Como una joven que anhela ser escritora, no me considero una poeta, simplemente soy una chica que plasma en papel sus pensamientos y vive cada palabra que escribe. Busco un lugar fértil donde sembrar semillas de amistad y cosechar la más pura felicidad. En cada línea, deseo transmitir emociones profundas y despertar los corazones de quienes me lean. Uniendo nuestras almas a través de la tinta, crearemos un vínculo eterno. Juntos, crearemos un mundo donde la amistad florezca y la felicidad sea nuestra cosecha. ¡Únete a mí en esta maravillosa aventura literaria!
Capítulo 33: La Fiesta
Narra Brenda
Estaba en la calle, observando cómo mi padre se alejaba en su coche. Después, entré corriendo en la casa y me encerré en mi habitación, tratando de procesar lo que acababa de suceder.
Después de la discusión de mis padres, me encerré en mi habitación y pasó una hora antes de que bajara para hablar con mi madre. Al llegar a la sala, me encontré con una escena que me dejó sin palabras: mi madre estaba besando a un hombre. Sentí una punzada de dolor en el pecho y mi estómago se revolvió al reconocer a Sergio, el colega de trabajo de mi madre. Me acerqué para ver mejor, sin poder creer lo que estaba sucediendo.
- Mamá, ¿qué haces? - pregunté con extrañeza.
Ella se volteó para mirarme.
- Hija, ¿qué haces aquí? Te dije que te encerraras en tu cuarto - respondió ella.
Yo no podía creer lo que estaba viendo. Sergio se despidió y se marchó, mientras mi madre intentaba justificar su comportamiento.
- Creo que nos vemos después - le dijo a Sergio. - Gracias por venir a apoyarme, eres un gran amigo.
Vi cómo él le susurraba algo al oído y ella asentía con la cabeza. Luego, tomó sus cosas y se despidió con una voz ronca.
- ¿Y bien? ¿Qué hacía él aquí? - pregunté.
- Yo estaba deprimida y Sergio solo vino a consolarme - explicó mi madre.
- Vaya manera de consolarte - respondí con sarcasmo.
- Oye, ese beso que viste, fue solo un impulso... yo estaba deprimida y él se dejó llevar, y a mí me tomó por sorpresa - intentó justificarse mi madre.
Yo solo me quedé mirándola, sin saber qué decir.
- Aunque yo hubiera buscado que me besara, no estoy haciendo nada malo... Fue tu padre quien arruinó esta familia, no yo. Y tengo derecho a rehacer mi vida - dijo mi madre con voz firme.
- ¡Yo quiero conservar a mi familia como estaba! - grité, sintiendo la ira brotar en mi interior.
- Cálmate, no tienes derecho a cuestionarme... No olvides que yo soy tu madre - respondió ella enojada.
Subí a mi habitación, azotando la puerta con fuerza. Me molestaba que mi familia se estuviera desmoronando de esta manera.
Necesitaba distraerme de mi enojo, así que recordé la fiesta de Ian y decidí ir sola.
Como no era de ir mucho a fiestas, no sabía qué ponerme. Revisé el armario de mi hermana y encontré una crop top de encaje negro y una mini falda negra que le hacía juego. No lo pensé dos veces y me lo puse, junto con unas zapatillas del mismo color. No sabía si la ropa era adecuada para la fiesta, pero terminé de arreglarme, tomé mi bolso y bajé.
- ¿Y tú qué haces así vestida? - dijo mi madre poniéndose en mi camino.
- Voy a una fiesta - respondí sin rodeos.
- ¿A una fiesta? Son época de exámenes y las fiestas están prohibidas - dijo ella con voz autoritaria.
- No te estoy pidiendo permiso, te estoy avisando. Yo también tengo que rehacer mi vida - dije sarcásticamente, haciendo referencia a lo que ella me había dicho.
Sin esperar a que me contestara, salí de la casa. Quizás estaba siendo dura con ella, pero no podía calmar mi enojo ni mi estrés por todo lo que estaba pasando en mi vida.
Tomé mi auto y me fui hasta la casa de Ian. Al llegar, parecía que había demasiada gente.
- Hola Ian, ¿llegué tarde? - pregunté al llegar a la fiesta.
Ian se giró para verme y pareció sorprendido al reconocerme.
- Bren, Brenda, ¿eres tú? Wow, no te reconocí, te ves... increíble. - tartamudeó.
- Necesito distraerme, mira qué buena fiesta, está repleto aquí. - dije tratando de sonar entusiasta.
- Vamos, entra, te alcanzo en un rato. - me dijo Ian.
Mientras caminaba por la fiesta, me di cuenta de que apenas conocía a nadie. Vi a algunas porristas con las que había hablado antes cuando salía con Tito, así que decidí unirme a ellas.
- Hola chicas, ¿puedo sentarme? - pregunté.
Al principio, la mayoría de ellas solo miraban mi ropa, pero Hannah, la capitana, con la que había hablado esa mañana, me contestó.
- Claro, siéntate. Eres la novia de Tito, así que ya eres nuestra amiga también. - dijo Hannah.
- Exnovia, en realidad. - corregí sin titubear.
Hannah y las demás se quedaron asombradas con mi respuesta.
- ¿Cómo? ¿Qué pasó? Vamos, cuéntanos. - insistió Hannah.
En ese momento, el encargado de la barra ofreció algo de tomar.
- Si queremos vodka para todas. - pidió Hannah.
- Yo solo quiero un refresco con hielo. - dije.
- No, no. También pide vodka, no nos dejes tomando solas. - dijo Hannah.
- Está bien, pero solo uno. - accedí.
"Al menos ya tengo con quien estar", pensé mientras bebía.
Y así pasé un buen rato inventando la razón por la que había terminado con Tito. No estoy segura de que se la hubieran creído, pero con todo lo que estaban bebiendo, probablemente la olvidarían pronto. Después, ellas quisieron ir a bailar, cosa que yo aún no me animaba.
- No importa, vayan ustedes, luego las alcanzo. Por cierto, ¿dónde conseguiste eso que estás tomando? - pregunté.
- Ahí en la barra. - respondieron las chicas.
- Ok, gracias chicas, después las alcanzo. - me despedí.
Me dirigí a la barra de bebidas, sintiéndome un poco mareada por las bebidas que ya había tomado. Pedí otra bebida y esperé a que me la sirvieran.
- ¿Le gustó la bebida? - preguntó el encargado de la barra.
- Sí, está deliciosa. Me da otro por favor. - respondí sonriendo.
El encargado me sirvió otra bebida y yo continué disfrutando de la música pegajosa que sonaba en el ambiente.
La música sonaba fuerte y pegajosa. Me daban ganas de bailar, pero no me animaba.
- ¿Te gustaría bailar? - preguntó un chico que estaba cerca de mí.
- Me encantaría, pero no sé si pueda mantenerme en pie. - respondí riendo.
- No te preocupes, te sostendré. - dijo él con una sonrisa.
Así que tomé su mano y nos dirigimos a la pista de baile, moviéndonos al ritmo de la música.
Narra Alan
Era ya tarde y el día había sido agotador. Había tenido mucho trabajo y además no podía dejar de pensar en lo que había pasado con Brenda. Sentía hambre y entonces recordé ese lugar donde vendían ensaladas, aquel lugar que tanto le gustaba a Brenda. Tomé una chaqueta, las llaves de mi auto y salí, pensando que esto me serviría para dejar de pensar en tantas cosas. Manejaba normal, incluso lento, hasta que encontré una casa llena de luces y música a todo volumen. Era obvio que se trataba de una fiesta, pero no me importó. Sin embargo, al ver que los chicos que estaban ahí eran mis alumnos, quise bajar para asegurarme de que todo estuviera bien. Después de todo, yo era su profesor y no quería ser un aguafiestas. Bajé del auto y me acerqué a un par de chicos que estaban afuera.
- Disculpen, ¿de quién es la fiesta? - pregunté con una sonrisa.
Los chicos fruncieron el ceño y se alejaron, pensando que yo era un aguafiestas. Sin embargo, me obligaron a entrar y averiguar qué estaba pasando.
Al entrar a la casa, lo primero que vi fue a Brenda bailando y gritando sobre una mesa. Los demás la rodeaban, viendo la manera grotesca en cómo bailaba y babeándose por la manera tan provocativa como estaba vestida. Inmediatamente sentí la necesidad de hacer algo para que ella bajara de ahí y no hiciera más el ridículo, pero no quería que sospecharan nada. Me acerqué a la mesa y ella me vio. Tenía miedo de que comenzara a decir tonterías y dejara ver que había algo entre nosotros.
- Oh Alan, Alan, únete a la fiesta - gritaba Brenda mientras saltaba sobre la mesa. Me quedé paralizado por un momento, sin saber qué hacer. Los demás chicos comenzaron a mirarme.
- ¡Alan! - exclamó ella - ¡Ven a bailar conmigo!
Mis nervios aumentaron, sabía que si seguía así iba a hablar de más. Entonces, decidí usar mi "poder de profesor".
- Ahora todos salgan de aquí - dije con autoridad - Las fiestas en tiempos de exámenes están prohibidas. Salgan si no quieren que pase una lista a la escuela de todos los que están aquí. ¡¡Ahora!!
Parecía que la advertencia había funcionado. Era lo bueno de ser el profesor, cuando doy una orden, la cumplen. En menos de cinco minutos, todos estaban fuera. Pero Brenda seguía sobre la mesa, así que me acerqué y la bajé de ahí.
- ¿Estás bien? ¿Qué hacías ahí arriba? - le pregunté mientras la tomaba de la cintura.
- Y ¿dónde están todos? Yo me estaba divirtiendo. Mira lo que tengo aquí - dijo levantando su copa. ¿Te gustaría probarlo? Es muy sabroso - dijo arrastrándome a la barra.
- No, no, deja eso ya - le dije - Creo que es mejor que te lleve a tu casa. No creo que Ian se haga responsable de esto - señalé a su amigo que se encontraba dormido en el sofá - Ven, toma tus cosas que te llevaré a tu casa
- No, no, yo no quiero ir a mi casa - dijo Brenda con desesperación - No quiero ir ahí, por favor, no me lleves para allá. Prefiero quedarme aquí
- No te dejaré aquí - le dije con firmeza - Ven, mejor vámonos
- ¿A dónde iremos? - preguntó ella.
Decidí desviar un poco la pregunta de Brenda y la ayudé a subir a mi auto, ya que estaba bastante borracha. Al llegar al estacionamiento, noté que su auto estaba allí, así que llamé a un amigo de confianza para que lo llevara a mi departamento.
- ¿A dónde vamos? - preguntó Brenda de nuevo.
- Creo que sería mejor que esta noche te quedaras en mi departamento, si no quieres ir a casa - respondí.
- Sí, llévame contigo - dijo ella, asomándose por la ventana y riendo a carcajadas.
- ¿Por qué no nos vamos a otra fiesta? - propuso.
- Lo siento, pero creo que ya se acabaron las fiestas por hoy - le dije mientras estacionaba el auto.
Finalmente llegamos a mi departamento y bajé del auto para ayudar a Brenda a salir. Al abrir la puerta, ella casi se cae, pero la sostuve con mis brazos.
Se veía tan frágil que lo único que quería era protegerla y besarla.
Entonces, ella levantó la cabeza y me dio un beso. Yo la acerqué más a mí y le correspondí el beso.
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Capítulo 34: ¿Qué pasó ayer?
Narra Alan
- Tranquila, Brenda, tu novio se puede enojar - dije desafiante - No quiero tener problemas con tu noviecito Tito
- Ah él, no, no, no, él y yo terminamos, así que hoy no nos preocupemos - dijo tratando de besarme de nuevo.
Decidí ignorarla y, como pude, la llevé hasta la puerta de mi departamento. Ella se movía de un lado para otro y yo apenas podía controlarla. Entonces, no me dejaba entrar y se paró enfrente de la puerta.
- Brenda, entra y déjame pasar", le pedí.
- ¿Me quieres? - preguntó sin moverse de la puerta.
- Vamos Brenda, entra - insistí.
- Yo puedo hacer todo lo que haces con las chicas más grandes y más maduras que yo. Sé que antes te dije que no estaba lista, pero eso fue en el pasado - dijo mientras ponía sus brazos alrededor de mi cuello, haciendo que nuestros labios se juntaran.
Ella no dejaba de intentar besarme. Comenzamos a avanzar juntos y cuando entramos a mi departamento, ella me tiró en mi sillón y comenzó a besar mi cuello. Confieso que hubo un momento en el que yo no me podía resistir.
- Brenda, por favor - dije suspirando.
Ella no me escuchó y comenzó a besar mi oreja. Sentía que me derretía, me había perdido. Pero en el momento en el que ella iba a comenzar a desvestirse, reaccioné. Ella estaba ebria y no estaba consciente de lo que estaba a punto de hacer. Era como si yo fuera a aprovecharme de ella. Así que, con mucha delicadeza, me levanté del sillón, la cargué en mis brazos y la llevé hasta mi cama para que se acostara ahí. Estaba tan borracha que no podía caminar.
- ¿Por qué no quieres estar conmigo? - preguntó Brenda con tristeza en su voz.
- Ven, acuéstate, ya es hora de que descanses - respondí tratando de cambiar de tema.
- Alan, solo te quiero decir algo, ven - dijo tiernamente.
- Me acerqué a ella sin saber qué esperar - Aquí estoy, dime - le dije con calma.
- Alan... Te amo, te amo mucho Alan y quiero estar contigo, ni siquiera tengo a mi familia en este momento, solo te tengo a ti y así me quiero quedar porque te amo de verdad - confesó entre lágrimas.
Suponía que los efectos del alcohol habían hecho que se sintiera así, pero no sabía cómo responderle. La abracé para que dejara de llorar.
- Tranquila, no llores - le susurré.
- Ya perdí a mi familia, no quiero perderte a ti también - dijo sollozando.
- Tranquila, estoy aquí, no me perderás - le aseguré mientras la abrazaba.
- Alan… dime algo ¿Aún me amas? - preguntó con una mirada triste.
- Sí, Brenda, te amo - respondí con sinceridad. Todavía la amaba a pesar de todo.
- Ella levantó un poco su rostro y me besó con dulzura. Le correspondí el beso, pero luego la recosté en mi cama y la tapé con una cobija. Se había quedado dormida. Le quité las zapatillas y la dejé descansar.
Escuché que tocaron la puerta y era Matt, quien me entregó las llaves del auto de Brenda.
- Gracias por traerlo - le dije.
- ¿Cómo está ella? - preguntó preocupado.
- Está borracha y dormida en mi cama. Yo dormiré en el sofá - le expliqué.
- ¿Estás seguro de que es bueno que se quede aquí? - preguntó con dudas.
- Sí, estoy seguro. No puedo dejarla sola en este estado. Si algo le pasara, no me lo perdonaría nunca - le respondí con determinación.
- Ok, buenas noches, amigo - se despidió antes de irse.
- Buenas noches - le respondí cerrando la puerta. Me acosté en el sofá para dormir, sabiendo que había hecho lo correcto al cuidar de Brenda esa noche.
Narra Brenda
Me desperté con los rayos del sol golpeando mi cara y me sorprendí al ver que había dormido en la habitación de Alan. Traté de recordar lo que había pasado la noche anterior, pero mi mente estaba en blanco. Me dolía la cabeza con un dolor punzante y agudo, y me sentía confundida, sin zapatos y con mi vestido un poco desabrochado. Me di cuenta de que algo había pasado entre Alan y yo, pero no podía recordar qué.
Mientras estaba sentada en la cama tratando de encontrar respuestas, escuché ruido y me cubrí con la sábana. Alan salió de la habitación vestido con un traje gris y aparentemente listo para irse. Me sentí avergonzada y asustada, sin saber qué decir. No sabía si debía preguntarle qué había pasado o si simplemente debía irme. Me sentía vulnerable y expuesta, y no sabía cómo manejar la situación.
- ¿Fue la primera vez? - preguntó Alan, sacándome de mis pensamientos.
No entendí lo que quería decir. ¿Estaba preguntando si era la primera vez que me había acostado con alguien?
- ¿La primera vez de qué? - pregunté alterada.
- La primera vez que bebes alcohol de esa forma. ¿De qué pensabas que estaba hablando? - respondió Alan
Me sentí aliviada al saber que no había pasado nada más allá de una noche de fiesta y alcohol, pero aun así me sentía incómoda por haber perdido el control de mi cuerpo y mi mente. Me prometí a mí misma que no volvería a permitir que eso sucediera de nuevo.
Iba a responderle, pero un terrible dolor de cabeza y náuseas me invadieron de nuevo. Me puse las manos sobre la cabeza, tratando de aliviar el dolor.
- Se llama resaca - dijo Alan.
- ¿Qué dices? - pregunté confundida.
- Eso que sientes, el dolor de cabeza, las náuseas, no acordarte de nada, tienes resaca por todo lo que bebiste ayer. Toma esto - me ofreció un vaso con un líquido de color naranja con rojo y verde, junto con un par de pastillas.
- ¿Qué es esto? - pregunté curiosa.
- Son aspirinas, te quitarán el dolor de cabeza. Y eso no preguntes qué es, solo tómatelo - me respondió Alan.
Tomé el vaso con miedo y lo bebí con desconfianza. No pude evitar fruncir el ceño al sentir el sabor amargo.
- ¿Sabe horrible no? - dijo Alan - Pero te hará bien, tómatelo todo
Terminé de tomar esa cosa horrible, pero aún no sabía por qué Alan me cuidaba de esa forma. Mi idea de que habíamos dormido juntos se borró cuando lo vi guardar las cobijas que quitaba del sillón donde él había dormido.
- ¿A dónde vas? - pregunté.
- ¿Qué? Bueno, a la escuela. ¿Olvidas que hoy tienes clases? Tienes exámenes, de hecho - me recordó Alan.
Rayos, lo había olvidado. Claro que tenía examen.
- Oh, Dios, es tan tarde. Tengo que irme ya - dije sobresaltada.
Pero no podía irme a bañarme y arreglarme a mi casa. Recordé que había tenido una pelea con mamá y ella no podía enterarse de dónde había pasado la noche.
- No puedo irme a cambiarme a mi casa - dije afligida mientras me llevaba las manos a la cabeza.
Levanté la mirada y vi a Alan que se movía de un lado para otro, hasta que regresó a donde yo estaba con algo en las manos.
- Prueba con esto - me ofreció Alan.
- ¿De quién es esto? - pregunté mientras levantaba una falda larga color rosa con tablas y una camisa blanca aparentemente de él.
- La falda es de mi hermana. Ella solía venir a visitarme y un día se lo olvidó. Creo que te quedará. Y la camisa es mía. Si eso te sirve, puedes usarlo - explicó Alan.
- ¿De tu hermana? - pregunté incómoda. Alan notó mi incomodidad.
- No tienes que usarlo si no quieres, pero entonces tendrás que volver a ponerte tu ropa provocativa - sugirió Alan. Él tenía razón, no era momento para cuestionar sus opciones de vestimenta.
- En fin, tengo que irme. Si quieres darte un baño, puedes hacerlo. Y si tienes hambre, hay algo de cereal en la cocina - dijo Alan mientras me entregaba las llaves de mi auto.
Me quedé sentada en su cama sin saber qué decir o hacer, sintiéndome muy apenada. Pero no podía dejar que se fuera sin agradecerle.
- ¿Alan? - lo llamé antes de que saliera del cuarto.
Él retrocedió unos pasos hacia atrás y se giró hacia mí.
- ¿Hay algo que deba saber? No recuerdo nada de anoche - pregunté con una expresión de preocupación.
- No pasó nada importante. Decidí ayudarte y no tienes por qué preocuparte. Pero sí hablaremos de algunas cosas más tarde. Y poco a poco durante el día te irás acordando de lo que hiciste ayer... lo digo por experiencia. - respondió con una sonrisa.
- Gracias por ayudarme. - dije mientras él se despedía.
- No hay de qué. Nos vemos en la escuela - respondió Alan antes de salir.
Miré el reloj y me di cuenta de que era demasiado tarde. Tomé un baño rápido, usando la toalla de Alan para secarme. Me peiné y me puse la ropa que él me había prestado. Mis ojos estaban irritados, así que tomé unos anteojos de sol de la mesita de Alan para disimular mis ojeras. Aún me dolía la cabeza, pero las pastillas que Alan me había dado ayudaban. Encontré una mochila algo vieja y la usé para guardar algunas lapiceras y una libreta, así como mi ropa de la fiesta. Tomé las llaves de mi auto y me fui a la escuela.
A pesar de que era tarde, logré entrar en la escuela. Todos los alumnos ya estaban adentro y yo aún buscaba mi salón, rogando que el profesor me dejara hacer el examen a pesar de mi tardanza. Cuando finalmente encontré el salón, descubrí que el profesor era Alan. Me alivié al verlo, sabiendo que él entendía por qué había llegado tarde. Pero también me moría de vergüenza de que él me hubiera estado cuidando mientras yo estaba ebria.
- Profesor, ¿puedo pasar? - pregunté tímidamente, evitando el contacto visual con Alan.
- Adelante, señorita - respondió sin darle importancia a mi tardanza.
Entré al salón y me senté en mi lugar, tratando de concentrarme en el examen, pero el dolor de cabeza no me lo permitía. Fue entonces cuando Alejandro, mi compañero, comenzó a molestarme.
- ¿Y si te subes a la mesa y nos bailas como lo hacías ayer en la fiesta? - dijo con una sonrisa burlona.
- Déjame en paz - le respondí molesta.
- Lo hacías muy bien, parecías una profesional - continuó burlándose.
- Me estás ofendiendo - le dije con un tono firme.
- Eso no pareció ofenderte ayer, te veías muy entretenida - insistió.
Fue entonces cuando Alan llegó al rescate.
- ¿Qué está pasando aquí? - preguntó.
- No pasa nada, solo hacíamos comentarios sobre la fiesta de ayer - respondió Alejandro.
- Escuché lo que le decías a tu compañera y no es manera de tratarla - reprendió Alan - Y aprovecho este momento para decirles algo a todos: no quiero escuchar ningún comentario acerca de esa fiesta en la cual estuve presente. Deberían agradecer que no pasé lista de todos los que estuvieron ahí, ya que las fiestas en tiempo de examen están prohibidas. ¿Queda claro?
Todos respondieron al unísono que estaban de acuerdo, mientras yo estaba sorprendida por la manera en que Alan me había defendido. Pero lo que vino después fue lo que más me sorprendió.
- Entonces, joven Alejandro, no creo que su compañera haya sido la única en hacer algo ayer. Permítame decirle que aún no he terminado de limpiar el vómito que usted arrojó a mi auto mientras lloraba. ¿Recuerda eso, verdad? Así que sería mejor que le pida disculpas a su compañera, ¿no le parece?
- Disculpa - susurró Alejandro apenas abriendo la boca y con una expresión llena de odio.
- ¿Qué dijo? No le escuché. ¿Puede repetirlo? - preguntó Alan.
- ¡DISCÚLPAME! - gritó Alejandro.
- No hay problema - respondí finalmente.
¡Alan me había defendido! Su valentía y apoyo me reconfortaron en medio de la tensión que se había generado. Sin embargo, a pesar de su gesto amable, no podía evitar sentir una punzada de culpa y confusión que nublaba mi mente. Sentía como si hubiera cruzado una línea invisible, como si hubiera dicho o hecho algo que no debía, pero no lograba recordar exactamente qué era.
Evitaba su mirada, desviando los ojos hacia cualquier otro lugar que no fueran sus ojos.
Intenté buscar en mi memoria algún indicio de lo que había sucedido, de alguna palabra o acción que pudiera haber dicho o hecho. Pero todo era borroso, como una neblina que envolvía mis pensamientos. Me sentía frustrada y desesperada por no poder recordar, por no poder entender completamente mi propio comportamiento.
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Capítulo 35: Porque te amo
Narra Brenda
No había estudiado lo suficiente para ese examen, pero lo bueno de haberme dedicado toda mi vida a estudiar es que ya conocía las respuestas. Me tomó más tiempo de lo habitual, pero respondí todo y entregué el examen a Alan sin mirarlo a los ojos. Tomé mis cosas y salí corriendo.
Después de unos minutos, también salió Anabela.
- ¿Qué fue todo eso? - preguntó curiosa.
- ¿Qué fue qué? - respondí.
- Alejandro hablando de ti por lo que pasó en la fiesta... Alan defendiéndote y tú ahí sin decir o hacer nada.
- Mira, Anabela, tengo una resaca de muerte. Nunca me había puesto así, y ayer, por tu culpa al incentivarme a ir a la fiesta, me emborraché y creo que hice el ridículo. Tuve que pasar la noche con Alan.
- ¿Y pasó algo entre ustedes? - dijo con una risa juguetona.
- ¡¡¡No pasó nada!!! Creo que dije cosas que no debí haber dicho y que en este momento me estoy acordando... No puedo ni mirarlo a los ojos, se me cae la cara de vergüenza.
- ¿Y esa ropa?
- Él me la prestó.
- Eso es amor - dijo con un tono burlón. - Bueno, ¿y qué opina Tito de todo esto?
- Primero que nada, no sé si es amor. Ni siquiera puedo darle la cara para agradecerle. Además, ayer Tito terminó conmigo. Es una larga historia que no te quise contar ayer porque estabas enferma.
- Acompáñame - dijo. - ¿Me cuentas en el café?
- No creo, todavía tengo algunos exámenes más.
- Bueno, suerte con todo.
Las horas iban pasando y fui haciendo cada examen de cada materia. No había estudiado para ninguno, pero tenía conocimiento. Me tomó tiempo, pero logré responder.
Después, tomé la mochila de Alan y fui a mi casa. Con miedo, abrí lentamente la puerta y ahí estaba mi mamá esperándome.
- Brenda - corrió a abrazarme. - Ya era hora de que llegaras.
- Ya sé que no debí irme de esa forma, pero estaba enojada... Sé que debí haber llegado ayer, pero yo ayer estaba...
- Sí, ya sé que pasaste la noche en casa de Anabela - me interrumpió. - Pero aun así, no tenías permiso para ir a esa fiesta.
Me quedé pensando un momento. Que ella pensara que había estado con Anabela debía ser obra de Alan.
- Pues nunca salgo, así que no me pareció mala idea ir a la fiesta - dije.
- Pues nunca estuviste castigada, pero tampoco me parece mala idea que estuvieras - respondió mi mamá.
- Sí, entiendo, mamá - dije, bajando la mirada.
- Sube a tu cuarto.
Subí a mi habitación arrastrando los pies, sintiéndome muy apenada. Cerré la puerta y me puse a lavar la ropa que Alan me había prestado. Mientras me daba un baño, aún me sentía sucia. Con cada gota de agua que caía sobre mi cuerpo, los recuerdos de todo lo que había hecho desde que llegué a la casa de Ian volvían a mi mente, y con cada recuerdo, sentía cómo se me caía la cara de vergüenza. Recordé todas las cosas que le había dicho a Alan, recordé que le dije "te amo" mientras estaba ebria, recordé que él me dijo que me amaba.
Salí de la ducha y me vestí. Luego, me di cuenta de que la ropa que Alan me había prestado estaba lista para ser devuelta. Entonces se me ocurrió una idea: iría a devolverle su ropa y agradecerle por todo lo que había hecho por mí, incluso mientras yo estaba ebria. No lo pensé dos veces y guardé la ropa en la mochila que había tomado de su casa, junto con sus anteojos de sol. Sin embargo, había un problema: estaba castigada y no podía salir por la puerta principal. En ese momento, miré por la ventana y vi un árbol grande. Recordé que mi hermana solía escaparse por ahí cuando tenía mi edad. Trepe por el árbol, casi me caigo, pero logré salir. Pero había otro problema: no podía usar mi auto, ya que mi mamá me había confiscado las llaves. Tomé un taxi, pero hacía mucho frío y me di cuenta de que había olvidado tomar un suéter. Si no me ponía algo, me iba a congelar. Entonces saqué la camisa de Alan de la mochila y me la puse, disfrutando de que aún conservaba su aroma.
Estaba muy emocionada por ir a verlo. Ahora que lo tendría frente a mí, le agradecería como se merece y, lo más importante, le explicaría por qué dije todas esas cosas.
Llegué a su departamento y toqué la puerta. Se tardó un poco en abrirme y cuando lo hizo, apareció solo con una toalla rodeando su cadera. Noté que acababa de salir de la ducha.
- Brenda, ¿qué haces aquí? - dijo sorprendido.
- Hola, Alan. No sabía que estabas ocupado. Siento interrumpirte. Venía a devolverte tu ropa y agradecerte por haberme cuidado ayer. También quería pedirte disculpas por todo lo que dije anoche y hoy en la mañana.
- Oh, no hay problema... no importa. Gracias por traerme la ropa - respondió él.
Hubo un silencio incómodo entre los dos, y luego él dijo:
- Bueno, muchas gracias, Brenda.
Supe que era hora de irme.
- No, gracias a ti... Bueno, te veo después.
Alan cerró la puerta y ahí estaba yo, sola afuera de su departamento. Había creído que hoy podría hablar con Alan y explicarle todo lo que había pasado, pero él no quería hablar conmigo. Escuché la puerta abrirse de nuevo y él salió. Gire esperanzada, esperando que quisiera decir algo más.
- ¿Brenda?
- ¿Sí?
- Te quedaste con mi camisa - dijo, pues había olvidado quitármela.
Sentí una profunda decepción. Yo quería hablar y él solo se preocupaba por su estúpida camisa.
- Perdón, es que me olvidé mi chaqueta y tenía frío, así que me la puse - dije mientras comenzaba a quitármela, pero él me interrumpió.
- No, es verdad. Hace frío. Consérvala y me la devuelves después - dijo.
- Gracias - respondí.
Tomé valor y decidí aprovechar la situación.
- Aprovechando esto... en serio quería disculparme. Te puse en ridículo y dije cosas que no debía.
Entonces él se retiró del marco de la puerta e hizo un ademán invitándome a entrar.
- ¿Quieres pasar?
- Si no te molesta.
- No, para nada. Adelante, pasa.
Timidamente entré y me senté en el sillón donde muchas veces había estado entre sus brazos.
- Bueno, tú me dijiste en la mañana que ayer dije cosas que querías saber.
Alan, en lugar de sentarse junto a mí, comenzó a caminar de un lado para otro.
- Sí, dijiste que no querías ir a tu casa. ¿Tienes algún problema?
- Bueno, mis padres discutieron mucho y se van a divorciar, pero creo que son problemas personales.
- ¿Personales? Puedes confiar en mí, soy tu profesor.
Odiaba cada vez que usaba la frase "soy tu profesor", y él debería saberlo.
- ¿Estoy aquí para hablar con mi profesor? Porque para eso puedo hablar en la escuela, ¿no lo crees?
- Ok, entonces ¿qué pasó con Tito? Ayer dijiste que ya no era tu novio y que por eso no había nadie que impidiera que pudiéramos besarnos.
- Es verdad, ya no somos novios. ¡Terminamos!
- ¿Por qué lo dejaste? Se veían muy felices y tiene tu edad, era perfecto para ti.
- Yo no terminé con él... él terminó conmigo.
Escuché cómo se mofaba, pero él no se quedaba quieto. Caminaba de un lado para el otro, moviendo y quitando ropa, guardando libros, limpiando la heladera, haciendo un montón de cosas menos prestarme atención.
- Sí, como te decía, Tito terminó conmigo porque se dio cuenta de que no lo amaba - dije con tristeza, pero Alan parecía seguir sin prestarme atención. - Según Tito, estoy enamorada de alguien más, y tiene razón, no lo amo y sí estoy enamorada de otra persona - aún no lograba captar su atención. - PERO LO QUE TITO NO SABE, ES QUE EL IDIOTA DEL QUE ESTOY ENAMORADA, DECIDIÓ HUIR A NUEVA YORK Y RENUNCIAR A LO NUESTRO - exclamé enojada, alzando la voz.
Noté que se quedó quieto y callado por un momento, luego se sentó frente a mí.
- No te culpo por estar enojada. Cuando descubrí lo que pasó con Melody, sé que dije que no iba a dejar que nada ni nadie nos separara. De hecho, cuando te fuiste, hablé con ella. Ella me dijo algo que me hizo pensar. Luego te vi con Tito y te vi en la pista de baile, divirtiéndote con un chico de tu edad, sin esconderte, sin refugiarte conmigo en mi departamento viendo películas, leyendo libros y comiendo una de las tres cosas que sé cocinar. Porque... - suspiró - porque sé que no puedo llevarte al cine, no podemos leer un buen libro juntos en la biblioteca, y sé que no puedo llevarte a un buen restaurante.
Me quedé mirándolo en silencio y él continuó hablando.
- No estaba buscando otro trabajo para dejarte, Brenda. Estaba pensando en ti - dijo mirándome a los ojos. - Supuse que si renunciaba al instituto, tendríamos una oportunidad de estar juntos. Pero cuando volví y te vi con Tito... - suspiró - Sentí que estaba siendo muy egoísta. Tú tenías la oportunidad de estar con alguien sin tantas complicaciones, sin esconderte...
- Eres un idiota, Alan - interrumpí, y él se quedó mirándome sorprendido por lo que había dicho. - Tú no puedes decidir cómo suceden las cosas, no puedes mandar en mis sentimientos, no decides cómo debo sentir ni con quién debo estar.
Él me miró a los ojos y tomó mi mano.
- Me equivoqué al pensar así - suspiró. - ¿Me perdonas?
- No puedo perdonarte - suspiré. - Lo siento.
Se acercó a mi boca, tan cerca que podía sentir su aliento, y susurró:
- Perdóname, por favor.
Me quedé observándolo un momento. Al tenerlo tan cerca, sentía que me faltaba el aire. No pude evitarlo y me abalancé sobre él y lo besé.
Alan me tomó de la cintura y me acercó más a él, y así siguió besándome. Sentir sus labios sobre los míos me indicó que todo estaba bien de nuevo.
- ¿Eres mía? - preguntó, suspirando.
Tomé una pausa antes de responder, mirándolo a los ojos.
- No quiero ser de nadie más que de ti - susurré, sintiendo cómo mi corazón latía con fuerza. - Pero necesitamos hablar, Alan. Necesitamos aclarar nuestras expectativas y encontrar un equilibrio entre nuestras vidas personales y nuestra conexión.
Él asintió con seriedad.
- Tienes razón, Brenda. No quiero forzarte a nada. Estoy dispuesto a escucharte y trabajar juntos en esto.
Sonreí y acaricié su mejilla.
- Gracias por entender. Creo que podemos superar cualquier obstáculo si nos apoyamos mutuamente.
Nos abrazamos con ternura, sintiendo la calidez de nuestro amor y la esperanza de un futuro juntos. Sabía que no sería fácil, pero estábamos dispuestos a luchar por nuestra relación.
- Te amo, Brenda - susurró Alan.
- Y yo te amo, Alan - respondí, sintiendo cómo nuestras palabras sellaban nuestro compromiso.
Nos besamos de nuevo, esta vez con una mezcla de pasión y ternura, sabiendo que estábamos dispuestos a enfrentar cualquier desafío juntos. Nuestro amor era fuerte y estábamos determinados a hacerlo funcionar.
- Autor: Reb Liz ( Offline)
- Publicado: 8 de enero de 2024 a las 09:09
- Comentario del autor sobre el poema: Queridos lectores Es un honor compartir con ustedes esta historia que ha nacido desde lo más profundo de mi corazón. Cada palabra, cada personaje y cada emoción plasmada en estas páginas ha sido creada con amor y dedicación. Espero que al sumergirse en estas letras encuentren momentos de alegría, inspiración y conexión. Mi mayor deseo es que esta historia toque sus corazones y les brinde un escape a un mundo lleno de emociones y posibilidades. Agradezco de todo corazón su apoyo y compañía en este viaje literario. Sin ustedes, mis queridos lectores, estas palabras no tendrían sentido. Espero que disfruten de esta aventura tanto como yo disfruté escribiéndola. Con gratitud.
- Categoría: Amor
- Lecturas: 4
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