Amor quebrantado

Amor quebrantado

Yo... yo que tanto le quise
me dijo mi amigo El Tordo,
pero ella nunca lo supo,
porque le ocultaba todo...

Quizá fue amor de novelas
de esos grandes e ignotos;
de esos con llama viva,
piel a piel o rostro a rostro.
Cuando ella a mí me miraba
sentía moverse el otoño,
mas cuando daba la vuelta
quería seguirle de pronto:
el silencio era la clave
al cual brindaba yo el voto.
Y así, así le vi seis meses,
seis meses de reposo,
porque en un día cualquiera
cuando alegraba los ojos,
yo me decidí a buscarla
pero ella, ella se fue con otro...

El amor que yo le tenía,
se disipó como mosto;
pues nunca supe su nombre
al cual llamaba Tesoro...
mi amor fue más vericueto
que otra cosa oh, Abejorro:
porque, ni ella ni yo supo
las grandezas de lo propio.
Pero, lo que más me duele
y al mismo tiempo me asombro
es que no le dije nada
y ahora, yo mismo respondo:
cuando me fui decidido
a contarle lo que imploro,
la historia fue diferente
y eso, eso no lo soporto.

Mi alma, mi alma es prisionera,
ya nada, nada es tan próspero;
lo que tanto había anhelado
en las puertas del contorno
se embriagó con otra boca,
de la cual todo es notorio.
¡Qué triste es pasar la vida
acongojado en el trono!
Pero, más triste es vivirla
enfermo, traumado y sobrio.
Se me fue toda alegría,
de mí, se esfumó hasta el gozo.
Por callar un sentimiento
arraigado en el acopio
se me borró la esperanza
y ahora, sigo tan solo.

                       Samuel Dixon