Como una joven que anhela ser escritora, no me considero una poeta, simplemente soy una chica que plasma en papel sus pensamientos y vive cada palabra que escribe. Busco un lugar fértil donde sembrar semillas de amistad y cosechar la más pura felicidad. En cada línea, deseo transmitir emociones profundas y despertar los corazones de quienes me lean. Uniendo nuestras almas a través de la tinta, crearemos un vínculo eterno. Juntos, crearemos un mundo donde la amistad florezca y la felicidad sea nuestra cosecha. ¡Únete a mí en esta maravillosa aventura literaria!
Capítulo 47: Noche de Pasión
Narra Brenda
Alan colocó sus manos en mi cintura mientras yo rodeaba su cuello con mis brazos. Nuestros besos eran apasionados, y en cada uno de ellos sentía cómo aumentaba mi deseo por él.
- Te amo, Brenda – suspiró Alan, dejando escapar sus sentimientos en un susurro.
En ese momento, me quedé sin palabras. Me perdí en sus caricias, sintiendo cómo acariciaba suavemente mi pecho por debajo de mi vestido. A su vez, mis manos exploraban su espalda, deslizándose con ternura bajo su saco.
Justo cuando Alan estaba a punto de deslizar el vestido por mis hombros, se detuvo y me miró directamente a los ojos.
- Brenda... ¿Estás segura de que quieres hacer esto? ¿Realmente deseas que esto suceda? –preguntó con una mezcla de preocupación y deseo en su voz.
Me tomé un momento para reflexionar. Él me estaba dando la oportunidad de decidir si quería dar este paso tan esperado. Sin embargo, mis sentimientos eran claros y no necesitaba palabras para expresarlos. Simplemente volví a unir nuestros labios en un beso apasionado, dejando que mis acciones hablasen por sí mismas.
En ese instante, supe que no había vuelta atrás.
Alan me levantó en sus brazos, y rodeé su cintura con mis piernas mientras él me llevaba a la habitación. Cada beso en el camino aumentaba la anticipación y el deseo entre nosotros. Con suavidad y cuidado, me acostó sobre la cama, tratándome como si fuera una frágil muñeca de porcelana. Y con la misma delicadeza, sentí cómo su cuerpo se unía al mío.
Sus labios recorrieron los míos, descendiendo lentamente por mi cuello hasta llegar a mis pechos, donde sus caricias se volvieron más intensas. Cada contacto era una promesa de pasión y entrega.
Hasta llegar a mi ombligo, donde sus labios se detuvieron, dejando un rastro de anticipación en mi piel. En ese momento, el aire se cargó de un deseo palpable, mientras nuestras miradas se encontraban, comunicando sin palabras la intensidad del momento.
- Cariño... Si en algún momento quieres que pare, solo dímelo. No quiero hacer nada que no desees - murmuró Alan, excitado y suspiró.
- No quiero que pares, estoy segura de esto - susurré con excitación y suspiré.
Nos sentamos juntos en la cama y, con mis manos temblorosas de anticipación, comencé a desabrochar lentamente su saco, deslizándolo con suavidad hasta que finalmente se desprendió. Mientras mis labios se encontraban con los suyos en besos dulces como la miel, desabroché su camisa con cuidado, liberando su pecho desnudo.
Luego, nos pusimos de pie, sintiendo la electricidad en el aire, y con una delicadeza exquisita, desabotoné su pantalón, deslizándolo por sus piernas hasta que quedó completamente desnudo. Mientras mis labios se fundían con los suyos en un beso apasionado, con manos temblorosas, me deshice lentamente de mi vestido, dejando al descubierto mi cuerpo desnudo.
- Eres hermosa, Brenda... eres una visión de mujer – suspiró Alan, con admiración en sus ojos.
Nuestros ojos se encontraron en un momento cargado de deseo y confianza mientras me acostaba con suavidad en la cama. Sus labios recorrieron mi piel, dejando un rastro de besos y susurros por mi cuello, descendiendo lentamente hacia mis pechos, hasta que finalmente llegó a mi ombligo.
- Mmmm, Alan – gemí su nombre con placer – Alan, me encanta – suspiré, entregándome por completo al momento.
Luego, con un giro suave, me encontré encima de él. Sus labios se encontraron con los míos mientras sus manos acariciaban mi espalda con ternura. Poco a poco, despojó mi cuerpo del sostén, mientras mis labios exploraban su cuello, sus hombros y descendían por su pecho, explorando cada centímetro de su piel con besos apasionados.
Cuando sus labios llegaron a la zona debajo de mi ombligo, con manos hábiles y llenas de deseo, deslizó suavemente la última prenda que me quedaba, dejando mi cuerpo completamente desnudo ante él. En ese instante, sentí una mezcla de excitación y vulnerabilidad, entregándome por completo a la pasión que nos consumía.
Aunque Alan notaba mi ligera inseguridad, siendo mi primera vez, me tranquilizó con su presencia y suavidad, asegurándome que iríamos a mi ritmo y que estaría allí para cuidar de mí.
- ¿Estás segura? - suspiró Alan, casi suplicando, esperando una respuesta positiva. Busqué sus labios con los míos en un beso apasionado, transmitiéndole mi deseo y confianza.
Jadeé al ver cómo Alan se deshacía de la última prenda que cubría su cuerpo, revelando su figura dura y elegante. Cada centímetro de su cuerpo despertaba en mí una excitación incontrolable.
Alan vestido era cautivadoramente sexy, parecía un dios en carne y hueso. Suspiré, reconociendo que se había convertido en la personificación de mis fantasías más salvajes.
Sus manos descendieron con suavidad por mi vientre, dejando un rastro de calor y electricidad en su camino. Cada caricia y beso suyo exploraba mi cuerpo, despertando sensaciones que me hacían temblar de placer.
- Mmmm, Alan, Alan, Alan – gemí su nombre, entregándome a las sensaciones abrumadoras que él despertaba en mí.
Empecé a mover mi cadera con ansias, pero Alan se detuvo, dejándome impaciente y anhelante. Levantó su cuerpo ligeramente y alcanzó la mesita de noche, sacando un envoltorio plateado. Su sonrisa me tranquilizó, sabiendo que estábamos tomando las precauciones necesarias.
Notando mis nervios, Alan me miró fijamente.
- ¿Quieres que pare?- preguntó, suspirando.
- No – respondí con convicción, sintiendo la confianza y el deseo arder en mi interior.
- ¿Segura? – volvió a preguntar, buscando la confirmación de mi consentimiento.
- Sí – respondí, dejando claro mi deseo y mi entrega total.
Nuestros cuerpos se fundieron en un abrazo apasionado, sintiendo la presión de su pecho contra mis pechos. Me miró a los ojos, buscando una conexión profunda mientras me acariciaba el rostro. Luego, su mirada se deslizó por mi cuerpo desnudo, pidiendo permiso sin palabras.
Le sonreí, dándole mi consentimiento silencioso, y sentí cómo su miembro se deslizaba en mi zona, provocando una oleada de placer y cosquilleo por todo mi ser.
Conforme Alan empezó a empujar, un dolor punzante comenzó a apoderarse de mí, provocando una exclamación de angustia.
- Aaaaaaaaaaa, Alan, duele – exclamé, sintiendo cómo el dolor se intensificaba.
Alan, con voz suave y llena de amor, trató de tranquilizarme.
- Tranquila, amor... pronto ese dolor pasará... te prometo que seré muy cuidadoso – susurró, transmitiéndome su compromiso de hacerme sentir segura y protegida en ese momento tan íntimo.
Comenzó a moverse con suavidad, cuidando de mí en cada movimiento. El dolor inicial se disipó gradualmente, reemplazado por un placer indescriptible. Nos entregamos el uno al otro, explorando nuestros cuerpos con pasión y ternura. Estuvimos así, en un vaivén de éxtasis, hasta que ambos alcanzamos el clímax.
Nos acurrucamos juntos, sintiendo nuestros corazones latir en sintonía, mientras Alan acariciaba mi cabello con dulzura.
- Debe ser un cliché total esta posición, yo recostada en tu pecho desnudo, cubierto por una sábana – dije con una sonrisa pícara mientras mis labios rozaban su pecho y él acariciaba mi cabello.
- Fue hermoso, Brenda – dijo Alan, mirándome a los ojos con admiración y cariño.
La expresión en su rostro fue suficiente para transmitir todo lo que necesitaba saber.
Alan deslizó suavemente la punta de su dedo por mi piel, trazando un "A+" que me hizo sonreír. Con un tono juguetón, dijo:
- Tiene la mejor calificación, Señorita Brown
Nuestros ojos se encontraron en un momento cargado de complicidad y diversión.
Después de ese instante, nos quedamos en silencio, disfrutando de la cercanía y la intimidad compartida. Sentí cómo Alan acariciaba mi espalda con ternura mientras yo me perdía en sus ojos.
Desperté lentamente, recordando los momentos mágicos de la noche anterior. Me di cuenta de que estaba en la cama de la cabaña, desnuda y envuelta en los brazos de Alan. Una sonrisa se dibujó en mi rostro al recordar la pasión y el amor compartidos.
Me moví suavemente, acercándome a Alan, quien aún dormía a mi lado. Observé su rostro sereno y sentí una oleada de amor abrumador. No pude resistir la tentación de besar su frente y sus labios, despertándolo con cariño.
- Perdón... ¿te desperté? – dije con una sonrisa tímida.
- Buenos días, hermosa. Es un encanto despertar así – respondió Alan, con una mirada llena de amor y admiración.
- Buenos días, Alan – le saludé, sintiendo una conexión especial entre nosotros.
- ¿Dormiste bien? – preguntó, preocupado por mi descanso.
- Bueno, lo poco que dormí, se puede decir que sí. Estar en tus brazos me hizo sentir segura y protegida – respondí, expresando mi gratitud por su presencia.
- No sabes lo hermosa que te ves al despertar. Cada mañana es un regalo poder contemplar esta imagen – confesó Alan, llenando mi corazón de alegría y amor.
- No hay precio que pueda igualar la belleza que irradias al despertar. Daría cualquier cosa por poder contemplar esta imagen cada mañana – expresó Alan, con una mirada llena de admiración y amor.
En sus palabras, pude sentir la sinceridad y la intensidad de sus sentimientos hacia mí. Su declaración me hizo sentir apreciada y valorada en todo mi esplendor.
Nos acercamos de nuevo, sellando nuestro amor con otro dulce beso.
- ¿Alan?
- Dime.
- Ayer, con todo lo que pasó, ni siquiera se me ocurrió preguntar... ¿Esta es tu cabaña? ¿O de quién es? No me gustaría enterarme de que estoy en la cama de un desconocido.
- Tranquila, amor. Esta cabaña es mía, la compré después de la primera vez que estuvimos aquí juntos. La adquirí para que sea nuestro refugio de amor... Por cierto, tengo algo de hambre. Vamos a la cocina, te cocinaré algo...
- Sí, yo también tengo hambre... pero primero quiero darme una ducha.
Tomé la ropa que había preparado en el auto y me dirigí a la ducha. Mientras el agua caía sobre mi cuerpo, no podía dejar de sonreír. Estar con Alan, haber pasado la noche juntos, era un sueño hecho realidad. No quería separarme de él ni un segundo. Salí de la ducha y me arreglé el cabello. Luego, fui a la cocina, maravillada por la belleza de la cabaña.
- Huele delicioso...
- Estás mintiendo... no sé cocinar... ni siquiera sé qué es esto – dijo riendo.
- No te preocupes, te echaré una mano.
Así que nos pusimos manos a la obra, preparando el desayuno juntos. Cada instante era una mezcla de risas y complicidad.
- Creo que es hora de regresar a mi casa. Si llego más tarde, mi mamá hablará con Anabela y se dará cuenta de que no estuve con ella. Ana ya ha mentido demasiado por mí.
- Está bien... entonces te llevaré a casa.
- Pero no puedo dejar mi auto aquí y regresar en otro.
- No quiero separarme de ti – dijo Alan, haciendo un puchero.
- No iré tan lejos. ¿Te veré en la tarde?
- Tengo una reunión, así que no podré. Pero mañana no te me escaparás.
- Está bien, creo que podré sobrevivir hasta mañana", dije jugando con mi cabello.
- Brenda... no quiero tocar el tema de 'Laura', pero quiero que sepas que le pedí que se fuera de mi departamento. Sé que estarás más tranquila con eso. Además, ahora que fue la inauguración de su editorial, no tengo ningún asunto que tratar con ella.
- Te amo por esto. Solo quiero lo mejor para nosotros. ¿Eso está bien?
- Lo tendrás, querida. Lo tendrás.
Me tomó de la cintura y nuestros labios se encontraron en un apasionado beso. Sin soltarnos, comenzamos a caminar hacia la puerta, nuestros cuerpos aún unidos en un abrazo. Con una mano, él abrió la puerta mientras la otra seguía aferrada a mi cintura. Salimos al exterior, sin interrumpir el beso, y continuamos caminando hacia mi auto. Con una mano, abrí la puerta y con la otra seguía sosteniendo su cuello. Finalmente, subí al auto y bajé la ventanilla para poder besarlo una vez más antes de partir.
Nos despedimos con una sonrisa en los labios y emprendí el camino de regreso a casa. Durante el trayecto, mi mente estaba llena de recuerdos de ese momento mágico.
Al llegar a casa, me encontré con mi madre.
- Hola, mamá.
- Hola, hija. ¿Cómo te fue?
- Fue increíble, mamá – respondí con entusiasmo.
- ¿El evento estuvo genial?
- Por supuesto, ¿de qué otra cosa podría hablar? – dije con una sonrisa nerviosa.
- Me alegra verte tan feliz. Necesito tu ayuda, hoy es la comida de profesores de tu escuela y vamos a hacerla aquí en casa. Tu padre y yo nos ofrecimos como voluntarios.
- ¿Todos mis profesores vendrán aquí?
- Sí, y necesitaré tu ayuda. Tu hermana está en época de exámenes y no estará disponible hasta la noche.
- ¿Dónde está papá?
- Fue a terminar de traer sus cosas.
- Entonces, ¿es oficial? ¿Vamos a vivir juntos de nuevo?
- Sí, hija – dijo mi madre con una sonrisa llena de alegría.
Después de la emocionante noticia, me uní a mi madre en la cocina para ayudarla con los preparativos.
Poco a poco, los profesores de mi escuela comenzaron a llegar a casa. Era la primera vez que mis padres se ofrecían como voluntarios para organizar esta comida, lo que la hacía aún más especial.
- ¿Puedes encargarte de abrir la puerta? – me llamó mi madre desde la cocina.
- ¿Esperas a alguien más? Pensé que todos los profesores ya habían llegado.
Me dirigí hacia la puerta y, al abrirla, me di cuenta de que todos los maestros estaban presentes, excepto uno... Alan.
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Capítulo 48: Coincidencias
Narra Brenda
- ¿Qué haces aquí? — le pregunté sorprendida al verlo parado ahí.
- Me dijeron que aquí era la reunión de profesores, ¿no es así? Yo soy profesor de esa escuela – dijo, formándose una sonrisa en su rostro.
No pude evitar sonreír también.
- Qué tonto eres, ¿por qué no me lo dijiste en la mañana? Vamos, pasa.
Claro... había olvidado que él también era profesor de mi escuela y también lo habían invitado.
- Esto es para ti – dijo, entregándome un ramo de rosas.
Iba a agradecerle, pero en ese momento llegó mi mamá y nos interrumpió, ya no pude decir nada.
- Hola, Alan, te estábamos esperando. ¿Vienes solo? Te dije que podrías traer a tu novia.
Él sonrió y respondió:
- Gracias, pero mi novia está ocupada en este momento – volteó a mirarme, tenía miedo de que fuera muy obvio.
- ¿Y esas rosas, hija? Son muy bonitas.
- Ah, sí, el profesor Freeman las trajo para adornar la mesa – dije nerviosa – Gracias, profesor – tratando de disimular.
- No hay de qué – dijo Alan sonriendo.
Él se sentó en la mesa con los demás maestros y yo fui a ayudar a mamá en la cocina.
- ¿Puedes sostener esto, por favor? — me pidió, dándome un cucharón.
Mientras cocinábamos, aprovechamos para tener una plática madre e hija, algo que no hacíamos desde hace tiempo.
- Entonces, hija... ¿Estás enamorada de alguien?
Me sonrojé... ¿acaso era tan evidente que estaba enamorada? Por alguna extraña razón, le respondí:
- Sí, mamá – bajando la mirada.
- Cuéntame sobre él, hija. Comparte tu felicidad conmigo.
Comencé a contarle sobre Alan, pero lógicamente no le dije su nombre ni su edad.
Después, mi mamá me miró a los ojos.
- Se nota que estás enamorada, nunca te vi tan radiante y con una sonrisa tan perfecta.
Mientras ayudaba a servir la sopa, sonó el timbre.
- ¿Más maestros? – pregunté.
- No lo sé, ve a abrir.
- Pero tengo esto en las manos – dije, sosteniendo la sopa caliente.
- No te preocupes, puedo ir a abrir si no les molesta – ofreció Alan, quien parecía haber estado escuchando nuestra conversación con mamá.
- Muchas gracias, Alan – agradeció mi mamá.
Narra Alan
Abrí la puerta y me llevé una gran sorpresa al encontrarme con Laura.
- Laura, ¿qué haces aquí? - pregunté sorprendido.
- Alan, ¿qué haces tú aquí? - respondió sorprendida al verme.
- Por favor, responde a mi pregunta - insistí.
- Yo vine a entregar este abrigo que se olvidaron en mi evento de anoche... por suerte la dueña, amm "Brenda", dejó sus credenciales adentro y pude ver que era de ella... ¿Qué haces tú en su casa?
- Tengo una reunión de trabajo aquí - expliqué.
- Bueno, yo tengo que entregar esto... ¿Está la señorita propietaria de este abrigo?
Narra Brenda
Alan tardaba en la puerta, así que fui a ver qué ocurría. Me sorprendí al ver a Laura. ¿Qué hacía ella aquí? Al verme, dijo:
- Oh, eres Brenda, ¿verdad? Toma, esto es tuyo - dijo, entregándome mi abrigo - te lo olvidaste anoche en el baile. ¿Por qué te marchaste tan rápido?
Me quedé sin palabras, miré a Alan buscando una respuesta. No dije nada y, de repente, mamá apareció detrás de nosotros.
- ¿Qué sucede aquí?
- Nada, mamá. Tenemos visita - respondí.
- Oh, hola. Soy Laura Miller - se presentó, extendiendo su mano.
- Oh, debes ser la novia de Alan - asumió mi mamá, estrechando su mano - Pasa, por favor.
- Ella no es... - intentó aclarar Alan.
- Vamos, todos al comedor - interrumpió mi mamá - La comida ya está lista.
De repente, Laura estaba en mi casa con Alan y yo, sin comprender qué sucedía. Quería gritarle que no lo tocara.
- Alan, qué bien que trajiste a tu novia. Es refrescante tener a jóvenes entre nosotros - bromeó mi mamá, provocando risas entre los profesores.
- Ella no es mi... - Alan intentaba aclarar, pero siempre era interrumpido.
Laura se sentó junto a Alan, donde se suponía que yo me sentaría. Me quedé de pie, viendo cómo coqueteaba con él.
- Hija, siéntate. ¿No vas a comer?
No quería sentarme y ver a Laura coqueteando con mi novio, pero si me iba, levantaría sospechas. Además, quería ver cómo reaccionaba Alan.
- Sí, mamá - respondí, y me senté frente a Alan.
Durante la comida, Laura no cesaba de coquetear con Alan. Ya no lo soportaba y necesitaba alejarlo de ella. Discretamente, deslicé mi mano por la mesa, tomé un vaso de jugo y derramé el líquido sobre Alan. Él se levantó y yo fingí que había sido un accidente.
- ¡Ay, perdón, profesor Freeman! - exclamé levantándome y tomando una servilleta - Fue un accidente.
Me acerqué a Alan para secar su saco con la servilleta.
- Hija, debes tener más cuidado... mira lo que has hecho - reprochó mi mamá.
- Sí, mamá, lo siento, profesor - respondí, tomando otra servilleta de la mesa.
- No hay problema... los accidentes pasan - dijo Alan, pareciendo notar que lo había hecho a propósito.
- Venga conmigo, le daré un traje de mi esposo y pondré eso en la lavadora - ofreció mi mamá.
- No hace falta que se moleste - se opuso Alan.
- Mamá, puedo acompañarlo yo, quiero reparar mi error - propuse.
- Está bien, Brenda... es correcto que repares tus errores - aceptó mi mamá.
- Insisto que no hace falta - insistió Alan.
- Sí, hace falta - dijo mi mamá - No puedes quedarte con el traje mojado... Brenda, acompaña a tu profesor y dale un traje de tu padre.
Asentí con la cabeza y luego dije:
- Acompáñeme por aquí, señor Freeman.
- Con permiso - dijo Alan, siguiéndome.
Subimos las escaleras y lo llevé hasta el cuarto de mis padres.
- De verdad, lo siento... supongo que soy muy torpe - dije.
Alan me tomó de la cintura y me atrajo hacia él.
- Me encanta tu torpeza... - dijo, acercando sus labios a los míos.
- ¡Alan, aquí no! - exclamé, con la respiración entrecortada.
- No puedo evitarlo - dijo, también con la respiración entrecortada - Eres muy bella... tenerte tan cerca me provoca besarte.
Después me besó y yo no pude resistirme. Comencé a quitarle su saco para que se se lo cambiara.
- Si sigues haciendo eso, no voy a poder resistirme - dijo, sonriendo y mirándome a los ojos.
Logré quitarle su saco y comencé a desabotonarle la camisa.
- Esto es mejor que desvestirme solo - dijo Alan, con una sonrisa juguetona mientras me miraba a los ojos.
El roce de su piel desnuda contra mi mano envió una oleada de electricidad a través de mi cuerpo. Mi pulso se aceleró, mi corazón latió con fuerza en mi pecho y mi respiración se volvió entrecortada. Sentí una intensa conexión entre nosotros, una atracción magnética que era difícil de resistir. Por un momento, me tenté a empujarlo hacia la cama y dejarnos llevar por el deseo que nos consumía. Pero entonces, la realidad de la situación volvió a mí.
- Buscaré algo que te puedas poner - dije, tratando de controlar mi voz temblorosa. Rápidamente, me dirigí al armario de mis padres en busca de un traje de mi padre. Mientras Alan continuaba desvistiéndose, sentí cómo mi corazón latía con una mezcla de excitación y nerviosismo. Cuando me di la vuelta, me encontré con la imagen tentadora de Alan en ropa interior.
Tragué saliva, intentando mantener la compostura. - Aquí tienes - dije, extendiéndole el traje que había encontrado. Sus dedos rozaron los míos mientras tomaba la prenda, enviando un escalofrío por mi espina dorsal. Observé cómo comenzó a vestirse lentamente, cada movimiento acentuando su atractivo.
- Iré a llevar tu traje a la lavadora - dije, luchando por mantener la calma. Salí de la habitación, sintiendo el calor en mis mejillas y el latido acelerado de mi corazón.
Mientras caminaba hacia la lavadora, mi mente estaba llena de pensamientos y emociones encontradas. Quería estar cerca de Alan, dejarme llevar por la pasión que había surgido entre nosotros. Pero también sabía que había expectativas y compromisos que nos esperaban abajo, y no podía ignorarlos por completo.
Llegué a mi habitación y cerré la puerta detrás de mí. Necesitaba un momento para procesar todo lo que estaba sucediendo. Me apoyé contra la pared, sintiendo mi respiración agitada. ¿Qué estaba pasando entre Alan y yo? ¿Podríamos resistir la tentación que nos envolvía? Estaba claro que había una conexión poderosa, pero también había mucho en juego.
Narra Alan
Terminé de ajustar mi camisa y, con curiosidad, comencé a buscar a Brenda por la casa. Abrí y cerré varias puertas, buscando señales de su presencia. Finalmente, llegué a su cuarto y allí estaba ella, de pie junto a la ventana, perdida en sus pensamientos.
Me acerqué con cautela, sin querer interrumpir su momento de reflexión. Nuestros ojos se encontraron cuando me acerqué.
Narra Brenda
Estaba sumida en mis pensamientos cuando, de repente, sentí unas manos tomar mi cintura. Me giré rápidamente, sorprendida por la presencia de Alan frente a mí.
- ¿Estás loco? ¿Por qué me seguiste hasta aquí? - pregunté, con un tono de voz que mezclaba sorpresa y molestia.
Alan parecía incómodo y trató de justificarse.
- No tengo ganas de estar ahí abajo - dijo, con una mirada evasiva.
Sus palabras me recordaron a Laura, la persona que todos creían que era su novia. Sentí un nudo en el estómago, pero decidí mantener la compostura.
- Claro... porque ahí está la persona que todos creen que es tu novia - respondí, tratando de ocultar mi decepción.
- No te enfades conmigo, no sabía que vendría, no tengo idea de cómo se enteró - se disculpó Alan, con una expresión de sincera confusión.
Intenté controlar mi frustración y respondí de manera más serena:
- Da igual... - respondí, intentando mostrar indiferencia.
Alan se sentó en mi cama y elogió mi habitación y mi cama.
- Qué bonito cuarto tienes - comentó, admirando el entorno - Y tu cama también es preciosa.
Sentí un ligero rubor en mis mejillas por su halago, pero rápidamente recordé la situación incómoda en la que nos encontrábamos.
- ¡Alan! Cálmate, alguien podría vernos... será mejor que bajemos antes de que comiencen a sospechar - le dije, instándolo a actuar con cautela.
- Después de ti, hermosa - respondió, ofreciéndome el paso.
Antes de salir de mi habitación, Alan me tomó del brazo y me besó. Sentí una mezcla de emociones, desde la excitación hasta el nerviosismo. Aunque me resultaba difícil resistirme a sus encantos, sabía que debíamos ser cautelosos.
- Lo siento - dijo él, con una sonrisa juguetona - No pude resistirme.
Sonreí, incapaz de negar la atracción que sentía hacia él. Salimos de mi habitación y bajamos las escaleras. Una vez abajo, me dirigí a Alan para informarle sobre su traje.
- Listo, profesor Freeman... su traje está en la lavadora - le dije, intentando mantener la compostura.
- Muchas gracias, señorita - respondió él, mostrando gratitud en sus ojos.
Nos sentamos a la mesa para terminar la comida y luego nos trasladamos a la sala. Laura se sentó junto a Alan, y yo luché por contener mi frustración, recordándome a mí misma que debía ser paciente y discreta.
Narra Alan
- Laura, no tenías por qué haberte quedado - le susurré a Laura mientras nos sentábamos en la sala.
- Bueno, Alan, todos han sido muy amables conmigo - respondió Laura.
En ese momento, un profesor se dirigió a Brenda.
- Aprovechemos que tenemos una estudiante entre nosotros - dijo el profesor - Señorita Brown, ¿cuál es su materia favorita?
Brenda sonrió y respondió con entusiasmo.
- Me gusta todo, pero si tuviera que elegir, diría que Literatura.
Su sonrisa iluminaba la habitación, y no pude evitar sentirme atraído por su encanto. Sin embargo, tuve que contener mis impulsos y mantener la compostura.
- Es verdad lo que dice - comentó su mamá
De repente, la madre de Brenda se acercó al armario y sacó una caja. Al abrirla, reveló una colección de cuadernos. Noté que Brenda se puso nerviosa, como si intentara evitar que leyéramos lo que había dentro.
- Mamá, ¿qué estás haciendo? - preguntó Brenda, visiblemente alterada.
- Quiero que todos vean tu talento, cariño - respondió su madre con ternura.
- Desde pequeña le ha apasionado la Literatura... Aquí están todos los cuentos que ha escrito desde los 10 años - añadió, mostrando orgullosamente los cuadernos.
La miré con admiración, impresionado por su talento y pasión por la escritura. Era evidente que la Literatura era algo que la inspiraba desde temprana edad.
Narra Brenda
Mi corazón comenzó a latir con fuerza mientras observaba a mis profesores sosteniendo mis cuadernos de cuentos. Para mi sorpresa, Alan tomó uno y, aún más inesperado, Laura también agarró otro.
- Por favor, no - supliqué, con voz temblorosa.
- Este es realmente bueno - comentó Alan, ya había leído los dos primeros capítulos.
- Y este también - añadió Laura, también había leído los primeros capítulos.
Sentí un nudo en el estómago y bajé la mirada, sintiéndome vulnerable.
- No, solo están tratando de ser amables. Esos cuentos los escribí cuando era niña - admití, con una mezcla de vergüenza y humildad.
Mi madre intervino, tratando de darme ánimo.
- Hija, confía en tus profesores... ellos tienen la capacidad de reconocer el talento literario, ¿no crees?
Los profesores asintieron al unísono y expresaron su admiración.
- De verdad están muy bien escritos - afirmaron, llenos de sincero aprecio - Tienes un talento innegable.
Agradecí con un simple "gracias", incapaz de articular más palabras. Observé cómo leían mis cuadernos hasta el final, haciendo comentarios positivos sobre mis escritos. Aunque los elogios eran alentadores, no pude evitar sentirme nerviosa. Para mi mala suerte, Laura agarró el cuaderno más reciente, aquel que hablaba de mi historia con Alan. Aunque había cambiado los nombres, temía que descubriera la verdad oculta entre las líneas.
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Capítulo 49: Estabas equivocada
Narra Alan
La cena no estuvo tan mal, pero habría sido perfecta si Laura no hubiera estado allí. Después de terminar la comida rápidamente, solo quería alejarme de Laura. No entendía por qué estaba allí. No pude despedirme en persona de Brenda, así que solo le envié un mensaje.
Al salir y dirigirme hacia mi automóvil, Laura no se separaba de mí.
- Bueno, adiós, Laura - dije, insinuando que se fuera.
- Alan... tengo algo importante que decirte - dijo.
- No creo que sea buena idea - dije, tratando de alejarme de ella.
- Es importante... de hecho, es un tema de negocios - insistió, buscando captar mi atención.
- ¿De negocios? Bueno, dilo ya - accedí, curioso por saber qué tenía que decir.
- No quiero hablar de negocios aquí en tu auto. ¿Podríamos ir a un café? - propuso, buscando un lugar más privado para conversar.
Lo pensé un momento, dudando, especialmente porque no quería tener problemas con Brenda.
- Solo es por negocios, te lo prometo - dijo.
- Está bien, creo que hay un café a unos metros de aquí. Nos encontramos allí - acordamos, antes de separarnos ella subió a su auto.
Mientras me dirigía hacia mi automóvil, no pude evitar mirar hacia la casa de Brenda. Para mi sorpresa, la vi asomándose por la ventana de su cuarto. Su sonrisa encantadora iluminó mi corazón, y no pude contener una sonrisa en respuesta. Besé la palma de mi mano y soplé en su dirección, viendo cómo ella respondía de la misma manera.
Después de unos minutos, nos encontramos en el café, listos para adentrarnos en esa conversación de negocios que Laura tanto insistía. Aunque mi mente estaba llena de preguntas y preocupaciones, no podía evitar sentir la emoción de estar cerca de Brenda nuevamente.
- ¿Y bien? - pregunté, esperando ansioso la respuesta de Laura.
- Bueno, primero sé que esto debe ser muy raro después de lo que pasó anoche, después de que te besé. Aunque realmente no entiendo por qué hay tanto conflicto, no es como si estuvieras con alguien - dijo Laura, con cierta confusión en su voz.
Cuando me dijo eso, una mezcla de emociones me invadió. Quería gritarle que estaba con Brenda y que la amaba, pero decidí mantener la calma y dejarla continuar.
- En fin, lo que quiero hablar contigo es acerca de la editorial de la que estaré a cargo. Seré directa: quiero que seas el gerente de la editorial. El puesto es todo tuyo - declaró, dejándome perplejo.
- ¿Qué? - respondí, sin poder creer lo que estaba escuchando. Sonaba demasiado irreal.
- Mira, déjame explicarte. La editorial debe abrir pronto, pero yo no puedo ser la gerente. Estoy en un nuevo proyecto con mi padre, y si me pongo a contratar a otros, tendría que hacerles entrevistas y todo eso. Pero a ti ya te conozco, vaya que te conozco, y sé que eres el indicado. Te encantan los libros y la paga es asombrosa - explicó, tratando de convencerme.
- Pero ya tengo un empleo. Soy profesor - dije, intentando encontrar una razón para rechazar su propuesta.
- No me vas a decir que quieres ser profesor toda tu vida - suspiró, comprendiendo mi resistencia. - Sé que es una decisión muy apresurada, pero tómate unos días para pensarlo. Ya sabes dónde buscarme - sugirió, dándome la oportunidad de reflexionar.
- Está bien - accedí, sintiendo la necesidad de considerar todas las implicaciones. - Te prometo que lo pensaré.
- Gracias - dijo Laura, aunque su rostro reflejaba cierta decepción. - Y sobre nosotros...
- Laura, no hay ningún "nosotros" - interrumpí, dejando en claro mis sentimientos. - Lo nuestro terminó hace tiempo. Puede que no esté con nadie en este momento, pero me interesa alguien, y contigo ya no siento nada.
- Ah, ¿te interesa alguien? - preguntó, curiosa por saber más. - ¿Quién es? ¿La conozco?
- Puede ser, tal vez... - respondí evasivamente, tratando de evitar mencionar a Brenda y complicar aún más las cosas.
- ¿Y cómo es ella?
- Es especial, única, extraordinaria. Jamás vi a alguien como ella. Cuando la conocí, sentí mariposas en el estómago - suspiré, recordando aquellos momentos mágicos. - Me provocó palpitaciones, taquicardia. Es difícil de explicar.
- Veo que estás realmente enamorado - comentó Laura, reconociendo la sinceridad en mis palabras. - Jamás vi ese brillo en tus ojos... ni siquiera cuando estábamos juntos.
Laura pagó su cuenta y, en silencio, me dejó en la cafetería, sumido en mis pensamientos.
En ese momento, me quedé pensando en las palabras de Laura: "No quieres ser profesor toda tu vida". Solo podía relacionar esa afirmación con alguien en particular: Brenda. Si aceptaba el empleo, dejaría de ser su profesor y eso eliminaría una de las complicaciones en nuestra relación. Pero trabajar con Laura también planteaba interrogantes sobre cómo Brenda lo tomaría.
Reflexioné sobre las posibles consecuencias de aceptar la oferta de Laura. Si bien me emocionaba la idea de trabajar en el mundo editorial, también me preocupaba cómo afectaría mi relación con Brenda. Ella era mi alumna y había una conexión especial entre nosotros. ¿Cómo reaccionaría al enterarse de que ahora sería mi jefa?
Mis pensamientos se agolpaban en mi mente, y la incertidumbre me embargaba. Sabía que debía tomar una decisión pronto, pero no quería apresurarme. Necesitaba sopesar cuidadosamente los pros y los contras, considerando tanto mi carrera como mis sentimientos hacia Brenda.
Mientras salía de la cafetería, me di cuenta de que esta elección no solo afectaría mi vida profesional, sino también mi vida personal. Sabía que debía tomar una decisión que estuviera en línea con mis metas y deseos a largo plazo, pero también debía considerar el impacto en las personas que me importaban.
Con estas reflexiones en mente, me dirigí a casa, listo para enfrentar la difícil tarea de tomar una decisión que cambiaría el curso de mi vida.
Narra Brenda
Al día siguiente, el sol brillaba radiante en el cielo, y yo sabía que tenía que encontrar una manera de ver a Alan. Aunque me preocupaba cómo reaccionarían mis padres si se enteraran de nuestra relación, no podía resistir la tentación de estar con él.
Llegué a su departamento y, para mi sorpresa, él ya estaba esperándome afuera en su auto.
- Sube, amor - me dijo, abriendo la puerta del copiloto con una sonrisa.
- ¿Adónde me llevará, señor Freeman? - pregunté, emocionada por la aventura que nos esperaba.
- Solo sube, señorita, y déjate sorprender - respondió, manteniendo el misterio.
Con una mezcla de curiosidad y emoción, subí al auto y él me ayudó a abrocharme el cinturón de seguridad. Pronto, comenzamos a conducir, y mientras avanzábamos, no pude evitar preguntarme a dónde íbamos.
Después de un rato, llegamos a un hermoso bosque, donde los árboles se alzaban majestuosos y la nieve cubría el suelo. Era como entrar en un cuento de hadas invernal.
- ¿Qué hacemos aquí? - pregunté, asombrada por la belleza del lugar.
- Tendremos nuestro primer picnic en la nieve - dijo Alan, sacando una canasta llena de deliciosos alimentos preparados por él mismo. - Quería hacer algo especial para ti.
- Oh, ¿tú lo preparaste? Entonces seguro será comida comprada - dije riendo, bromeando con Alan mientras tomaba la canasta de sus manos.
Él me miró con una sonrisa traviesa y, de repente, me rodeó la cintura y me levantó en el aire. Comencé a reír mientras girábamos juntos, sintiendo la adrenalina y la felicidad recorriendo todo mi cuerpo. Era como si el mundo entero desapareciera en ese momento, dejándonos solo a nosotros dos y a nuestra risa contagiosa.
Después de un rato, él me bajó suavemente y nos miramos el uno al otro, con los ojos brillantes y las mejillas sonrojadas por la diversión. No podíamos dejar de sonreír, sabiendo que este era un momento especial que guardaríamos en nuestros corazones para siempre.
Sonreí, conmovida por su gesto, y nos adentramos en el bosque. Encontramos un lugar perfecto para sentarnos y disfrutar de nuestra comida rodeados de la naturaleza.
Mientras comíamos, el aire fresco y el silencio del bosque crearon un ambiente íntimo y acogedor. Sentía una conexión especial con Alan, como si el mundo desapareciera a nuestro alrededor.
Después de terminar de comer, decidimos divertirnos un poco. Alan me tomó de la mano y comenzamos a correr entre los árboles, lanzándonos bolas de nieve y riendo sin parar. En ese momento, no había preocupaciones ni responsabilidades, solo estábamos disfrutando el uno del otro y de la magia del invierno.
Continuamos caminando por el bosque, explorando cada rincón y disfrutando de la belleza de la naturaleza que nos rodeaba. El aire fresco y el crujido de la nieve bajo nuestros pies nos recordaban lo afortunados que éramos de estar juntos en ese momento.
Mientras nos adentrábamos aún más en el bosque, encontramos un pequeño lago congelado. Alan tomó mi mano y nos deslizamos sobre el hielo, riendo y disfrutando de la sensación de libertad y diversión que nos brindaba el invierno.
Después de un tiempo, nos sentamos en la orilla del lago, abrazados y contemplando el paisaje. El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados. En ese momento, sentí una profunda conexión con Alan y supe que estábamos viviendo un momento mágico que nunca olvidaríamos.
- ¿Señor Freeman? – dije en tono juguetón.
- ¿Dime? - respondió Alan con una sonrisa.
- Tuvimos todo el verano y hasta el otoño para hacer un picnic, pero decides organizarlo en pleno invierno para que nos congelemos. Me encanta tu lógica, Alan.
Alan rió y me tomó de la mano.
- Nosotros no tenemos una relación normal, ¿verdad? - dijo, mirándome con cariño.
Asentí, sintiendo una mezcla de nervios y emoción.
- Te contaré por qué estaba tan celosa de Laura - dije, buscando su mirada.
- No tenemos que hablar de eso si no quieres, mi amor - respondió él, preocupado.
- Lo sé, pero siento que necesito decirlo. Sé que nuestra forma de conocernos fue inusual y lo que descubrimos después fue complicado. ¿Quién iba a imaginar que tú serías mi profesor? Pero a pesar de todo, desde el primer momento supe que lo que sentíamos era amor. Sin embargo, cuando me enteré de lo que pasaba entre tú y Laura, me invadió la inseguridad. Pensé que quizás extrañabas la estabilidad y la apariencia perfecta que tenías con ella.
Alan acarició mi mejilla suavemente.
- Estabas equivocada, Brenda. No importa mi pasado con Laura. Eres tú quien ha llenado mi corazón y mi vida por completo. No necesito nada más que estar contigo.
Mis ojos se llenaron de lágrimas de felicidad y alivio.
- Gracias, Alan. Eso es todo lo que necesitaba escuchar. Ahora sé que eres mío y yo soy tuya.
- ¿Por qué eres mío, verdad?
Él tomó mi rostro entre sus manos y me miró a los ojos.
- ¡Claro que soy tuyo! ¡Completamente tuyo! Te amo - dijo, y luego me besó.
Él me abrazó con ternura y nuestros labios se encontraron en un beso lleno de amor y complicidad.
Después de un momento, nos quedamos en silencio, disfrutando de la calma y la conexión entre nosotros. Sabía que habíamos superado un obstáculo importante y que nuestro amor era más fuerte que cualquier duda o inseguridad.
Estuvimos en silencio durante un buen rato y luego él decidió romperlo:
- Tengo algo que decirte - su voz era tranquila, pero había algo en ella que me preocupaba.
- Ya sé que dijiste que no querías que dijera nada, pero esto es importante - continuó.
Decidí no interrumpirlo y me quedé en silencio, esperando a que terminara.
- Laura me ofreció un empleo, uno de los mejores empleos, de hecho... ¡Se trata de la gerencia de la editorial! - sus ojos se iluminaron mientras me lo contaba.
Sentí un nudo en el estómago al escucharlo.
- Solo hay una situación... Si lo acepto, ya no seré tu maestro - dijo, y luego guardó silencio.
Comprendí que era mi momento de hablar.
- Oh, bueno... No sé si eso sea correcto. Extrañaría verte - fue lo primero que dije, con un tono de tristeza.
- Lo sé y no tomaré ninguna decisión que te moleste - respondió él, preocupado.
- No se trata de si me molesta, es sobre lo que tú quieras hacer... Tus sueños, Alan.
Él tomó mi mano y me miró con ternura.
- Brenda... tú eres mi sueño, mi más hermoso sueño - dijo.
Decidí cambiar el rumbo de la conversación.
- Mira, Alan, no quiero hablar más de esto. Es tu decisión y no quiero interponerme. Piénsalo y luego decides. Por ahora, disfrutemos de este día juntos.
Realmente no quería discutir más sobre el tema. Quizás era una buena idea que ya no fuera mi profesor, pero la idea de separarme de él y saber que trabajaría con Laura me aterraba. Sin embargo, estaba dispuesta a respetar su decisión, cualquiera que fuera.
Aquella tarde fue muy bonita. Cuando regresé a casa, no podía dejar de suspirar y pensar en el empleo de Alan. Realmente me preocupaba.
Pasaron los días y nuestra relación iba mejor que nunca. No había un solo día en el que no nos viéramos, tanto en la escuela como en su departamento. A veces salíamos juntos en los recreos, pero solo platicábamos por miedo a ser descubiertos. Aun así, estar con él era como si me dieran una prueba del paraíso. Yo era suya y él era mío.
Un viernes, en la preparatoria, se llevó a cabo una feria de universidades. Todo el tema del futuro me causaba pánico y confusión. No quería que mi futuro me alejara de Alan, deseaba que nuestros caminos se mantuvieran juntos.
Recorrí los distintos stands de las universidades, sintiendo una mezcla de emoción y ansiedad. Mientras observaba los folletos y las opciones académicas, no podía evitar pensar en cómo afectaría nuestra relación. ¿Podríamos seguir estando cerca si elegíamos caminos diferentes?
- ¿Ya has decidido qué hacer? – preguntó Anabela mientras caminábamos por la feria.
- No lo sé, Anabela... Estoy en medio de un ataque de pánico – respondí con sinceridad, sintiendo la presión de tomar una decisión que podría cambiar mi vida.
Anabela me miró sorprendida.
- ¿Tú? La chica que siempre supo que quería ser escritora y estudiar en Boston... ¿Tienes miedo? ¿Estás confundida? ¿Y qué pasó con los trámites de tu beca?
Suspiré, sintiendo un nudo en mi estómago.
- Todo cambió con dos palabras: Alan Freeman
Anabela frunció el ceño, sin entender del todo.
- Espera, ¿me estás diciendo que todo esto tiene que ver con él?
Asentí con tristeza.
- Sí, Anabela. Alan ha cambiado mi vida de una manera que nunca imaginé. No quiero alejarme de él, y si eso significa renunciar a mi beca y quedarme aquí, entonces así será. Estudiaré en una universidad local
Anabela me miró con preocupación.
- Solo espero que no te arrepientas más adelante
Tomé una profunda respiración y afirmé con determinación.
- No, Anabela. No me arrepentiré. Estoy segura de que esto es lo que quiero. Alan es mi todo, y estoy dispuesta a hacer cualquier sacrificio por nuestra relación
- Autor: Reb Liz ( Offline)
- Publicado: 12 de enero de 2024 a las 09:15
- Comentario del autor sobre el poema: Queridos lectores Es un honor compartir con ustedes esta historia que ha nacido desde lo más profundo de mi corazón. Cada palabra, cada personaje y cada emoción plasmada en estas páginas ha sido creada con amor y dedicación. Espero que al sumergirse en estas letras encuentren momentos de alegría, inspiración y conexión. Mi mayor deseo es que esta historia toque sus corazones y les brinde un escape a un mundo lleno de emociones y posibilidades. Agradezco de todo corazón su apoyo y compañía en este viaje literario. Sin ustedes, mis queridos lectores, estas palabras no tendrían sentido. Espero que disfruten de esta aventura tanto como yo disfruté escribiéndola. Con gratitud.
- Categoría: Amor
- Lecturas: 4
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