Otra carta que no leerás.

Cansada de buscarme en los versos de otros para encontrarme siempre a la sombra de tus labios, hoy que las mañanas me saben a ti, que mis ojos te buscan en miradas extrañas, asesino el orgullo para hacer un texto sin rimas, en cuya simpleza pueda esconder la intensidad de las ganas.

Un escrito sin arpegios en la guitarra del alba, para decirte que de haber sabido que aquel sería nuestro último beso, habría detenido el tiempo para guardar tu aliento en un frasco de cristal, que se me pasan las horas como segundos apagando el sueño para no ver tu volátil imagen desvanecerse en mi llanto.

Parecía tan sencillo jugar a querernos por un rato, que olvidé revisar la fecha de vencimiento y cuando llegó el momento de obedecer al destino, me desencontré a mí misma revisando la basura, prolongando el suspiro, obstinada en un abrazo cada vez más lejano, mientras la penumbra me cantaba canciones de cuna.

He querido borrarte de mis cuentos, suprimir de mi mente tus recuerdos, pero al mirar atrás, no hay memorias, sólo anhelos. No hay ruinas qué contemplar, ni cartas qué re leer, no hay remembranzas a las cuales volver cuando mi alma tantea el duelo.

Y qué hago con las letras que se escapan de mis manos, si mueren por dejar en tu rostro las caricias que he represado desde el primer beso. Cómo explicar que aún sin tenerte, la pena dolía menos cuando yacía en tu oído y en tu pecho, que en tu presencia la oscuridad era una elección y que añoro a cada minuto, aquel, nuestro mágico lugar al que nunca fuimos, allí donde no te amé y no me amaste.

Otra vez mi corazón insensato se niega a dejar morir lo que no nació, con líneas se anuda las arterias para tratar de explicar la nostalgia de un “nosotras” jamás pronunciado, deseándote con tanta fuerza, soñándote de tantas formas, que si te tuviera, no sabría qué hacer...