener miedo, yo?

Lo que tengo de riqueza es solo un lápiz,

Y su precio es treinta centavos.

 

Qué bueno que el lápiz vale solo treinta centavos,

Qué bueno que no tiene un precio alto.

Qué bueno que el lápiz no se vende en el mercado

Al precio de un coche, de un caballo.

 

Treinta centavos no es treinta mil,

Puedo endeudarme.

Si pierdo este lápiz con el que escribo,

Puedo ir y comprar otro.

 

El material fue preparado por el Centro Estatal de Traducción de Azerbaiyán 

La traductora es Tutukhanim Yunusova

El editor es Raul Poggi Alejandro

 

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