Como una joven que anhela ser escritora, no me considero una poeta, simplemente soy una chica que plasma en papel sus pensamientos y vive cada palabra que escribe. Busco un lugar fértil donde sembrar semillas de amistad y cosechar la más pura felicidad. En cada línea, deseo transmitir emociones profundas y despertar los corazones de quienes me lean. Uniendo nuestras almas a través de la tinta, crearemos un vínculo eterno. Juntos, crearemos un mundo donde la amistad florezca y la felicidad sea nuestra cosecha. ¡Únete a mí en esta maravillosa aventura literaria!
Capítulo 43: El pasado no es pasado
Narra Brenda
- Ayer, hablaste con Laura – pregunté nerviosa.
Alan tardó en contestar, luego dijo:
- Ayer, después de nuestra conversación, la recordé y, aunque suene loco, sentí la necesidad de saber de ella. Marqué su número y resulta que aún lo conservaba... - su voz sonaba un tanto insegura.
- Oh, qué bien. No tiene nada de malo querer saber qué ha sido de su vida - respondí tratando de mostrar serenidad.
Aunque por dentro quería gritar.
- Bueno... en realidad, eso no es todo... - dijo mientras se llevaba la mano a la nuca - Ella va a venir.
Levanté una ceja, ¿qué quería decir con ese "va a venir"?
- Resulta que ella tenía planeado venir a Londres porque su papá va a inaugurar su nueva editorial de libros aquí. Y ahora que se enteró de que yo estoy viviendo aquí, bueno...
- Oh... mira qué bien, qué interesante. ¿Hay algo más que deba saber? - dije algo molesta
Mi tono de voz sonaba un poco molesto, a pesar de mis esfuerzos por disimularlo.
- Bueno, Brenda, necesito que seas comprensiva en esta parte - suspiró y continuó - Ella tenía problemas con el hotel en el que se iba a hospedar mientras estuviera aquí, así que le dije que...
- ¿Qué le dijiste? - pregunté presintiendo hacia dónde quería llegar.
Él suspiró y luego lo dijo:
- Que podía quedarse en mi departamento. De hecho, su vuelo llega hoy - dijo la última frase rápidamente.
Mis ojos se abrieron de par en par, sorprendida por la noticia.
- ¿Tú qué? - mi voz sonó entrecortada.
Alan trató de tranquilizarme:
- Solo será por un tiempo... no quiero que esto nos traiga problemas.
Traté de mantener la calma y le respondí con una sonrisa forzada:
- Oh no, no te preocupes, no hay problema. ¿Por qué habría problemas? Es súper normal que tu novio viva temporalmente con su ex. En serio, tómatelo con calma, disfruta su presencia. Solo me pregunto... ¿dormirán en la misma cama?
- Brenda, no quiero pelear, mucho menos aquí... escucha, pensé que mientras ella esté aquí, nosotros deberíamos mantener distancia, disimular más... mantenernos un tiempo alejados.
- ¡¿Qué?! Espera... ¿¡Me estás pidiendo que terminemos mientras ella está aquí?! ¿Qué te pasa?
- ¿Quieres terminar conmigo? – dije furiosa, sintiendo cómo la ira se apoderaba de mí.
- ¡No! No dije eso... Por supuesto que no quiero eso. Solo quería decir que no podré verte tanto como antes – respondió Alan, tratando de explicarse.
Una mezcla de celos, tristeza y furia se apoderó de mí. Sentí cómo las lágrimas empezaban a brotar sin control.
- Oh no, Brenda, no quiero verte llorar. Por favor, no llores... Me duele verte así – dijo Alan, con voz llena de preocupación.
- ¿No llorar? ¿No llorar me dices? – exclamé, sintiendo cómo la frustración se acumulaba en mi interior – ¿Te has dado cuenta de lo que está pasando o eres un idiota?
- No quiero lastimarte, de verdad. Por favor, no llores... Te amo – susurró Alan, con voz llena de sinceridad.
- Definitivamente eres un idiota... Eres la combinación perfecta entre un idiota y un tarado. A veces te comportas como un pelotudo – dije enojada, dejando salir toda mi rabia acumulada.
Él se quedó mirándome en silencio. Sin decir una palabra más, tomé mi mochila y salí corriendo del salón, sintiendo cómo la necesidad de escapar se apoderaba de mí.
Me refugié en las escaleras cercanas al baño de mujeres, soltando todas las lágrimas y los sollozos que había contenido. Alan no me siguió, me dejó allí sola, sumida en mi dolor. Decidí saltarme las siguientes dos clases, porque simplemente no tenía ganas de nada en ese momento.
Fue en ese momento cuando Ian, quien a veces iba a la preparatoria como tutor, me encontró llorando. Supuse que Anabela le había contado lo que había pasado, ya que no me preguntó nada al respecto.
- Tienes que entrar a tus clases, no puedes estar llorando aquí todo el día – dijo Ian, acercándose y abrazándome con ternura.
- Tienes razón, pero la siguiente clase es la de Alan... No sé si quiero verlo. Además, tendré falta por haberme saltado la mayoría de mis clases y eso quedará en mi expediente escolar - expresé con preocupación.
- Entiendo cómo te sientes, pero creo que es importante que enfrentes la situación y hables con él. Respecto a las faltas, no te preocupes demasiado. Varios profesores te vieron aquí, de hecho, llamaron a tu mamá... Suponen que estás enferma y, siendo una buena estudiante, son comprensibles contigo, considerando tu buen desempeño académico - respondió Ian, intentando tranquilizarme.
Ian tenía razón. Aunque mis ojos estaban hinchados por las lágrimas, decidí enfrentar mis miedos y dirigirme a la clase de Alan. Llegué al salón cuando la mayoría de los estudiantes ya estaba adentro, lo que dificultó mi oportunidad de hablar con él. Durante la clase, traté de evitar el contacto visual con Alan, intentando ocultar mi dolor.
Al finalizar la clase, esperé pacientemente a que todos salieran y me acerqué a Alan para conversar.
- ¿Estás bien? Reconozco que me comporté como un idiota - dijo Alan, mostrando arrepentimiento en su voz.
- Ya pasó. Quizás exageré un poco y no debí decirte todo eso... Pero es porque te amo - respondí, sintiendo cómo las lágrimas amenazaban con brotar nuevamente.
Justo cuando Alan estaba a punto de abrazarme, giró rápidamente, asustándome, y exclamó:
- ¡Laura!
Sorprendida, me giré hacia la puerta y vi a una rubia deslumbrante en el marco. Era perfecta en todos los sentidos, lo opuesto a mí. Alan me soltó, incluso sentí un ligero empujón, y rápidamente me sequé las lágrimas.
- Oh, Alan, lo siento. ¿Interrumpí algo? Parece que llegué en mal momento - dijo Laura, disculpándose por su aparición repentina.
- No, no interrumpes nada. Hola, ¿cómo estás? No esperaba que llegaras tan temprano - respondió Alan, invitando a la rubia a entrar y abrazándola rápidamente.
En ese instante, sentí cómo mi corazón se rompía en mil pedazos. El impacto de la realidad golpeó fuertemente mi pecho. No podía soportar estar allí más tiempo. Salí del salón casi corriendo, mientras ellos continuaban abrazados. Alan ni siquiera se había percatado de mi partida.
Narra Alan
- No sabes lo feliz que estoy de verte aquí - dijo mientras nos alejábamos un poco después de nuestro abrazo.
- Tanto tiempo sin verte - respondí.
- Alan, ¿seguro que no interrumpí nada? ¿Quién era esa chica que estaba aquí y parecía estar llorando? - preguntó Laura, mostrando preocupación.
- Oh, ella es una alumna mía, está pasando por problemas familiares - expliqué, tratando de ocultar mi incomodidad.
- Entiendo. Es bueno que estés ahí para ella - dijo Laura, con una mezcla de comprensión y curiosidad en su voz.
- Sí, trato de ser un buen mentor para mis alumnos.
- Oh, entiendo. Bueno, míranos, no hemos cambiado nada... o al menos tú sigues siendo igual a cómo te recordaba - dijo Laura, tomando mis manos como si quisiera observarme mejor.
- Es cierto - respondí, soltando levemente sus manos - Y ¿cómo te ha tratado la vida?
- No puedo quejarme, Alemania es un hermoso país, amo mi trabajo, todo está bien - suspiró - ¿Y a ti? ¿Te gusta tu trabajo? ¿Cuánto tiempo llevas aquí en Londres? ¿Te has enamorado?
- Me va muy bien, este trabajo es bueno y me gusta mucho. Llevo aquí casi un año... y lo último que mencionaste es...
- ¿Complicado? - me interrumpió, quitándome las palabras de la boca - Lo entiendo perfectamente. Después de lo nuestro, no he tenido ninguna relación seria... Pero todo pasará - suspiró.
- Debes de estar muy cansada por el viaje, ¿quieres ir a mi departamento a dejar tus cosas y descansar? - pregunté, ofreciéndole mi ayuda.
- Muchas gracias, sí iré... Oh, y gracias por ofrecerme tu departamento. Es muy gentil de tu parte que me trates tan bien, después de lo que pasó... de lo que te hice. Siempre creí que te costaría más tiempo perdonarme - dijo ella, expresando su sorpresa y gratitud.
- El pasado ya es pasado - respondí, tratando de transmitirle que había dejado atrás cualquier resentimiento - Lo importante es que estás aquí y quiero que te sientas cómoda.
Narra Brenda
Estaba destrozada, me encerré en el baño a llorar durante un largo rato. Cuando finalmente me sentí más tranquila, salí para lavarme la cara. No quería que los demás supieran que había estado llorando. Me eché agua en los ojos y, al abrirlos, vi a Laura entrar al baño. Ella comenzó a arreglarse en el espejo, y yo solo quería salir corriendo de allí.
Laura me brindó una sonrisa, maldición, era perfecta. Seguramente Alan volvería con ella.
Respiré profundamente, con muchas ganas de largarme de allí. Comencé a avanzar hacia la salida cuando ella me habló... maldición, justo cuando quería evitar cualquier interacción.
- Disculpa, ¿te puedo hacer una pregunta? - dijo Laura, rompiendo el silencio.
- Claro, dime - respondí con tono serio, tratando de ocultar mi incomodidad.
- ¿Tú vives aquí? Me refiero a Londres, no aquí en la escuela - preguntó Laura, mostrando interés.
- ¿Por qué diablos me pregunta eso? - pensé, sintiéndome un poco frustrada.
- Mm, sí. ¿Por qué? - respondí, curiosa por saber a dónde iba con su pregunta.
- Disculpa, no quiero molestar. Es que yo no soy de aquí y necesito llegar a esta dirección, pero no sé cómo llegar o qué tomar. ¿Puedes ayudarme? Por favor - dijo Laura, mostrando su vulnerabilidad y necesidad de ayuda.
Ella me dio el papel con la dirección, era la dirección del departamento de Alan. Suspiré enfadada, maldición, encima le tengo que ayudar a llegar hasta el departamento de mi novio. A pesar de saber que ella no tenía idea de quién era yo, le respondí sin una gota de amabilidad:
- Oh, claro, por supuesto que te ayudaré. Mira, puedes tomar un taxi aquí afuera, todos te llevarán. Solo entrégale la dirección - dije, sin mostrar ningún tipo de empatía. Ella pareció confundida por mi actitud.
- Oh, muchas gracias. Entonces solo tomo un taxi y ellos me llevan - respondió ella, sin entender mi falta de amabilidad. Yo la observé fijamente, recordando todo lo que había leído en la carta que le había escrito a Alan, lo que ella le había hecho y cómo, a pesar de todo, Alan había querido mantener contacto con ella. La furia y la tristeza volvieron a apoderarse de mí, y decidí hablar:
- Sí, toma un taxi y ya. Y cuando estés en el edificio, el departamento está en el tercer piso. No tomes el elevador, no sirve. En el tercer piso, el departamento está al fondo. Es el único departamento habitado en ese piso. Suerte - dije, con un tono frío y distante.
- Muchas gracias - dijo ella, mirándome extrañada.
Se quedó muda, paralizada. Tal vez no me había preguntado sobre el departamento o el edificio, y quizás había dado información de más. Quizás la hice dudar acerca de quién era yo y por qué sabía todo eso. Pero no me importó, porque lo único que sabía en ese momento era que estaba enojada. La ira y la tristeza se mezclaban dentro de mí, y no podía controlar mis emociones.
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Capítulo 44: La veo en todos lados
Narra Brenda
Aún estaba enojada, furiosa, triste y confundida. En el estacionamiento vi a mi mamá, y cuando me vio corrió a abrazarme.
- Hija, ¿estás bien? Me dijeron que faltaste a varias de tus clases - dijo sin dejar de abrazarme.
- Estoy bien, mamá... solo tengo mucho dolor de cabeza - dije sin soltar el abrazo.
- Estás esforzándote demasiado, hija - dijo mirándome a los ojos -. Debes tratar de dormir más, no levantarte tan temprano.
- Creo que tienes razón - respondí, bajando la mirada -. ¿Hablaste con mis profesores?
- Con la mayoría sí, y también con el director... no te preocupes, me dijeron que como eres tú, esto no iría a tu expediente.
- Gracias - dije, a punto de llorar.
- Vamos - dijo con ternura -, sube al auto, te llevaré al médico.
- ¿Al médico? - pregunté sorprendida -. ¿Para qué?
- Para que te den algo para el dolor de cabeza y para el estrés - respondió preocupada.
Subí al auto y me llevó al hospital. Estuvimos esperando media hora en la sala de espera y luego me atendieron.
- Brown, Brenda - dijo la enfermera.
- Sí - respondí, bajando la mirada - Soy yo.
- Pase, señorita - dijo - el doctor la atenderá.
Yo pasé y mi mamá me acompañó al consultorio. El doctor me revisó y luego le dijo a mi madre que estoy muy estresada. Después, se dirigió a mí con una mirada comprensiva y habló con suavidad.
- Hola, Brenda. Parece que estás pasando por un momento difícil - dijo el doctor, transmitiendo empatía.
- Sí, doctor. Me siento abrumada y agotada - respondí, dejando escapar un suspiro.
El doctor asintió y me entregó un paquete que decía "Forté Stress".
- Esto te ayudará a combatir el estrés, pero también es importante que descanses lo suficiente - explicó el doctor, preocupado por mi bienestar.
Después de unos minutos de conversación, el doctor se volvió hacia mi madre, quien me acompañaba.
- Señora, su hija está experimentando altos niveles de estrés - dijo el doctor con seriedad - Es importante que descanse lo suficiente y busque formas de relajarse.
Mi madre asintió y me miró con ternura.
- Siempre le digo que debe dormir más, doctor. Siempre se levanta temprano, incluso antes que nosotros - dijo, con una mezcla de preocupación y cariño en sus ojos.
Pasamos un buen rato en el hospital. El doctor hablaba con mi mamá, explicándole la importancia de cuidar mi salud mental y física. Ambos me reprochaban por descuidar mi descanso, creyendo que eso era la causa de mi malestar. Pero en lo más profundo de mi ser, sabía que mi dolor tenía otro origen: Alan Freeman. Cada vez que pensaba en él, compartiendo momentos con su ex, sentía una punzada intensa en todo mi cuerpo.
Después de salir del hospital, regresamos a casa. Me encerré en mi habitación, necesitando un momento para procesar mis emociones. Poco después, escuché el timbre de la puerta y me sorprendí al encontrarme con Ian y Anabela.
- ¡Brenda! ¡Te hemos estado llamando todo el día! - exclamó Ian, con una mezcla de preocupación y alegría al verme.
Desde que salía con Alan, nuestra amistad se había visto afectada. Me di cuenta de que los había descuidado, especialmente a Ian, y sentí un remordimiento en mi corazón. Quería reconectar con ellos, así que decidí unirme a su plan de ir a comer pizzas.
Pasamos horas riéndonos y recordando viejas anécdotas. Me di cuenta de lo mucho que había extrañado esos momentos de diversión y complicidad. Después, me acompañaron de regreso a casa. Al llegar, me encontré con las maletas de mi papá. Oficialmente, había vuelto a vivir con nosotras. Era como volver a ser una familia, y esa sensación de unidad me reconfortó.
Me fui a mi habitación y me acosté en la cama, sintiendo el peso de todas mis emociones. No quería pensar en nada, pero el recuerdo de lo que había pasado hoy con Alan invadía mi mente. La forma tan cruel en que se había comportado conmigo, y luego estaba Laura, quien no tenía la culpa de nada, ya que ella no sabía que yo era la "novia" de Alan. Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas, una tras otra, hasta que me quedé dormida, exhausta por la intensidad de mis sentimientos.
Narra Alan
Todo lo que había sucedido desde que Brenda encontró la carta había sido increíblemente incómodo. Laura había regresado a mi vida de manera inesperada, y ahora compartíamos mi departamento. No podía evitar sentirme atrapado en medio de esta situación incómoda, tratando de demostrarle a Brenda que no había nada entre Laura y yo.
Al llegar a mi departamento, exhausto después de un largo y pesado día, me encontré con Laura. La observé detenidamente, notando que había perdido peso desde la última vez que la vi.
- Hola - dijo tímidamente.
- Hola... ¿Ya terminaste de desempacar? - pregunté, intentando mantener la conversación en un tono neutral.
- Sí, gracias - respondió con una sonrisa amigable - No te preocupes, no ocupé mucho espacio.
- No hay problema. La verdad es que paso la mayor parte del tiempo en el trabajo, así que no te preocupes por mí - respondí, tratando de transmitir indiferencia.
Ella se limitó a sonreírme, pero por alguna razón, su sonrisa no parecía tan radiante como la de Brenda, la cual aún recordaba con claridad.
- Puedes dormir en mi cama, yo no tengo problema en dormir en el sillón - ofrecí, tratando de ser amable y considerado.
- Gracias de nuevo. Solo tengo que mandarle algo a mi jefe y luego iré a dormir - respondió con una sonrisa.
Durante las siguientes dos horas, estuvimos hablando de nuestros trabajos y nuestras familias. Evitamos cualquier tema amoroso en nuestra conversación, como si ambos estuviéramos evitándolo de forma consciente.
Narra Brenda
Decidí seguir el consejo del doctor y de mi mamá, así que me permití dormir por más tiempo. Fui despertada por el sonido de la puerta abriéndose y, al mirar la hora, me di cuenta de que ya eran las 7 de la mañana. Me apresuré a bañarme y a alistarme, bajando las escaleras lo más rápido que pude. Al llegar al comedor, me sorprendió ver que mi familia ya había terminado su desayuno. Por un momento, me pareció extraño, ya que normalmente era yo quien terminaba antes de que ellos se despertaran.
- Buenos días, cariño - dijo mi mamá, abrazándome con cariño - ¿Dormiste bien?
- Sí, me quedé dormida - respondí, sintiéndome un poco nerviosa.
- No te preocupes, todavía tenemos tiempo para ir a la escuela - tranquilizó mi mamá con una sonrisa.
- Buenos días, hija - dijo mi papá, dándome un cálido abrazo.
- Te quiero, papá - expresé, devolviendo el abrazo con cariño.
- ¿Cómo estás, hermanita? - preguntó Ingrid, abrazándome con entusiasmo.
- Bien, gracias - respondí, correspondiendo al abrazo con una sonrisa.
Me senté a la mesa disfrutando del delicioso desayuno que mi mamá me había preparado. Mientras saboreaba cada bocado, entablé una conversación con Ingrid. Hacía mucho tiempo que no hablábamos y me sentía realmente bien. Incluso logró sacarme una sonrisa. Sin embargo, llegó la hora y mi mamá me llevó a la escuela.
Al llegar a la escuela, asistí a mis primeras tres clases sin hablar con nadie. Luego fui a mi casillero, aprovechando que era horario de clases y no había nadie en el pasillo, solo yo. Estaba abriendo mi casillero cuando sentí que alguien tomaba mi mano y me acercaba hacia él: era Alan.
- Hey, ¿qué pasa? Ayer te llamé al celular como tres veces y no contestaste. Te escribí y no me respondiste. Hoy te busqué por la mañana y no te encontré. No nos hemos visto en todo el día. ¿Qué está pasando? - preguntó Alan, mostrando su preocupación.
Fue en ese momento cuando me di cuenta de que iba a hablar por primera vez en todo el día...
- Primero que nada, suelta mi mano. Estamos en la escuela, ¿recuerdas? - dije, soltando su mano y manteniendo una distancia prudente.
- No hay nadie aquí - respondió Alan, tratando de justificar su acción - Solo tú y yo.
- ¿Me dejas continuar? Por favor - dije con tono serio, y él guardó silencio, permitiéndome hablar. - Gracias. Segundo, ¿qué está pasando, me preguntas? ¿Qué estoy haciendo? Pues bien, estoy haciendo exactamente lo que me pediste: estoy actuando como si no te conociera, como si fueras solo mi profesor. ¿Te olvidaste de lo que me pediste ayer? Porque yo no lo olvidé, y ahora finjo que no significas nada para mí.
- Eso solo ocurre cuando Laura está aquí - respondió él, con una leve expresión de culpa en su rostro.
- Estoy empezando a creer que tú quieres negarme, que quieres volver con ella. Creí que me amabas - mi voz temblaba ligeramente, y un nudo en la garganta amenazaba con desatar mis lágrimas.
- Te amo de verdad, no entiendo por qué lo dudas... Sabes que hago esto porque es peligroso, pero... ella no está aquí ahora - intentó explicar él, con una mezcla de frustración y tristeza en sus ojos.
En ese momento, sonó el timbre y todos los estudiantes comenzaron a salir de sus salones, llenando los pasillos con un bullicio animado.
- Yo no diría eso si fuera tú - le advertí, mientras observaba cómo una rubia despampanante, con cuerpo de modelo, se acercaba hacia nosotros, captando la atención de todos a su paso.
- ¿Qué quieres decir? - preguntó él, confundido por mi enigmática advertencia.
Entonces, vi cómo la rubia se detenía frente a nosotros, con una sonrisa deslumbrante en su rostro.
- Lo comprenderás en 3... 2... 1... - susurré, mientras él me miraba desorientado, sin saber qué esperar.
Una voz chillona interrumpió nuestra conversación:
- ¡Alan! - giró sorprendido y la encontró frente a él.
- Laura, ¿qué haces aquí? - preguntó, desconcertado por su presencia.
- Tengo algunos asuntos que hacer aquí. Oh, lo siento - dijo, dirigiendo una mirada hacia mí - ¿Interrumpí algo? Oh, ya te conozco, ¿verdad? Eres la misma chica de ayer. También te interrumpí ayer, ¿no es así? Disculpa, seguro debes odiarme, pero no lo hago a propósito. Alan, puedo pasar más tarde si quieres.
- No, no te preocupes - respondí. - Nuestra conversación no es para nada importante.
- Bueno, ya que es así, y después de haber interrumpido un millón de veces, creo que lo correcto es presentarme. Mucho gusto, soy Laura Miller, vieja amiga de Alan - dijo, extendiendo su mano para saludarme.
Al principio, consideré no tomar su mano, o más bien, quería golpearla. Pero luego miré a Alan y vi la expresión nerviosa en su rostro. Así que levanté una ceja y dije:
- Mucho gusto, señorita Miller - respondí, estrechando su mano - Soy Brenda Brown, alumna del profesor Freeman. Ahora, si me disculpan, tengo clases. Nos vemos en su clase, profesor.
Me alejé hacia el salón de mi próxima clase, sintiéndome una mezcla de enojo y tristeza.
Narra Alan
Observé cómo Brenda se alejaba del lugar, perdido en mis pensamientos, hasta que Laura rompió el silencio:
- Es muy agradable tu alumna, me siento mal por interrumpirla siempre - comentó Laura, con una pizca de remordimiento en su voz.
- ¿Qué? Bueno, no importa. Dime, ¿qué haces aquí? - pregunté, curioso por su repentino interés en la escuela.
- Bueno, primero que nada, lamento no haberte dicho antes, pero resulta que mi papá es muy buen amigo del director de esta escuela. Y como se acerca la inauguración de la editorial de la que estaré a cargo, a ambos se nos ocurrió que sería genial invitar a algunos alumnos de esta escuela al evento. La biblioteca será enorme y queremos que la conozcan. El director me dijo que asistirán los mejores alumnos de tu clase de literatura, ¿no es genial? - explicó Laura emocionada.
- Es una gran idea - respondí, sintiéndome entusiasmado por la oportunidad.
- Obviamente, tú tendrás que estar ahí. Eres mi invitado especial. No me dejarás sola en mi gran noche, ¿verdad? - preguntó Laura, buscando mi confirmación.
- Claro, cuenta conmigo. Ahora, si ya tienes la lista de los estudiantes seleccionados, puedes llamarlos. Yo te presentaré y tú les dirás la noticia. ¿Te parece bien? - propuse, ofreciéndole mi ayuda.
- Claro... vamos - respondió Laura, emocionada por el plan.
Juntos, nos dirigimos hacia el siguiente paso de la organización.
Narra Brenda
Llegó la hora de la clase de Alan y tomé mi lugar en el salón. preparada para escuchar sus enseñanzas sobre literatura. Sin embargo, mi atención se desvió cuando vi que Alan no entró solo, sino que estaba acompañado por Laura. Sentí un nudo en el estómago al verla allí, Maldita sea, parecía que la veía en todas partes. Alan comenzó a hablar sobre la asistencia de los mejores alumnos de su clase a la inauguración de algo importante. Mis pensamientos se dispersaron, distraída por ver a Laura junto a él. Luego, ella empezó a hablar sobre la inauguración de una editorial y una biblioteca. La observaba detenidamente, buscando algún defecto en ella. No sabía si debía odiarla. ¿Por qué odiarla?
¿Por qué sentía esta mezcla de celos y resentimiento hacia ella? ¿Por ser la exnovia de Alan? ¿Por qué ella podía llamarlo por su nombre en público? ¿Porque ella parecía tener una conexión más cercana con él? Hasta ahora, ella no me había hecho nada, pero no podía evitar sentir una especie de rivalidad.
- ¡Brenda Brown! - exclamó Laura de repente, llamando mi atención.
Maldición, ese era mi nombre. ¿Qué había hecho? ¿De qué había estado hablando mientras estaba sumida en mis pensamientos? Me acerqué a Anabela, quien estaba a mi lado, y le susurré:
- ¿Qué pasó? ¿Por qué mencionó mi nombre?
Anabela me miró con incredulidad y respondió en voz baja:
- ¿Dónde tienes la cabeza, Brenda? Eres una de las mejores alumnas de la clase, la mejor estudiante de la escuela. No me sorprende que te haya mencionado. Creo que todos los mencionados deben ir con ella - respondió Anabela.
Miré a mi alrededor y vi que seis compañeros se dirigían hacia Laura. Los seguí. Maldita sea, en ese momento odiaba tener tan buenas calificaciones.
Laura nos llevó fuera del salón de clases y nos dirigió la palabra.
- Gracias por venir. Bueno, yo soy Laura Miller, dueña de la nueva editorial, librería y biblioteca que abrirán aquí. Los he convocado porque están invitados a la inauguración debido a sus excelentes calificaciones. Será una cena-baile y como les gusta la literatura, creo que les encantará asistir. Los espero y gracias. Ah, y no se preocupen, su profesor de literatura, el señor Freeman, estará allí también.
Nos entregó nuestras invitaciones para la Cena-Baile. Cuando me dio la mía, me brindó una sonrisa y dijo:
- Brenda... Me gustaría verte allí. Me contaron que eres la mejor estudiante de la escuela y también vi tu foto en el cuadro de honor. Será un honor tenerte en el evento.
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Capítulo 45: Cena - Baile
Narra Brenda
Una Cena - Baile. ¿Alan estará allí? ¿Qué tipo de broma es esta? Me resultaba difícil imaginar a Alan, Laura y a mí juntos en un baile.
Cuando regresé al salón de clases, Laura ya se había ido. Cuando la clase terminó, Esperé a que todos salieran antes de acercarme a Alan y arrojarle la invitación sobre su escritorio, mirándolo con curiosidad y cierta incredulidad.
Con una expresión que decía: "¿Puedes explicarme qué es esto?"
Alan tomó mi mano y dijo tranquilamente:
- Brenda, no tienes que ir si no quieres - su voz era serena.
- La pregunta es... ¿Tú qué quieres? ¿Quieres que yo esté ahí? Porque si voy, podría arruinar tu noche soñada con Laura - solté su mano, sintiendo una mezcla de emociones.
Comencé a caminar, pero él me jaló suavemente de la mochila y me abrazó.
- No me gustan los dramas, ¿entendido? - dijo con claridad.
- Y a mí no me importa todo esto - respondí enojada, con lágrimas amenazando con escapar. Salí corriendo sin mirar atrás.
Escuché que gritó mi nombre.
- Brenda, espera - su voz sonaba suplicante.
Salí y me encontré con Anabela, quien me esperaba pacientemente. Ambas nos dirigimos a su casa, necesitaba desahogarme y ponerme al día con ella. Le conté todo lo que había sucedido con Laura, la inauguración y demás.
- ¿Qué debería hacer? ¿Debería ir? - pregunté, buscando su consejo.
- No tienes que asistir si te sentirás incómoda, pero por otro lado, sería interesante ver cómo reacciona Alan al verte allí - respondió Anabela, luchando por llamarlo profesor en lugar de Alan.
Notaba que a Anabela le costaba llamarlo Alan, y a mí me costaba llamarlo profesor.
- No lo sé, no estoy segura de que esto sea una buena idea, además es mañana y ni siquiera tengo un vestido.
- Si ese es el problema - dijo Anabela, llevándome al cuarto de su hermana.
Anabela sacó un vestido hermoso: era de color azul cielo, me llegaba a la rodilla, tenía el cuello adornado con pedrería, era descotado y la espalda estaba completamente descubierta. Era simplemente espectacular.
- Solo lo ha usado una vez, en su graduación. Ni siquiera se dará cuenta de que te lo presté... y te quedará perfecto - dijo Anabela, colocando el vestido frente a mí.
- Este vestido es precioso, pero también es bastante provocativo - dije, mostrando mi preocupación.
- Es atrevido, pero créeme, cuando Alan te vea con esto, se quedará sin palabras. Si te animas, puedes usarlo. Piénsalo - sugirió Anabela.
Me fui a casa con el vestido. Pasé el resto del día haciendo mis tareas y limpiando mi habitación. Como me había levantado tarde, ni siquiera había tendido la cama.
Al día siguiente, como no había escuela, me desperté algo tarde, incluso más tarde que ayer. Fue alrededor de la 1 pm. Luego fui de compras con mi mamá y ella me animó a asistir al baile.
- Si te eligieron por tus buenas calificaciones, debe ser un honor ir, ¿no crees? Tantos años de sacrificios y madrugadas valen la pena para recibir un reconocimiento - dijo mi mamá, sin conocer toda la historia.
- Sí, claro, mamá, pero ninguno de mis amigos va a ir. No quiero estar sola durante todo el baile.
- Sí, pero Alan Freeman también va a estar allí, ¿no te agrada tu profesor? Siempre te has llevado bien con él - comentó mi mamá.
- Sí, mamá, claro que me cae bien, pero es mi profesor, no mi amigo - respondí.
"Pensé: 'Es mi novio'", reflexioné en silencio.
Me encerré en mi cuarto, pasé más de medio día contemplando el vestido y la invitación. Faltaban apenas diez minutos para las 8, el evento empezaba a las 9 pm. En ese momento, decidí que sí quería ir. Anabela tenía razón, quería ver la reacción de Alan al verme ahí. Me arreglé rápidamente y el vestido lucía aún más espectacular cuando me lo puse. Mamá me ayudó a peinarme y, lista para la ocasión, tomé un abrigo. Papá se ofreció a llevarme en su auto, pero preferí ir en el mío. Les dije que después me quedaría a dormir en casa de Anabela, ya que estaba cerca. Metí una bolsa con ropa en el auto y me dirigí emocionada hacia el evento.
Cuando llegué, quedé impresionada por el lugar. La fiesta era sumamente lujosa y me sentí un poco incómoda al entrar sola. Un amable encargado me pidió mi abrigo para guardarlo, se lo entregué y luego ingresé al lugar.
La biblioteca era simplemente deslumbrante, parecía sacada de un sueño. Era la biblioteca más grande que jamás había visto, era como estar en un verdadero paraíso literario. En medio de la multitud, logré reconocer a Ángeles, una de mis compañeras que también había sido invitada. No quería estar sola, así que me acerqué a ella y estuvimos platicando animadamente. Aunque mis ojos no dejaban de buscar a Alan, no lograba encontrarlo en ningún lado.
- Me gusta tu vestido, te ves muy bonita, Brenda - dijo Ángeles con una sonrisa.
- ¡Oh, gracias! Eres muy amable. Tú también luces increíble. Debo admitir que al principio no estaba segura de venir - respondí, agradecida por su cumplido.
- ¿Pero por qué no querías venir? - preguntó Ángeles, curiosa.
- Bueno... todos me conocen, saben que siempre he sido tímida y, la verdad, sentía vergüenza o más bien miedo de estar en un evento tan elegante - expliqué, sintiendo un nudo en el estómago al recordarlo.
Seguíamos conversando cuando escuché una voz familiar... su voz. Era Alan, interrumpiendo nuestro diálogo con su saludo.
- Buenas noches, señoritas - dijo Alan, luciendo impecable en su esmoquin negro con una corbata de moño. Mi corazón dio un vuelco al verlo.
Volteé rápidamente hacia él, pero Ángeles, como si intuyera algo, tomó su celular y se alejó para contestar una llamada, dejándonos solos.
- Buenas noches, Brenda. Creí que no vendrías - dijo Alan, con una mezcla de sorpresa y alivio en su voz.
- No deberías creer cosas de las que no estás seguro - respondí, tratando de ocultar mi emoción y cierta molestia.
- No quiero pelear contigo, y mucho menos aquí... - dijo Alan, buscando una tregua.
- ¿Entonces qué quieres? - pregunté, marcando distancia para protegerme.
- Quiero hablar contigo - dijo Alan, con sinceridad en sus ojos.
- ¿Hablar conmigo? ¿Para qué? No quiero arruinar tu velada... Estás aquí por ella - dije, dejando escapar mi frustración y envidia.
- Por favor, acompáñame afuera - suplicó Alan, buscando una oportunidad para aclarar las cosas.
- ¿Ahora? - dije, mostrando mi renuencia.
Finalmente, acepté a regañadientes. Alan me condujo hacia el hermoso jardín que se encontraba afuera de la biblioteca.
Alan miraba de un lado al otro, asegurándose de que nadie nos viera. Me indicó que nos sentáramos, pero yo decidí mantenerme de pie, mostrando mi resistencia.
- No creo que sentarnos sea una buena idea, ¿no le parece, profesor Freeman? Seguramente tiene que regresar pronto al evento de su novia Laura, ¿o me equivoco? - dije, con un tono desafiante y cierta ironía en mis palabras.
- Brenda... por favor - dijo Alan, intentando calmar la tensión.
- ¿Qué? ¿Acaso estoy diciendo mentiras? - respondí, sin bajar la guardia.
- De verdad quería hablar contigo, pero con esa actitud no se puede.
- ¿Hablar conmigo? ¿Para qué? Ni siquiera sé si me amas de verdad... - expresé, dejando salir mis dudas y temores.
- ¿Por qué me haces esta pregunta? - preguntó Alan, visiblemente desconcertado.
- ¿Por qué no me la respondes ahora? ¿Me amas o no? - insistí, buscando una respuesta clara y sincera.
Justo en ese momento, la voz de Laura resonó a través del micrófono, interrumpiendo nuestra conversación:
"Su atención por favor, ahora procederemos a hacer el brindis para inaugurar este nuevo edificio. Solicito la presencia de todos. Gracias".
- Tienes que irte, ¿no? No creo que ella quiera notar la ausencia de su "invitado de honor" - dije, con una mezcla de sarcasmo y tristeza.
Alan me miró como si estuviera pidiendo perdón, pero yo simplemente negué con la cabeza, sin ceder en mi postura.
Se dirigió hacia donde estaba Laura, dejándome sola en medio de la confusión y el dolor.
Cuando volví a entrar al salón, un camarero se acercó ofreciéndome una copa de champán para el brindis. La tomé, tratando de ocultar mi desazón, mientras Laura comenzaba a hablar:
- Buenas noches y gracias a todos por venir. Esta editorial significa mucho para mi familia, pero en especial para mí, ya que es la primera en la que estoy a cargo. Realmente agradezco todo su apoyo. Quiero agradecer a mi papá, a mi mamá y a todos ustedes. También quiero dar un agradecimiento especial a Alan Freeman, mi invitado especial, quien estuvo asesorándome en todo este proceso. De verdad, muchas gracias. Brindemos y disfrutemos de esta hermosa fiesta - dijo Laura, con emoción y gratitud en su voz.
Todos alzaron sus copas en señal de celebración, pero mi mirada seguía fija en Alan. Mientras algunos aún brindaban, Laura le susurró algo al oído a Alan. Él sonrió y luego vi cómo ella lo besó... ¡Lo besó! Besó a mi novio.
Respiré profundamente, como si quisiera que fuera solo un sueño, una fantasía. Pero él ni siquiera se resistió al beso, permitió que ella lo besara.
No quería seguir viendo, no debía seguir viendo. Dejé la copa en la mesa y, antes de que las lágrimas brotaran, salí corriendo hacia el estacionamiento.
No quería llorar, no quería llorar. Subí al auto y comencé a conducir, y cuando me di cuenta, ya estaba llorando. No quise reprimir mis lágrimas, no podía ser fuerte todo el tiempo.
Lo que más me dolía era la traición de Alan, no de Laura. Seguía convenciéndome de que ella no tenía la culpa de nada. Después de todo, ella no sabía que él tenía novia. Fue Alan quien permitió que eso sucediera, fue Alan quien no le dijo que tenía novia. Y lo peor de todo era que nunca hubiera presenciado eso si nunca hubiera asistido a ese estúpido baile.
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Capítulo 46: Qué bien que mientes
Narra Alan
Me encontraba en la cena de inauguración junto a Laura, pero últimamente me sentía extremadamente confundido acerca de mis sentimientos.
Casi no podía ver a Brenda y, cuando lográbamos hablar, pasábamos la mayor parte del tiempo discutiendo. Tenía que admitir que yo mismo estaba empezando a dudar de nuestra relación.
Y creo que ella lo sospechaba.
En la cena-baile, de repente apareció Brenda. Dios mío, se veía tan hermosa. Nunca antes la había visto con un vestido tan provocativo como el que llevaba esa noche.
Decidí que era el momento de hablar con ella, de explicarle lo que estaba pasando por mi cabeza, la confusión que me embargaba. Pero Brenda no quería escuchar, no me dejaba hablar. Solo quería echarme en cara a Laura, y así no podíamos llegar a ningún lado.
- ¿Hablar conmigo? ¿Para qué? Ni siquiera sé si me amas de verdad... - dijo Brenda, con la voz entrecortada por la emoción.
Sus palabras resonaron en mi interior, cuestionándome de manera justa. En realidad, yo mismo no estaba seguro de lo que sentía.
- ¿Por qué me haces esta pregunta? - respondí, tratando de evadir su interrogante mientras la confusión seguía atormentándome.
- ¿Por qué no me respondes ahora? ¿Me amas o no? - me contestó, con lágrimas a punto de brotar.
Entonces, justo cuando estaba a punto de responder, Laura llamó para realizar un brindis. Como yo era su invitado, decidí acompañarla. Sabía que Brenda estaba enfadada, pero ya no sabía qué más decirle para calmarla, así que simplemente la dejé.
Laura comenzó a dar su discurso, agradeciendo a todos los presentes, y luego me agradeció a mí.
Durante todo el tiempo que duró su discurso, mis ojos no podían apartarse de Brenda, que se encontraba entre el público. Sus hermosos ojos estaban a punto de derramar lágrimas, y su presencia no salía de mi mente.
Después de terminar su discurso, Laura me susurró al oído:
- Estoy muy feliz de tenerte aquí, como en los viejos tiempos
Yo simplemente le sonreí, pero en mi interior solo podía pensar en Brenda. En un abrir y cerrar de ojos, Laura estaba frente a mí, a punto de besarme. Me quedé inmóvil, paralizado, sin saber qué hacer. Y cuando finalmente reaccioné, ya estaba besándome. Aunque recordaba sus besos, ya no me producían ninguna emoción... absolutamente ninguna. Fue en ese momento que me di cuenta de que mientras la besaba a ella, en realidad buscaba los labios y los besos de Brenda, mi Brenda...
Reaccioné de inmediato y supe que Brenda debía estar presenciando todo. Me separé bruscamente de Laura y mis ojos empezaron a buscarla desesperadamente. La vi alejándose... mi corazón empezó a latir más rápido al verla retirarse.
- ¿Qué? ¿Qué está pasando? - preguntó Laura, visiblemente alterada.
- ¿Qué te sucede? ¿Por qué me besaste? Laura, nuestra relación terminó hace tiempo - dije, manteniendo cierta distancia entre nosotros.
- Lo sé... lo siento, fue un impulso, yo...
- Tengo que irme - la interrumpí, disculpándome rápidamente. - Lo siento.
Y allí estaba yo, corriendo para alcanzar a Brenda, sintiéndome como un completo idiota por la forma en que la había tratado desde que Laura apareció en escena.
Salí apresuradamente al estacionamiento y logré ver a Brenda subiéndose a su auto. Quería alcanzarla, pero sabía que ya no tendría la oportunidad. Grité "¡Brenda, espera!" pero mis palabras se perdieron en el aire, sin llegar a sus oídos.
Sin ánimos de regresar a esa estúpida cena-baile, subí a mi auto y decidí que necesitaba estar solo. Ir a mi departamento no era una opción en ese momento, así que simplemente comencé a conducir, dejando que la carretera se convirtiera en mi única compañía.
Narra Brenda
Estaba en el auto, sin tener claro a dónde ir. No quería llegar llorando a la casa de Anabela, donde se suponía que me quedaría después de ese estúpido baile. Tampoco quería regresar a mi casa en este estado. Solo deseaba estar sola, en un lugar donde nadie me encontrara, donde nadie me molestara. Quería desaparecer.
Continué conduciendo sin rumbo fijo y, después de unos minutos, llegué al lago donde Alan me había llevado una vez a una cabaña.
Bajé del auto sin tener la intención de quedarme o entrar. Me apoyé en la puerta y, para mi sorpresa, esta se abrió sin querer.
Decidí entrar a la cabaña, aunque no tenía ni idea de quién era su propietario. La última vez que estuve aquí, pensé que era de Alan, pero ahora ya no lo sabía. Vi un sofá y me senté en él, dejando que las lágrimas siguieran fluyendo.
Pasó mucho tiempo desde que empecé a llorar. Solo podía pensar en cómo habíamos llegado a esta situación... Hace tiempo estábamos aquí, tan felices, y ahora... solo podía llorar. Luego limpié mis ojos y, justo cuando estaba a punto de levantarme del sofá para irme, escuché que alguien abría la puerta. Me puse muy nerviosa y sentí miedo. Cualquier persona podía haber entrado. Cuando me giré, vi que era... Alan.
Una parte de mí se sintió aliviada de que fuera él y no un desconocido, pero por otro lado, estaba dolida y no quería verlo.
- ¿Qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste? - dije enojada, sin poder ocultar mi sorpresa.
- Brenda, no puedo creer que estés aquí... te estaba buscando. Necesito hablar contigo... No tenía idea de que estabas aquí, pero algo me decía que viniera. Aunque no esperaba encontrarte.
- Si piensas quedarte aquí, yo me voy. No quiero estar contigo - respondí enojada, cruzando los brazos.
Mientras caminaba hacia la puerta, él tomó mi mano, deteniéndome.
- Por favor, necesitas escucharme, te lo suplico.
- ¿Necesito escucharte? No lo creo. ¿Por qué no le dices eso a Laura? - respondí, tratando de contener mi frustración.
- No te obligaré a que te quedes o a que me escuches. Solo te pido que me dejes hablar contigo y luego tú decides qué hacer esta noche y qué hacer... con lo nuestro. ¿Está bien? - dijo, con una mirada suplicante.
No sabía si debía escucharlo. No sabía qué hacer. Si lo hacía, él podría intentar convencerme con palabras bonitas para "arreglar" esto, o tal vez me lastimaría aún más. Pero la verdad era que no quería irme de allí. Quería estar con él, por muy tonto que suene.
- ¿Me dejarás hablar contigo? - preguntó, mirándome directamente a los ojos.
Ay, odiaba cuando su mirada se encontraba con la mía. Me resultaba imposible negarme.
- De acuerdo - respondí con tono serio, dejando escapar un suspiro. - Quiero ver qué tan bueno eres mintiendo.
- Primero que nada, quiero pedirte perdón por todo. Perdón por haberme comportado como un idiota contigo. Tienes toda la razón, he sido un completo tarado y me disculpo por ello. Perdón por ignorarte, por estar con ella y por lo que sucedió esta noche. La verdad es que hasta hace unas horas estaba confundido. La reaparición de Laura en mi vida me hizo dudar de lo que realmente sentía por ella. Pero cuando me besó, me di cuenta de que en realidad estaba buscando encontrarte a ti.
- ¿Qué dices?
- Cuando la besé, esperaba encontrar el sabor de tus labios, encontrarte a ti. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que tú eres la única a la que amo. Ella es parte de mi pasado, pero tú eres el presente que quiero vivir día a día. Quiero que seas mi futuro... pero para eso necesito tu perdón.
- Yo... yo no lo sé. Si esta vez dudaste de nuestro amor, no me será fácil confiar en ti nuevamente en el futuro... No sé si es bueno confiar en ti.
Alan se colocó frente a mí, arrodillándose en el suelo para que nuestras miradas se encontraran.
- Brenda... mírame a los ojos - me pidió dulcemente.
Yo me negué y giré mi cabeza, pero él tomó delicadamente mi rostro, obligándome a mirarlo a los ojos. Y entonces lo vi, esos ojos color azul cielo que me atrapaban.
- Te amo de verdad y estoy muy arrepentido de lo que hice - me confesó.
Sus ojos tenían algo especial, un brillo que transmitía sinceridad. Quería confiar en él, pero no sabía si debía hacerlo.
- ¿Me perdonarías? - me preguntó, esperando mi respuesta.
Lo siguiente que hice quizás parecía un error, pero no pude evitarlo. Me abalancé sobre él y Alan me rodeó con sus brazos, susurrándome al oído:
- Eres mía, eres mi todo. Eres mi presente y quiero que seas mi futuro. Si no estás conmigo, estoy perdido.
Hizo que nuestras caras se encontraran y nos besamos. Era increíble cómo en un beso podía sentir su sinceridad. Ambos nos amábamos.
Ninguno de los dos se separó un solo instante. Nuestro beso continuó, ahora más intenso. Él posó sus manos en mi cintura y me levantó ligeramente, mientras yo acariciaba su espalda por debajo de su saco.
- No te he dicho lo hermosa que estás esta noche, ¿sabes...?
- Shhhh - dije, poniendo mi dedo índice sobre sus labios. - No hables.
Continuamos besándonos, y la intensidad aumentaba. Mis manos se deslizaron por su pecho, debajo de su saco, mientras él comenzaba a besar mi cuello. Sentía cómo me derretía, no quería que se detuviera. Él me apretaba cada vez más contra él, y con cada beso, el deseo crecía aún más. Luego, sus labios se posaron en mi oreja, y sentí cómo me desarmaba en sus brazos.
- Autor: Reb Liz ( Offline)
- Publicado: 11 de enero de 2024 a las 09:24
- Comentario del autor sobre el poema: Queridos lectores Es un honor compartir con ustedes esta historia que ha nacido desde lo más profundo de mi corazón. Cada palabra, cada personaje y cada emoción plasmada en estas páginas ha sido creada con amor y dedicación. Espero que al sumergirse en estas letras encuentren momentos de alegría, inspiración y conexión. Mi mayor deseo es que esta historia toque sus corazones y les brinde un escape a un mundo lleno de emociones y posibilidades. Agradezco de todo corazón su apoyo y compañía en este viaje literario. Sin ustedes, mis queridos lectores, estas palabras no tendrían sentido. Espero que disfruten de esta aventura tanto como yo disfruté escribiéndola. Con gratitud.
- Categoría: Amor
- Lecturas: 4
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