Soy fruta
que jamás llegará
a ser madura.
Soy poca cosa.
Me he hecho a lo poco,
soy hijo de lo escaso,
de lo menos, de lo insuficiente,
acostumbrado a vivir de mondas
de patatas de un cubo,
del estiércol de las tiendas
del barrio, de la compasión
del que pasa, de la pena...
Vivo de aquello que no se compra,
que acaba en el vertedero
más próximo donde, cual festín,
comparezco a la comida diaria.
No sé qué materia
me compone, quién soy,
qué sangre me recorre.
Transcurro dando palos de ciego
a un reloj girando en mi contra,
que con sus agujas no sabe otra cosa
que pincharme, que provocarme
y despertar una ira innecesaria,
contenta de estar latente, dormida.
Con poco sobreexisto,
me alimento del aire
que me circunda, que me acosa
con su peso, que me presiona
contra el suelo y me estresa.
Mi plato favorito consta
de una nada al horno salpicada
de gotitas de nostalgia y recuerdo,
y aderezadas con el elixir
de la caridad que de la gente
que pasa me llega todavía.
Soy militante de una escoria
que duerme en las calles, se derrite
en verano y se congela en invierno,
y el colchón de adoquín se vuelve
pluma tras unos buenos lingotazos
de vino, y la compañía del semejante
vale oro, y su miseria es potosí.
Soy tan insignificante
que casi no tengo nombre,
mi carnet de identidad
se caducó nada más nacer,
mi partida de nacimiento
no consta en ningún registro,
soy un caso perdido, no figuro
en los anales de este el mundo
que me hace perecer, y ahora nazco,
y asiste atónito a mi renacimiento
como un notario frío, distante,
cuya tinta fracasa ante cualquiera sea
el calor que se le acerque, indolente.
Renazco porque se me ha recogido,
ayer, unos jóvenes que decían
venir de una ong me ofrecían cobijo,
yo los miraba con recelo, incrédulo,
me ofrecían ducha, aseo, ropa limpia,
y sus caras eran espejos del alma,
y su vibración decía bien de ellos.
Me despedí hasta pronto de mis iguales,
eché al hombro la escasa pertenencia
que se desperdiga por sobre mi colchón,
y emprendí la aventura.
Hoy soy alguien, tengo un número,
una foto sobre un documento, se me llama,
se me da una mesa para comer, existo...
- Autor: Albertín (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 21 de diciembre de 2023 a las 13:44
- Comentario del autor sobre el poema: Cada vez más son aquellos que viven en un salón tan amplio como frío, bajo una farola, o una lluvia.
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 19
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez, jvnavarro, Sierdi, Alexandra L, José Valverde Yuste, Fabio Robles, Martha patricia B, Dante Cruz Velez, Antonio Martín
Comentarios4
Es la cruda realidad, esa que algunos prefieren ignorar o evitan su encuentro, pones con tus letras el dedo en la herida por donde desangra la sociedad, tienes la sencibilidad de quien no necesariamente ha vivido el desamparo para tocar con su crudeza. Gracias por compartir un tema en creciente. Siempre un placer leerte.
Un saludo cordial, Alex.
Me alegro de que te guste Alex. Sí que he sentido y siento cierto desamparo. Este tema lo he tocado hace tiempo en varias ocasiones
Me gustó.
Has abordado claramente, el mundo líquido descrito por Zygmunt Bauman., quién nos presenta a un mundo anómico que, se nos resbala entre las manos y se lleva nuestras vidas, sin apenas darnos cuenta del cuándo y cómo. Saludos y gracias por sumar.
Me alegro de que te guste Raiza. Te agradezco mil tu generosidad comentarial.
Has pintado un panorama desolador,
pero tan real para algunos.
saludos poeta Alberto Escobar
otro para ti Salvador y felices fiestas.
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