Un Profesor Encantador: Capítulos 55, 56, 57 y 58

Reb Liz


AVISO DE AUSENCIA DE Reb Liz
Como una joven que anhela ser escritora, no me considero una poeta, simplemente soy una chica que plasma en papel sus pensamientos y vive cada palabra que escribe. Busco un lugar fértil donde sembrar semillas de amistad y cosechar la más pura felicidad. En cada línea, deseo transmitir emociones profundas y despertar los corazones de quienes me lean. Uniendo nuestras almas a través de la tinta, crearemos un vínculo eterno. Juntos, crearemos un mundo donde la amistad florezca y la felicidad sea nuestra cosecha. ¡Únete a mí en esta maravillosa aventura literaria!

Capítulo 55: Frío

 

Narra Alan

 

Quedé paralizado con el documento entre mis manos. Lo leí una y otra vez, y cada palabra era como un puñal clavándose en mi corazón. Era evidente que debía alejarme por completo de Brenda y olvidarme de todos los problemas, pero la mera idea de separarme de ella era insoportable. Pasé toda la tarde sumido en mis pensamientos, como si el simple acto de reflexionar pudiera hacer que Brenda se recuperara.

 

Decidí pasar la noche en la cama donde tantas veces la tuve en mis brazos, buscando consuelo en los recuerdos. Pero el sueño se resistía a llegar, mi mente estaba atormentada por la angustia y la incertidumbre.

 

Al despertar al día siguiente, estaba decidido, por más doloroso que fuera. Cuando Brenda estuviera bien, me alejaría de ella. Me había convertido en su fuente de sufrimiento y ya no podía permitirlo. Era un lunes gris y sombrío, y lo primero que tenía que hacer para cumplir con la petición de la familia de Brenda era renunciar a mi trabajo como profesor.

 

Fue una mañana cargada de nostalgia mientras recorría los pasillos y las aulas que habíamos compartido. Cada rincón estaba impregnado de recuerdos y emociones encontradas. Cada paso era como un eco de lo que una vez fuimos juntos. No era fácil, pero sabía que era lo correcto para ambos.

 

Entré a dar mi última clase y fue un momento difícil. Mis alumnos no entendían por qué renunciaba y yo no me sentía capaz de contarles toda la verdad.

 

Durante toda la clase, mi mirada se posaba constantemente en el asiento vacío donde solía sentarse Brenda. La ausencia de su presencia era como un agujero en mi corazón, un recordatorio constante de lo que había perdido.

 

Al salir de la clase, me dirigí al estacionamiento y me encontré cara a cara con Anabela e Ian, los amigos cercanos de Brenda. Noté cómo Anabela susurraba algo al oído de Ian, y luego ella se acercó a mí.

 

- Sé que tú tuviste algo que ver con el accidente de Brenda - dijo Anabela, con lágrimas en los ojos y una mezcla de tristeza y enojo en su voz. - Por si ella nunca te lo dijo, nosotros sabemos la verdad sobre ustedes.

 

Permanecí en silencio, sin saber qué decir. Las palabras se quedaron atascadas en mi garganta, incapaz de encontrar una respuesta adecuada.

 

- ¿No vas a decir nada? - intervino Ian, con agresividad en su tono.

Bajé la mirada y pregunté con voz quebrada:

 

- ¿Cómo está ella?

 

- ¿Cómo quieres que esté? ¡Aún está en coma! Tiene graves lesiones en la cabeza - respondió Ian, mientras Anabela sollozaba sin control.

 

Sentí un nudo en el estómago y las lágrimas amenazaron con brotar.

 

- Lo siento mucho. Me alejaré de ella - dije, luchando por mantener la compostura.

 

- Me parece perfecto... es lo mejor que puedes hacer - gritó Anabela, con rabia y dolor en su voz.

 

Ian abrazó a Anabela, y se alejaron dejándome paralizado en medio del estacionamiento, sintiendo el peso de mis decisiones y el arrepentimiento que me consumía.

 

Minutos después, llegó el momento que tanto temía. Tomé mis papeles y mi carta de renuncia, y con un nudo en la garganta, se la entregué al director.

 

- No entiendo esta decisión tan inesperada, ¿está todo bien? - preguntó el director, con una expresión de confusión en su rostro.

 

- Sí, estoy agradecido por este empleo, pero se me ha presentado una oportunidad que se alinea mejor con mis intereses - respondí, tratando de ocultar la verdadera razón.

 

Pero cómo podría decirle que me voy porque me exigen que me aleje de la chica que amo.

 

Al salir de la oficina del director, me dirigí a la universidad donde trabajan los padres de Brenda. Observé a su madre por un momento y luego me acerqué a ella. Había tantas palabras que quería decirle, pero me quedé en silencio. Nuestros ojos se encontraron y, antes de que pudiera articular una frase, le entregué el documento que el abogado había llevado. Estaba firmado, como un triste símbolo de mi acuerdo. Ella tomó el papel sin decir una palabra y se marchó.

 

Por último, regresé a la escuela y entré por última vez en el salón que solía ser mío. Recolecté mis pertenencias y me acerqué al lugar donde Brenda solía sentarse. Mis dedos acariciaron su pupitre, mientras mi corazón se llenaba de nostalgia. Susurré un débil "Te amo" antes de abandonar definitivamente la escuela.

 

Al ver a la mamá de Brenda en la universidad, supuse que sus padres no estarían en el hospital. Decidí visitarla. Mientras conducia, pasé junto a una florería y compré un ramo de sus flores favoritas: lirios blancos.

 

Al llegar al hospital, me encontré con la misma enfermera que me había atendido en mi primera visita. Su mirada reflejaba desaprobación, recordándome que no podía acercarme ni obtener información. Pero no me rendiría tan fácilmente. Estaba decidido a encontrar una manera de estar cerca de Brenda, sin importar los obstáculos que se interpusieran en mi camino.

 

- Los padres dejaron indicaciones explícitas de no darle información sobre la Señorita Brenda - dijo la enfermera, con tono firme.

 

- Lo sé, pero estoy desesperado, necesito verla - respondí, suplicante.

 

- Ella continúa en coma - declaró la enfermera, recordándome la difícil situación.

 

- Lo sé, pero también sé que ya permiten las visitas. Por favor, se lo ruego, entienda mi angustia. Solo quiero estar cerca de ella, aunque sea por un momento. ¿Podría hacer una excepción?

 

La enfermera frunció el ceño, evaluando mi petición.

 

- Yo solo hago mi trabajo - dijo la enfermera, manteniendo su postura profesional.

 

Decidí arriesgarme y apelar a su compasión.

 

- Por favor, entienda que la amo con todo mi corazón. No puedo soportar la idea de no poder verla, de no poder estar a su lado en estos momentos tan difíciles. Le prometo que seré respetuoso y no causaré ningún problema.

 

La enfermera pareció reflexionar durante unos segundos, mirando a su alrededor como si buscara una respuesta.

 

- Está bien - dijo finalmente, con un suspiro. - Pero solo por unos minutos y bajo mi supervisión. No puedo garantizar que los padres no se enteren, pero haré todo lo posible para protegerlos.

 

Una mezcla de alivio y gratitud inundó mi corazón.

 

- Gracias, de verdad. Aprecio mucho su comprensión y su ayuda - respondí, con voz entrecortada por la emoción.

 

La enfermera tomó el expediente de Brenda y me guió hacia la habitación donde se encontraba. Mientras caminábamos por los pasillos del hospital, mi corazón latía con fuerza, lleno de esperanza y temor por lo que encontraría al ver a la mujer que tanto amaba.

 

 Al entrar a la habitación donde ella yacía, mi corazón comenzó a latir desbocado. Aunque estaba allí frente a ella, no podía evitar sentir una extraña distancia. Con cuidado, coloqué las flores en una repisa cercana y me acerqué lentamente. Sentía miedo de tocarla, como si pudiera romperla aún más. Su rostro mostraba las marcas del accidente, pero a pesar de ello, su belleza seguía siendo cautivadora. Anhelaba con todas mis fuerzas poder despertarla de aquel sueño profundo en el que estaba sumida, pero la culpa me consumía. Tomé su mano, que se sentía fría y delicada, y en ese momento, los recuerdos de sus últimas palabras antes del accidente inundaron mi mente: "Yo te amaba"... ¿Acaso me lo decía porque ya no sentía lo mismo o porque presentía lo que estaba por venir? Nunca lo sabría, pues mis acciones pasadas me atormentaban.

 

Mis dedos acariciaron su rostro con la esperanza de que mi amor pudiera traspasar las barreras del coma. Sin embargo, en ese instante, la voz firme de la enfermera me interrumpió:

 

- Tiene que irse ahora, el horario de visitas ha terminado y sus padres están a punto de llegar.

 

Con renuencia, me puse de pie y me despedí de ella, aunque cada fibra de mi ser se resistía a alejarse:

 

- Brenda... sé que tal vez no puedas escucharme, pero solo deseo que me perdones. Reconozco mis errores y lamento profundamente el daño que te causé. Eres mi razón de ser, te amo y haré todo lo posible para estar a tu lado todos los días hasta que regreses a mí... Te amo

 

Estaba a punto de abandonar la habitación cuando escuché su voz susurrando mi nombre en sueños:

 

- Alan, Alan...

 

Me acerqué rápidamente, sintiendo una chispa de esperanza en mi corazón, y tomé su mano con suavidad, deseando con todas mis fuerzas que mi presencia la guiara de vuelta a la realidad.

 

- Aquí estoy, mi amor... abre tus ojitos y mírame - susurré con ternura, acariciando suavemente su mejilla.

 

- Alan, te amo Alan - ella respondió en sueños, con una voz suave y lejana, pero aún seguía atrapada en su profundo sueño.

 

- Yo también te amo, mi amor. Por favor, despierta y vuelve a mí - supliqué, sintiendo un nudo en mi garganta mientras mis ojos se llenaban de lágrimas.

 

- Por favor, señor, debe retirarse. Tengo que informarle al médico sobre esto - interrumpió la enfermera, con una expresión seria pero compasiva en su rostro.

 

- No puedo dejarla, ella me está llamando - respondí, aferrándome a su mano como si fuera mi única conexión con ella.

 

La enfermera suspiró y colocó una mano reconfortante en mi hombro.

 

- Entiendo su dolor, pero ella solo está soñando. Tiene que irse ahora, pero prometo cuidarla y mantenerla en buenas manos.

 

Con mucho pesar, salí de la habitación, sintiendo un vacío que parecía llenar todo mi ser. Cada paso que daba por los pasillos del hospital era como una tortura silenciosa, recordándome la fragilidad de la vida y el amor que estaba en pausa.

 

Pasaron los días y cumplí mi promesa de visitar a Brenda todos los días. Cada vez que entraba en su habitación, sus palabras en sueños eran como un bálsamo para mi alma herida. Me aferraba a cada susurro, cada indicio de que ella aún estaba allí, luchando por regresar a mí.

 

La enfermera y yo nos habíamos vuelto cercanos, compartiendo nuestras preocupaciones y esperanzas en cada encuentro. Ella me informaba cuando los padres de Brenda no estaban en el hospital, brindándome la oportunidad de pasar más tiempo con ella. Siempre llevaba las mismas flores, lirios blancos, sus favoritos, como un símbolo de nuestro amor y la esperanza de su pronta recuperación.

 

Sin embargo, los días seguían pasando y yo continuaba sin empleo. No quería regresar con mis padres en Nueva York, ya que eso significaría alejarme de Brenda en un momento crucial. Pero tampoco podía permitirme quedarme sin recursos. Fue entonces cuando recordé una posible solución: Laura...

 

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Capítulo 56: Despertad

 

Narra Brenda

 

Desperté lentamente, sintiendo cómo todo daba vueltas a mi alrededor. Mi cabeza dolía intensamente y no podía recordar qué había sucedido ni dónde me encontraba.

 

Abrí los ojos con esfuerzo y me vi en una habitación desconocida, atada a máquinas y monitores. Estaba en un hospital, pero no lograba recordar por qué. ¿Qué me había pasado?

 

Pasaron unos minutos y la habitación se llenó de personas que no conocía: médicos y desconocidos preocupados. Sus voces se mezclaban en mi mente confundida.

 

- Gracias a Dios, has despertado, cariño. Nos tenías muy preocupados, pero sabíamos que volverías

 

- ¿Cómo te sientes?

 

- ¿Estás bien?

 

Me costó mucho recordar sus rostros, pero finalmente logré identificarlos. Eran mis padres y mi hermana. Me incorporé lentamente y finalmente pude articular unas palabras:

 

- ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué no recuerdo nada?

 

Un hombre que parecía ser el doctor intervino:

 

- Tuviste un accidente, señorita. Es recomendable que dejes las preguntas para más tarde. Necesitas descansar.

 

Mi madre tomó mi mano y trató de tranquilizarme:

 

- Tranquila, cariño, todo lo sabrás más adelante. Por ahora, debemos estar felices de tenerte de vuelta... Te llevaremos a casa.

 

Cuando mencionó la palabra "casa", una oleada de preocupación me invadió. No recordaba cómo era mi hogar, ni a mí misma ni lo que había ocurrido antes del accidente.

 

- Mamá... – Dije con temor en mi voz.

 

- ¿Sí, cariño?

 

- No recuerdo nada. ¿Cuánto tiempo llevo aquí?

 

El doctor interrumpió antes de que mi madre pudiera responder:

 

- Eso no es importante en este momento. Lo sabrás más adelante.

 

- ¡Es importante para mí! Necesito saberlo... ¡Quiero saberlo! – Grité con desesperación.

 

- Estuviste en estado de coma durante cuatro meses.

 

Cuatro meses, cuatro largos meses... No podía reaccionar, era demasiado tiempo. No recordaba absolutamente nada, y eso me llenaba de angustia. ¿Qué había sucedido? La desesperación se apoderó de mí y comencé a gritar, buscando respuestas. Todos a mi alrededor se alarmaron y vi cómo la enfermera se acercaba con una jeringa en la mano. De inmediato supe que era un tranquilizante. Intenté resistirme, pero mis esfuerzos fueron en vano. Lo último que pude percibir antes de caer en un sueño profundo fue un jarrón con hermosos Lirios Blancos, extrañamente recordé que eran mis flores favoritas. Con esa imagen grabada en mi mente, me sumergí en un sueño profundo y reparador.

 

Desperté en otra habitación que reconocí con dificultad: era mi propio santuario, mi recámara.

 

Mis padres estaban sentados en el sofá que tenía en mi habitación, mientras Ingrid ocupaba una silla frente a mi cama. Sus rostros reflejaban alivio al notar que había despertado. Y para mi sorpresa, allí estaban nuevamente los Lirios, esta vez adornando mi habitación y llenándola de su delicado aroma.

 

- ¿Te sientes mejor? – preguntó mi papá mientras colocaba su mano en mi frente.

 

- Quiero saberlo todo, necesito entender cómo sucedió esto y por qué no recuerdo nada, absolutamente nada.

 

- Tranquila, cariño, tómate tu tiempo. Hace cuatro meses tuviste un terrible accidente automovilístico y eso ha afectado tu memoria – dijo mi mamá mientras acariciaba mi cabeza.

 

- ¿Quién fue el responsable? – pregunté con voz alterada.

 

- Eso ya no importa, lo más importante ahora es que te recuperes. ¿Quieres descansar un poco?

 

- Pero no recuerdo a nadie ni nada. Necesito saber...

 

- ¿Cuál es el último recuerdo que tienes? – preguntó Ingrid, tomando mi mano con ternura.

 

- Estaba en casa, preparándome para el primer día de clases... iba a comenzar mi último año de preparatoria – dije con determinación.

 

Vi cómo los tres intercambiaron miradas de sorpresa y preocupación...

 

- ¿Qué está pasando? ¿Por qué se miran así? – pregunté con creciente angustia.

 

- Hija, eso ocurrió hace 9 meses... – dijo mi papá con voz entrecortada.

 

- ¿Qué? Nueve meses... ¿Qué sucedió? ¿Logré asistir a mis clases? Este iba a ser mi último año de preparatoria.

 

- Han ocurrido muchas cosas, cariño – respondió mi papá, tratando de encontrar las palabras adecuadas.

 

Aquella respuesta hizo que las lágrimas brotaran de mis ojos. Me sentía desesperada, nueve meses de mi vida habían desaparecido de mi memoria.

 

La debilidad me invadió y todo se volvió borroso. Me dejé llevar por el sueño, probablemente inducido por el efecto del tranquilizante.

 

Cuando desperté, encontré a mi mamá en la puerta junto a dos personas. Al principio me costó reconocerlas, pero luego recordé a una de ellas.

 

- ¿Puedes recordarnos? – preguntaron ambos al mismo tiempo.

 

- Estaría loca si no recordara a mi mejor amigo – dije con una sonrisa genuina. – Tú eres Ian, mi amigo casi como un hermano.

 

Ian se acercó y me abrazó. Lo recordaba, pero no podía recordar qué había pasado con él. Luego dirigí mi mirada hacia la chica que estaba a su lado.

 

- Y ella, ¿quién es? – pregunté confundida.

 

- ¿No la recuerdas? – preguntó Ian. – Ella es Anabela.

 

- ¿Ella es tu novia? – pregunté sin saber quién era.

 

Vi cómo intercambiaron miradas y soltaron una risa.

 

- No, para nada... ella es Anabela, tu amiga. ¿No la recuerdas?

 

- Amiga... no tengo ninguna amiga. Mi único amigo eres tú – dije sin entender.

 

Anabela se acercó y me abrazó con ternura.

 

- Tranquila... no te preocupes. Pronto recordarás todo.

 

- Hablando de recuerdos, ¿qué hay acerca de los chicos? ¿Tuve alguna relación con alguien?

 

Noté que Ian y Anabela se miraron brevemente antes de responder.

 

- ¿No lo recuerdas? – preguntó Ian.

 

- No... ¿Ocurrió algo entre alguien y yo?

 

Continuamos conversando, tratando de recordar juntos lo que había sucedido en mi vida durante ese tiempo en el que estuve ausente de mis recuerdos.

 

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Capítulo 57: Recuerdos

 

Narra Brenda

 

Noté que se volvieron a mirar.

 

- ¿Y bien? ¿Con quién estuve saliendo? – pregunté nuevamente.

 

- Bueno, tuviste un pequeño romance con Tito... ¿Lo recuerdas? – dijo Anabela antes de que Ian pudiera hablar.

 

- ¿Tito? – Pregunté sorprendida – ¿Tito, el capitán del equipo de baloncesto?

 

Lo recordaba, pero no me parecía el tipo de chico con el que yo saldría. Cuando me lo mencionaron, vinieron a mi mente imágenes de él y yo, pero no sentía que lo hubiera amado. Sentía que había alguien más en mi vida.

 

- Sí, lo recuerdo. ¿Cómo pasó eso? ¿Por qué salí con él? No me parece que fuera mi tipo.

 

- Fue en el baile – dijo Anabela.

 

- ¿El baile ya pasó? No puede ser, me he perdido tantas cosas en mi último año.

 

- Técnicamente no te las perdiste, estuviste ahí, solo que no lo recuerdas... – dijo Ian.

 

- ¡¡¡IAN!!! – exclamó Anabela golpeándolo con el codo.

 

En ese momento, vinieron imágenes de nosotras dos a mi mente. Empecé a recordar cómo empezó nuestra amistad y lo mucho que nos divertíamos.

 

- ¿Anabela? ¿Eres tú? – pregunté.

 

- Sí, ¿puedes recordarme? – preguntó sonriendo.

 

- Claro, eres mi nueva mejor amiga – respondí alegremente y ella me abrazó.

 

- Ian tiene razón, ni siquiera puedo recordar cuándo empecé las clases, y sigo teniendo este estúpido presentimiento de que hubo alguien más en mi vida.

 

Anabela e Ian intercambiaron miradas una vez más.

 

- ¡Por qué rayos no dejan de mirarse! – Exclamé – Saben, tengo que descansar. Me alegró mucho haberlos visto... trataré de ir a la escuela pronto.

 

Dicho esto, ellos se despidieron de mí y me quedé dormida por un rato. Me costó conciliar el sueño, ya que empecé a tener un sueño vívido.

 

En mi sueño, me encontraba en una acogedora cabaña junto a un chico misterioso. Aunque no podía ver su rostro, sus ojos azul cielo me hipnotizaban con su mirada penetrante. Sentía una profunda tristeza en el sueño, pero él me reconfortaba al acariciarme suavemente. Era una sensación extraña, pero sentía una conexión inexplicable con él. Anhelaba su presencia y no quería que dejara de tocarme ni de besarme.

 

Al despertar al día siguiente, me sentía abochornada y con dolor de cabeza. Mi mamá estaba en la cocina preparándome el desayuno, y mi hermana Ingrid también estaba allí. Me uní a ellas en la mesa.

 

- ¿Te sientes mejor? ¿Pudiste recordar algo? – preguntó Ingrid con preocupación.

 

- Solo pude recordar un poco de ayer, cuando mis amigos estuvieron aquí. Es curioso cómo mencionar a alguien puede desencadenar recuerdos en mi mente. Pero aún no puedo recordar momentos por mi cuenta, es frustrante - respondí con frustración.

 

- El médico dijo que es normal. No te preocupes, pronto recuperarás todos tus recuerdos. No te presiones demasiado - me reconfortó mi mamá.

 

- Eso espero. Esto es desesperante. Pero bueno, estaré en mi habitación, intentando recordar algo. ¿Está bien? - pregunté, buscando un poco de privacidad.

 

- Por supuesto, cariño. Si necesitas algo, solo llámame - respondió mi mamá con cariño.

 

Así que subí a mi habitación, decidida a revisar todo lo que pude encontrar. Comencé por las fotografías, y me resultó curioso cómo podía reconocer a las personas en ellas. Los recuerdos empezaron a fluir, pero aún sentía que había algo o alguien importante que se me escapaba.

 

Después de examinar las fotografías, continué buscando más recuerdos. Abrí el armario y pensé que ya había sacado todo, pero entonces noté una caja plateada que estaba oculta debajo de una caja roja. La saqué y la coloqué en mi cama. Al abrirla, encontré dos notas. Una decía: "Para: Brenda" y la otra decía: "Úsame". Al sacar lo que había dentro, me quedé perpleja al descubrir un vestido que parecía ser de novia. Lo volví a guardar en la caja y la devolví al armario. Luego, saqué la caja roja y la puse en mi cama. Encontré un libro cuyo título no recordaba haber leído. Lo abrí y en la primera página había una dedicatoria que decía:

 

"Este es el primer libro que escribí, espero que cuando lo leas pienses en mí con amor... Alan Freeman".

 

"Alan Freeman", no podía recordar ese nombre. Abrí el libro y encontré un papel con una dirección que no reconocía. Miré detrás del papel y vi la frase "mi amor" acompañada de corazones. Me sentí confundida. Guardé el papel nuevamente dentro del libro y lo dejé en mi mesita de noche.

 

No sabía por qué Alan Freeman me había dedicado un libro, pero decidí dejar su lectura para después y seguir explorando las cosas que había en esa caja.

 

Empecé a sacar las cosas de la caja roja y me encontré con un montón de basuras de chocolates, boletos de funciones de teatro y cine, y post-its con fechas anotadas, todos adornados con corazones. "Qué cursi", pensé mientras seguía explorando. Fue entonces cuando encontré una tira de fotos de una cabina de fotos. Me desconcerté al ver que en todas las fotos estaba yo con alguien, alguien que parecía ser un poco mayor que yo. Intenté recordar quién era, pero no lograba hacerlo. En las fotos, ambos estábamos haciendo caras raras y parecíamos estar pasando un buen rato juntos. Pero seguía sin tener ni idea de quién era esa persona. Volteé la tira y solo decía "Shaftesbury". No tenía ningún recuerdo de haber estado en ese lugar, pero al parecer estuve allí con él. Dejé las fotos por un momento y seguí revisando la caja. Fue entonces cuando encontré otra foto, esta vez era solo de aquel chico. Tenía una sonrisa encantadora y sus ojos azules como el cielo capturaron mi atención. Me sentí confundida y comencé a cuestionarme más.

 

Pero lo que realmente me alteró fue la última foto que encontré. Era la que faltaba en la tira de fotos anterior y en ella, el chico y yo nos estábamos besando. Mi corazón se aceleró y sentí una mezcla de emociones difíciles de describir.

 

Y luego, para aumentar aún más mi confusión, encontré tres álbumes de fotos con frases grabadas en sus portadas. Agarré el álbum de color azul que decía "Alan Freeman & Brenda Brown Viaje a México" y me sumergí en todas las fotos. Era evidente que habíamos estado juntos en México, pero no podía recordar nada de eso. ¿Quién era él y qué hacía yo en México?

 

Luego tomé el álbum de color verde y azul con la frase "Alan Freeman & Brenda Brown Encuentros". Al ver todas las fotos, parecíamos ser una pareja feliz, pero algo en mi interior me impedía recordarlo.

 

Finalmente, agarré el último álbum de color verde con la frase "Alan Freeman & Brenda Brown Nuestra Boda". Al ver todas las fotos de él y yo vestidos de novios, una mezcla de emociones me invadió. No podía recordar nada de eso, pero lo único que sentía al verlo era un profundo enojo, aunque no sabía por qué.

 

La confusión se apoderaba de mí mientras contemplaba las fotos, y en ese preciso momento, mi madre abrió la puerta. Mi instinto me hizo esconder todo rápidamente, como si supiera que mi madre no debía descubrir todo eso.

 

- ¿Todo bien? - preguntó mamá desde el umbral de la puerta, apoyada en el marco.

 

- Sí, todo está bien - respondí, tratando de ocultar mi agitación.

 

- Te traje un té, ¿necesitas algo? - ofreció, preocupada.

 

- No, solo quiero estar sola, ¿sí? - respondí, sintiendo la necesidad de aclarar mi deseo de soledad.

 

- Está bien. Si necesitas algo, ya sabes que estoy abajo - dijo, dándome espacio.

 

- Gracias... - murmuré, sintiendo el peso de mis pensamientos confusos.

 

Esperé a que mamá saliera de mi habitación y volví a contemplar las fotografías. Todo era tan desconcertante. ¿Realmente había estado saliendo con él? ¿Por qué Anabela e Ian no me habían dicho nada? ¿Acaso era un secreto? Y esa foto de nuestra supuesta boda... ¿por qué no tenía un anillo en el dedo? Mi mente se inundaba de preguntas sin respuesta.

 

Decidí guardar cuidadosamente la caja, colocando el libro con la dedicatoria dentro y cubriéndolo con delicadeza con la tapa. Luego, la guardé en el mismo lugar donde la encontré, sobre la otra caja.

 

Las dudas seguían atormentándome y una sensación de mareo comenzó a invadirme. Necesitaba alejarme de todo, así que salí de mi habitación y me encontré con mamá en el pasillo.

 

- ¿Quieres algo? - preguntó, preocupada por mi estado emocional.

 

- De hecho, sí. Necesito dar un paseo, respirar aire fresco. Me siento agobiada y necesito distraerme un poco - confesé, buscando su comprensión.

 

- Pero... ¿a dónde quieres ir? Déjame buscar mi abrigo y te acompaño - propuso, queriendo asegurarse de mi seguridad.

 

- Mamá, necesito estar sola en este momento. No iré muy lejos, quizás solo al parque cercano - expliqué, deseando un momento de introspección.

 

- Hija, tienes amnesia y es peligroso que vayas sola. No recuerdas cómo regresar a casa - advirtió, preocupada por mi bienestar.

 

- Entiendo tus preocupaciones, pero si no salgo, siento que entraré en crisis. Prometo que estaré bien y te llamaré si surge algún problema. No tardaré mucho, lo prometo - aseguré, buscando su confianza.

 

- Está bien, pero lleva tu celular y dinero. Activa el GPS para que pueda rastrearte en caso de emergencia - accedió finalmente, deseando mi seguridad.

 

Siguiendo sus consejos, tomé mi celular, mi cartera y un suéter para abrigarme. Salí a la calle, sintiendo una mezcla de inquietud y alivio al tener un momento para mí misma.

 

Estar fuera me hacía sentir bien, como si recuperara mi libertad. Trataba de apartar de mi mente las fotos del chico que había encontrado, ya que pensar en él y en todo eso solo me traía tristeza y confusión.

 

Después de pasar por varios locales, uno en particular llamó mi atención: "Café & Amor", una encantadora tienda de pasteles y helados. Recordaba haber estado allí antes, era uno de mis rincones favoritos. Al entrar, me encontré con Ian, quien trabajaba allí, y me recibió con una cálida sonrisa. Observé las mesitas, pero decidí dirigirme directamente a la caja para hacer mi pedido. Ian esperaba con curiosidad mi elección.

 

- ¿Qué te gustaría ordenar? - preguntó Ian, con una mirada amable.

 

Sin dudarlo, respondí emocionada:

 

- Me encantaría un helado de Oreo con extra de chocolate y galletas aparte, por favor.

 

- Tu pedido estará listo en 10 minutos - dijo Ian, transmitiendo su amabilidad y eficiencia.

 

Mientras esperaba, me acomodé en una de las mesitas del local. Había otras personas allí, algunas disfrutando de su compañía en parejas, mientras que otras, como yo, preferían disfrutar del momento en solitario.

 

Finalmente, llegó el momento esperado:

 

- Helado de Oreo con extra de chocolate y galletas aparte, listo

 

Anunció el empleado mientras me levantaba para recoger mi pedido. Sin embargo, cuando llegué a la caja, me encontré con otra persona que también había pedido lo mismo y estaba recogiendo su helado. Esto llamó poderosamente mi atención, ya que hasta ese momento, creía ser la única que conocía ese peculiar pedido.

 

Curiosa, volví mi mirada hacia la persona y me llevé una sorpresa al percatarme de sus ojos. Eran los mismos ojos que había visto en las fotos del chico, el mismo chico que había aparecido en mis sueños...

 

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Capítulo 58: Alan Freeman

 

Narra Brenda

 

Quise verlo de nuevo para comprobar si era el mismo chico de mi sueño. Pero cuando me giré, él ya se había dado la vuelta, pagó rápidamente y salió del local. Sentí la necesidad de seguirlo, así que pagué rápidamente, agarré mi helado y me puse en marcha detrás de él.

 

Caminaba más rápido de lo normal, como si quisiera escapar de mí. Sabía que sería difícil alcanzarlo, pero decidí correr hasta que finalmente lo alcancé. Con timidez, toqué su hombro, sintiéndome extremadamente nerviosa.

 

- Hola - dije tímidamente.

 

Él se giró para mirarme, sorprendido, y finalmente pude verlo claramente. Era él, el chico de las fotos... sus ojos eran exactamente como los que había visto en mis sueños.

 

- ¿Sí? - respondió.

 

- Hola - dije nerviosa - Sé que esto puede sonar extraño, pero necesito que me digas quién eres. Sé que nos conocemos, pero no recuerdo nada debido a un accidente y tengo amnesia. ¿Podrías ayudarme a recordar?

 

La forma en que me miraba era extraña. Por un momento, pensé que se alegraba de verme, noté un brillo en sus ojos. Pero luego habló y todo se derrumbó.

 

- Lo siento, en este momento no puedo ayudarte. Espero que te recuperes pronto...

 

Me dio la espalda y comenzó a caminar, dejándome ahí sin saber si él me conocía o si al menos me recordaba... Estaba completamente confundida. ¿Qué había pasado?

 

Perpleja, decidí regresar a casa mientras en mi cabeza formulaba miles de teorías para tratar de entender la situación:

 

1. Quizás solía acosarlo, pero en realidad él no me conocía.

 

2. Tal vez el chico de las fotos se parecía demasiado a él, pero no era la misma persona.

 

3. Podría ser su hermano gemelo.

 

4. Tal vez él también sufría de amnesia.

 

5. Quizás estaba perdiendo la cordura.

 

Finalmente, llegué a casa y me dejé caer en la cama, permitiendo que todos esos pensamientos me consumieran. No podía dejar de dar vueltas en mi mente alrededor de ese chico. ¿Quién era realmente? ¿Y por qué se negó a ayudarme?

 

Al despertar al día siguiente, extrañé la rutina de levantarme temprano para ir a la escuela. Sentía una urgencia por descubrir más sobre lo que había sucedido en los últimos 9 meses, los cuales no recordaba debido al largo período en coma.

 

- Mamá, ¿tienes algo planeado para hoy? - pregunté con ansias.

 

- No, tu padre y yo tenemos que comprar algunas cosas para el trabajo. ¿Por qué lo preguntas? ¿Necesitas algo en particular? - respondió mi mamá.

 

- Sí, bueno, quiero regresar a la escuela. El médico dijo que era importante retomar mi rutina... y la verdad es que me aburro estando encerrada en casa.

 

- No estoy segura, Brenda. Todavía es muy pronto, aún estás en proceso de recuperación. Quizás la próxima semana sea más adecuado. Además, tu padre y yo también regresaremos al trabajo el próximo lunes, se acaban nuestras vacaciones.

 

- Está bien, mamá. Pero déjame ir hoy a inscribirme, ¿sí? Creo que me vendría bien ver a mis compañeros. Necesito dejar de estar encerrada aquí.

 

- Está bien, puedes ir a inscribirte, pero recuerda llevar tu celular y no regresar sola, ¿de acuerdo?

 

Yo asentí y me dirigí a la escuela caminando, ya que aún no podía manejar. Me sentía mejor, ya había recordado más cosas. Al llegar, me dirigí a las oficinas donde las secretarías, aparentemente, ya estaban al tanto de lo que me había sucedido. Fueron muy amables conmigo. Mientras esperaba a que me entregaran mis documentos, aproveché para observar las fotografías y cuadros que estaban en el muro. Eran fotos de todos los grupos, y noté que había muchas fotos mías en el cuadro de honor. Pero luego, mi corazón dio un vuelco al ver una foto en particular: en esa imagen estaba el chico de las fotos, el chico de la cafetería, el chico de mis sueños. Estaba junto a un grupo de estudiantes. Me detuve a observar la foto detenidamente y noté que yo también estaba casi al lado de él.

 

- Disculpe... ¿Quién es él? - pregunté a la persona encargada de preparar mis documentos.

 

- ¡Oh! Él es un profesor de la clase de literatura. Es nuevo, por eso quizás no lo recuerdes...

 

Quedé sin palabras, sorprendida por lo que acababa de escuchar. ¿Un profesor?

 

- ¿Y cómo se llama? - pregunté intrigada.

 

- Alan, Alan Freeman. Es bastante joven para ser profesor, ¿no crees?

 

Quedé completamente congelada al darme cuenta de que ese era el nombre de los álbumes de fotos, de la persona que me había dedicado aquel libro...

 

- ¿Él, él está aquí? - tartamudeé - ¿Está aquí en la escuela?

 

- Oh, querida, él renunció hace aproximadamente 4 meses. No quiero ser chismosa, pero se dice que tal vez renunció porque descubrieron que mantenía una relación romántica con una estudiante... Bueno, eso es lo que dicen. Aunque no me sorprende, él es joven y muy atractivo. Muchas chicas estaban interesadas en él.

 

Mi nerviosismo alcanzó su punto máximo, pero quería seguir averiguando más sobre eso... ¿Acaso la alumna que salía con el profesor era yo?

 

- ¿Y se sabe quién era esa estudiante? - pregunté con curiosidad.

 

- Hasta ahora no. Pero seguramente tuvo algo que ver con su calificación. Ya sabes cómo son las chicas de hoy en día - dijo guiñando un ojo.

 

- ¿Y sabe dónde está ahora?

 

- Bueno, lo último que supe fue que estaba trabajando para una nueva editorial que abrió aquí hace unos meses. En fin, tus papeles estarán listos en aproximadamente 2 horas. ¿Quieres esperarlos?

 

- No, regresaré más tarde. Gracias.

 

Alan Freeman, ese era su nombre. Ese era el nombre del chico que me había besado, dedicado libros y regalado demasiadas cosas... ¿Acaso había estado saliendo con un profesor? Tal vez solo nos habíamos besado, pero entonces, ¿por qué no me había querido ayudar ayer cuando lo encontré?

 

Decidí dejar de pensar por un momento y miré el reloj. Eran las once de la mañana. Mi mamá creía que estaría en la escuela hasta las 3, así que decidí aclarar todo esto de una vez por todas. Necesitaba entender. Salí de la escuela sin saber cómo llegar a la editorial, así que tomé un taxi.

 

Me quedé parada afuera de la editorial por un momento. Adentro, había una biblioteca enorme. Recordé que ya había estado allí antes. Conocía el lugar.

 

Al principio, consideré la idea de fingir que buscaba algún libro y, tal vez, si lo veía, preguntarle. Sin embargo, la curiosidad me ganó y comencé a buscarlo. No podía dejar las cosas así; necesitaba que me aclarara lo que había sucedido entre nosotros. A lo lejos, logré distinguirlo, aunque solo veía su espalda. Al verlo, experimenté una mezcla de enojo, alegría y tristeza... y no sabía exactamente por qué.

 

Hubo momentos en los que sentí el impulso de correr hacia él y abrazarlo, pero también momentos en los que sentía que estaba muy enojada con él.

 

Me acerqué lentamente mientras notaba que estaba hablando con alguien. Esperé pacientemente a que terminara y luego me acerqué definitivamente.

 

Respiré profundamente y exclamé...

 

- ¿Así que ahora te dedicas a esto? ¿Ya no te interesan tus alumnas?

 

- Brenda, ¿qué estás haciendo aquí? - preguntó Alan.

  • Autor: Reb Liz (Offline Offline)
  • Publicado: 15 de enero de 2024 a las 18:07
  • Comentario del autor sobre el poema: Queridos lectores Es un honor compartir con ustedes esta historia que ha nacido desde lo más profundo de mi corazón. Cada palabra, cada personaje y cada emoción plasmada en estas páginas ha sido creada con amor y dedicación. Espero que al sumergirse en estas letras encuentren momentos de alegría, inspiración y conexión. Mi mayor deseo es que esta historia toque sus corazones y les brinde un escape a un mundo lleno de emociones y posibilidades. Agradezco de todo corazón su apoyo y compañía en este viaje literario. Sin ustedes, mis queridos lectores, estas palabras no tendrían sentido. Espero que disfruten de esta aventura tanto como yo disfruté escribiéndola. Con gratitud.
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 5
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