En los albores del año venidero,
con el cielo estrellado como testigo,
escribo un poema intenso y eterno,
un canto de amor que nunca olvido.
En el ocaso del 2023,
nuestros abrazos se hicieron fuego,
los besos se volvieron universo,
y en cada palabra hallé mi ruego.
Fueron días donde el tiempo se esfumaba,
donde solo existíamos tú y yo,
en un compás de pasión desgarrada,
con la certeza de un amor arrebatador.
Nuestras manos entrelazadas,
nuestros cuerpos en danza perfecta,
nos sumergimos en una pasión sin tregua,
unidos en nuestra propia órbita satisfecha.
Fueron risas y lágrimas compartidas,
nuestros corazones al unísono latiendo,
en cada amanecer renacían nuevas vidas,
y en cada anochecer nos iban consumiendo.
Pintamos el lienzo de nuestras almas,
con colores vibrantes y entrelazados,
tejiendo sueños en cada madrugada,
convirtiendo penas en instantes abrazados.
Cada palabra se volvió consuelo,
cada mirada recuerdo eterno,
en tus ojos encontré el anhelo,
de un amor inmenso y tierno.
Y así, en el último poema del año,
doy gracias por tu existencia en mi vida,
por la pasión que en conjunto hemos tejido,
y el fuego que entre nosotros se ha encendido.
Que este poema sea el testigo,
del amor que hemos cosechado,
que perdure siempre, amigo mío,
en cada verso eternizado.
Que el 2024 nos encuentre juntos,
entrelazados en un abrazo eterno,
celebrando el amor que nos ha unido,
viviendo en cada día un nuevo invierno.
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