Ni el sol que nos alumbra, ni el aire que respiramos, ni la
grandeza del universo, se puede comparar con el amor que
en ciertas ocasiones solemos profesar. ¿Me veré obligado a
correr hasta el lugar donde el viento acaricia los almendros
para ser creído?
De lograrlo, allí esperaré sin derramar una sóla lágrima,
del mismo modo que lo hace el viento sobre la nieve. No
te demores amor, pues hasta que llegues, mis ojos
permanecerán cerrados, como los del perro sin dueño,
cansado de deambular, buscando cobijo ante frío diluvio
de lágrimas heladas.
- Autor: emiliodom ( Offline)
- Publicado: 12 de diciembre de 2023 a las 05:58
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 9
- Usuarios favoritos de este poema: jvnavarro, Antonio Martín, Texi, alicia perez hernandez
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