La regurgitación del sentido figurado de una gota

Joaquín Adduci

Si estuve consciente, no lo recuerdo. Tardé unos tres minutos en inspeccionar la zona, y concluí que todo estaba en óptimas condiciones, por lo que con un gesto prodigio, me volteé y volví por donde fui. Realmente no hacía frío, las veredas estaban casi derretidas por un Sol egregio, que supeditaba toda la ración invernal del barrio y alrededores. No hacía frío, lejos de lo sólito estaba aquel junio, que solito, entre almanaques y reflujos de un sacrilegio natural, se regodeaba de ser una entidad bordó, pero realmente, muy poco ínclita.  
    Él estaba nulo, ella, equidistante, como si estuviese fluyendo por un torrente de metal, junto al primigenio principio de las cosas. Nada más lejos de la realidad, ella asomaba primero sus piernas y caderas, para finalmente, mostrar sus brazos, y dejarse ir por el pogromo de sacos de té, cucharas sucias y vasos volcánicos, que simplemente auscultaban la relación espacio-tiempo, entre la nostalgia y el estado de quietud. Yo, por mi parte, simplemente observaba el caer de una gota y acto seguido, la aparición del nepotismo más asqueroso de la naturaleza; la transformación de mujer, en catarata y de catarata en agua para la pava; que inmediatamente sellé y coloqué sobre la hornalla, para dar pie al ritual de iniciación diario en la bella razón de ser humano.

  

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Comentarios +

Comentarios1

  • Omaris Redman

    Interesantes letras!



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