En la noche huidiza,
donde la cristalina negritud
alimenta mi desvelo,
se han alistado,
mediante levas y aprestos irrespirables,
una multitud de pensamientos
que columbran los anfiteatros
en los que mi vida interpretará
la intranquilidad evidente de mi alma.
La frescura mañanera,
antes idolatrada al descorrer las cortinas
y abrir los cerrojos de los ventanales
cuando la honesta vida no trataba con guerras,
se ha convertido en un humor caliente, irrespirable.
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