MANTO DE HOJAS Y AGUA A Rubén Bonifaz Nuño II

Eduardo H. González

EDUARDO H. GONZÁLEZ

 

MANTO DE HOJAS Y AGUA

          A Rubén Bonifaz Nuño

 

II

Nada existe sino el poema,

insiste en el pecho simple,

pero lo ajusticia;

arma crisoles,

la malicia de las horas,

se hace transparente.

Todo existe bajo el designio

del poeta.

Convierte al agua en su manto

y la soledad en su destino

y las hojas en la tersura

que nunca ha sentido: se hace eterno.

El poeta

no sabe para qué sirve el poema,

lo respira,

sabe cumplir el quehacer diario:

sus versos lo salvan

por algunos instantes de la angustia de no saber por qué escribe.

Sin embargo, se conmueve

antes de que arribe el verso.

La poesía

es su destino y el desatino también.

El verso le lava el gozo

y lo desnuda

dejándolo como el primer día

en que parte la primavera;

hace de él el tibio simulacro

de estar muriendo. 

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