El Profesor y La Alumna: Capítulos 1 y 2

Reb Liz


AVISO DE AUSENCIA DE Reb Liz
Como una joven que anhela ser escritora, no me considero una poeta, simplemente soy una chica que plasma en papel sus pensamientos y vive cada palabra que escribe. Busco un lugar fértil donde sembrar semillas de amistad y cosechar la más pura felicidad. En cada línea, deseo transmitir emociones profundas y despertar los corazones de quienes me lean. Uniendo nuestras almas a través de la tinta, crearemos un vínculo eterno. Juntos, crearemos un mundo donde la amistad florezca y la felicidad sea nuestra cosecha. ¡Únete a mí en esta maravillosa aventura literaria!

Capítulo 1: Encuentro Inesperado

 

Narra Ayelen

 

Me llamo Ayelen Valencia, una chicuela de 16 años nacida y criada en California. Sin embargo, el trabajo de mi padre nos ha llevado a cambiar de aires y ahora nos encontramos en la vibrante ciudad de Nueva York. Estoy a punto de iniciar una nueva etapa en un nuevo instituto.

 

En una semana, las vacaciones de invierno terminarán y comenzarán las clases en mi nuevo instituto, el New York High. Sería una mentirosa si dijera que no estoy nerviosa. Al mudarme, dejé atrás a todas mis amigas y ahora me enfrento a la tarea de empezar de cero. Solo espero que mis nuevos compañeros sean amigables. No me hago ilusiones de hacer amigas desde el primer día, me tomó mucho esfuerzo hacerlo en mi antiguo instituto. Cambiar de instituto a mitad del tercer semestre suena loco, pero estoy decidida a que sea un buen comienzo.

 

A las 6 am, el estridente sonido de la alarma me sacó de mis sueños. Me levanté con poca gana y comencé mi rutina diaria: primero hice mi cama, luego me metí a la ducha, me cepillé los dientes y finalmente, limpié mi habitación.

 

Una vez que terminé con mis tareas matutinas, bajé a desayunar. Mi padre ya estaba en la cocina, dando los toques finales al desayuno.

 

- Buenos días, papá - Saludé, depositando un beso en su mejilla.

 

- Buenos días, cariño - Respondió él con una sonrisa.

 

Desayunamos panqueques, un pequeño consuelo para el nerviosismo que sentía.

 

- Hija, tengo que irme a trabajar... Si te apetece, podrías salir a conocer la ciudad. Pero, por favor, no olvides activar el GPS - Dijo papá, mirándome con preocupación.

 

- Sí, papá... gracias - Respondí, mi voz teñida de tristeza.

 

- ¿Por qué ese semblante tan triste, hija? - Preguntó, su mirada llena de preocupación.

 

- ¿En serio necesitas preguntar, papá? Nos mudamos a una ciudad completamente nueva. Dejé mi hogar, mis amigas... - Mi voz se quebró al final.

 

- Tus amigas seguirán siendo tus amigas. La tecnología os permitirá seguir en contacto... Y además, tendrás la oportunidad de hacer nuevas amigas aquí - Intentó consolarme.

 

No quería seguir hablando del tema, así que me quedé callada. Terminamos de desayunar en silencio y papá se despidió con un beso en la mejilla.

 

- Que tengas un buen día, cariño.

 

- Gracias, papá. Que te vaya bien en el trabajo.

 

Después de que papá salió, regresé a mi habitación. Tomé mi bolso, mi móvil y una chaqueta, ya que hacía bastante frío, y decidí salir a explorar mi nueva ciudad.

 

Narra Tomás

 

Soy Tomás Paniagua, un hombre de 25 años, nacido y educado en la soleada California, pero recientemente he encontrado un empleo en la vibrante ciudad de Nueva York.

 

No tengo ninguna queja, Nueva York es una ciudad impresionante, y mi trabajo es más que satisfactorio. No podría estar más contento.

 

En cuanto a mi vida amorosa... bueno, mi prometida me dejó hace un mes. Sin explicaciones, un día simplemente se fue y no volvió.

 

A las 6 a.m., como es mi costumbre, ya estaba despierto. Primero arreglé mi cama, luego me metí a la ducha, me cepillé los dientes y finalmente, puse en orden mi habitación.

 

Una vez que terminé con mis tareas matutinas, bajé a preparar mi desayuno. En 15 minutos, ya había terminado y me dispuse a disfrutarlo.

 

Después de desayunar, decidí salir a dar una vuelta. Después de todo, estaba de vacaciones en el trabajo y tenía tiempo libre. Regresé a mi habitación, tomé mi celular, las llaves de mi auto y una chaqueta, ya que hacía bastante frío, y salí de mi apartamento.

 

Narra Ayelen

 

Caminaba absorta en mis pensamientos, tan sumergida que crucé la calle sin percatarme de que el semáforo estaba en rojo. De repente, voces alarmadas a mi alrededor gritaban "¡Cuidado!". Levanté la vista, solo para ser cegada por una luz deslumbrante que me encandiló.

 

El shock me dejó paralizada, incapaz de reaccionar. A continuación, recuerdo sentir cómo mis piernas flaqueaban y todo se volvía oscuro; pero justo antes de desmayarme, alcancé a ver un rostro que parecía descendido del cielo. Un chico de piel pálida, cabello rubio y unos ojos verde esmeralda que parecían tener un encanto sobrenatural.

 

Narra Tomás

 

Estaba manejando cuando, de repente, una chica se cruzó frente a mi auto sin mirar. Mi primera reacción fue tocar el claxon, pero escuché que muchas personas a mi alrededor le gritaban "¡Cuidado!". Vi cómo levantaba la mirada, pero no se movía. Para evitar una tragedia, frené de golpe, quedando el auto a escasos centímetros de ella. Cuando bajé del auto, vi que se había desmayado, así que me acerqué para verificar si estaba bien.

 

Decidí llamar a la ambulancia. Mientras esperaba, la observé detenidamente. Era hermosa, con una piel blanca como la nieve, cabello rubio y unos ojos que aún no sabía por qué los tenía cerrados.

 

- Señorita, por favor despierte... ¿Se encuentra bien? - Le pregunté mientras ella estaba inconsciente.

 

La ambulancia tardaba en llegar y, de repente, vi que empezaba a abrir los ojos. ¡Dios mío! Tenía unos ojos celestes encantadores.

 

Narra Ayelen

 

Abrí mis ojos lentamente, sin saber qué había sucedido. Frente a mí estaba el chico que había visto antes de desmayarme, y esta vez pude mirarlo bien. Era muy atractivo.

 

- ¿Estás bien? - Me preguntó.

 

- ¿Qué me pasó? - Le pregunté.

 

- Te cruzaste la calle sin mirar, con el semáforo en rojo. ¿Te acuerdas? Casi te llevo por delante con mi auto, así que frené a tiempo. ¿Estás bien? - Volvió a preguntar.

 

- Sí, estoy bien - Dije tratando de levantarme.

 

- No, no te levantes... la ambulancia está en camino.

 

- ¿Ambulancia?

 

- Sí, te desmayaste un buen rato... me preocupé y llamé a la ambulancia.

 

- No tenía por qué haberse molestado, estoy bien.

 

- No es molestia, es lo menos que podía hacer después de echarte el auto encima.

 

- Fue mi culpa... yo crucé sin mirar.

 

Por un momento, me perdí en su mirada. Luego, llegó la ambulancia.

 

- ¿Cómo se siente, señorita? - Dijo el paramédico.

 

- Estoy bien - Dije tratando de levantarme.

 

- No, no se levante, señorita... le haremos un chequeo.

 

Después, vi a otro paramédico venir con una camilla. Me subieron a ella y me llevaron a la ambulancia. El chico desconocido venía junto a mí y me dijo:

 

- No te preocupes, todo va a estar bien.

 

Antes de que la ambulancia cerrara las puertas, vi que él subió a su auto.

 

Narra Tomás

 

Me encontraba en el hospital, aguardando ansiosamente a que el doctor apareciera para preguntarle sobre el estado de la chica de los ojos luminosos. Finalmente, lo vi salir.

 

- Doctor, ¿cómo está la chica? - Pregunté, intentando mantener la calma.

 

- Se encuentra bien. El auto no llegó a tocarla y el desmayo fue producto del shock - Explicó el doctor.

 

- Qué alivio... ¿Puedo verla?

 

- Adelante, puede pasar - Me permitió el doctor con un gesto amable.

 

Narra Ayelen

 

Estaba en la habitación del hospital, sumida en mis pensamientos sobre el apuesto desconocido de los ojos brillantes, cuando lo vi entrar.

 

- ¿Cómo te sientes? - Preguntó con dulzura.

 

- Bien, gracias por preocuparse por mí.

 

- No fue nada... ¿Cómo te llamas, chica misteriosa?

 

- Ayelen, me llamo Ayelen Valencia - Respondí, extendiendo mi mano. - ¿Y tú?

 

- Tomás, mi nombre es Tomás Paniagua - Dijo, tomando mi mano.

 

Por un momento, nuestras miradas se encontraron, hasta que el doctor entró en la habitación.

 

- Bueno, señorita, acabo de firmar su alta. Puede irse cuando quiera, pero por favor, tenga cuidado y no te altere mucho.

 

- Qué bueno... muchas gracias, doctor - Dije, levantándome.

 

- ¿Quieres que te lleve a tu casa? - Ofreció Tomás con un tono amable.

 

Por un momento, no supe qué decir. Por un lado, era un desconocido, pero por el otro, quería seguir hablando con él. Finalmente, asentí.

 

- Sí, está bien... gracias.

 

Tomás me acompañó hasta su auto y, como todo un caballero, me abrió la puerta del copiloto. Luego se subió al asiento del conductor y nos pusimos en marcha.

 

- Entonces, ¿eres yanqui? - Preguntó mientras manejaba.

 

- ¿Qué soy qué?

 

- Quise decir si eres de aquí, de Nueva York - Dijo, riendo.

 

Dios mío, tenía una sonrisa hermosa.

 

- No, soy de California, pero mi padre consiguió un ascenso en su trabajo y nos mudamos aquí. ¿Y tú eres de aquí?

 

- Ah... qué interesante. Yo también soy de California y me mudé aquí.

 

- En serio, vaya coincidencia. ¿Y por qué se mudó? - Dije, sonriendo.

 

- Por trabajo, naturalmente... me ofrecieron un empleo aquí... No me trates de usted, puedes llamarme por mi nombre.

 

- ¿Lo puedo llamar Tomi?

 

- Suena como si estuvieras llamando a un niño - Dijo, riendo.

 

- Entonces te llamaré Pan.

 

- ¿Pan?

 

- Sí, por "pan y agua, Tomas" - Dije, riendo.

 

Vi cómo mi comentario le causó gracia.

 

- Está bien... siempre y cuando no me comas - Dijo, riendo.

 

- Ni que tuvieras chocolate - Dije, riendo.

 

- ¿Te gustaría ir por un café? - preguntó Tomás con amabilidad.

 

- No quisiera molestar - respondí.

 

- No es molestia, yo te invito - insistió.

 

- Me encantaría - dije sonriendo - Gracias por invitarme.

 

Tomás sonrió y continuó conduciendo hasta llegar a un café llamado "Esencia de Café". Nos bajamos del auto y entramos al café, sentándonos en una mesa cerca de una ventana con vista a la hermosa ciudad.

 

- ¿Te gustaría algo más aparte de café? - preguntó Tomás.

 

- No lo sé, no quisiera molestarte... Pan - dije sonriendo por el apodo que le había dado.

 

Tomás sonrió y dijo:

 

- Aún no me acostumbro a que me llames así.

 

- Si quieres puedo llamarte por tu nombre - ofrecí.

 

- No, es lindo... me acostumbraré - dijo riendo.

 

- Si quieres puedes inventar un apodo para mí, así estaremos parejos" - sugerí sonriendo.

 

- No es mala idea... te diré cuando se me ocurra algo. Entonces, ¿vas a querer algo más aparte de café? - preguntó Tomás.

 

- Me gustaría un café con leche y una tostada de mermelada - dije.

 

En ese momento, un camarero se acercó a nuestra mesa.

 

- Buenas tardes, ¿en qué les puedo servir? - preguntó tomando una libreta.

 

- Buenas tardes, queremos dos cafés con leche y... - comenzó a decir Tomás.

 

- Algunas tostadas de mermelada... - lo interrumpí - Con mucha mermelada, por favor - dije con una sonrisa.

 

El camarero se fue a preparar nuestro pedido y Tomás me preguntó riendo:

 

- ¿Entonces, Chica Mermelada?.

 

- Me gusta - dije sonriendo - Me gusta la mermelada, sobre todo con 'Pan' - agregué tomando su mano.

 

Nuestras miradas se conectaron, pero el camarero nos interrumpió al llegar con nuestro pedido.

 

- ¿Dos cafés con leche y tostadas de mermelada? - preguntó dejando el pedido.

 

- Sí, gracias - dijo Tomás.

 

El camarero se retiró y nosotros continuamos conversando. Hablamos de muchos temas interesantes como música, libros y arte. Tomas pagó la cuenta y salimos del café. Caminamos hacia un centro comercial y él me compró un helado. Mientras caminábamos, seguimos hablando y descubrimos que teníamos mucho en común. De repente, vimos una cabina de fotos.

 

- Ayelen, ¿Te gustaría entrar ahí? - Dijo señalando la cabina.

 

- Me encantaría. - Respondí con entusiasmo.

 

Entramos a la cabina y empezamos a hacer caras graciosas. Pero en un momento, nuestras miradas se conectaron y sentí que el mundo desaparecía a mi alrededor. Aparté la mirada por un momento, pero luego noté que él seguía mirándome y volví a conectar mi mirada con la suya. Él se acercó lentamente a mí y, cuando menos lo esperaba, estábamos besándonos. Fue un beso único, mágico y loco. A pesar de que apenas lo conocía, no quería dejar de besarlo. Continuamos besándonos mientras la cámara capturaba el momento.

 

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Capítulo 2: ¿Quieres volver a vernos?

 

Narra Ayelen

 

Después de ese beso, simplemente me separé y solté una pequeña risa en señal de nerviosismo. Salimos de la cabina y tomamos nuestras fotos, él solo me sonreía.

 

- Me gusta esta foto - Dijo señalando la foto del beso.

 

- A mí también me gusta - Dije bajando la mirada sonrojada.

 

Si me vieras, no me reconocerías. Acabo de besar a un desconocido y, por alguna extraña razón, quiero volver a hacerlo.

 

Después continuamos con el paseo. Nueva York era hermosa, o tal vez era la compañía de Tomás lo que lo hacía hermoso. No podía quitar mis ojos de encima de él. Luego vi la hora y me di cuenta de que ya era tarde y tenía que volver a casa.

 

- Tengo que irme... Me gustó conocerte - Dije.

 

- Desearía que no te fueras... ¿Te llevo a tu casa? - Preguntó Tomás.

 

No pude evitar decir que sí. Era la excusa perfecta para seguir hablando con él.

 

- Sí, me encantaría - Dije sonriendo. Tomás me tomó de la mano y nos fuimos.

 

En el auto, escribí mi dirección en el GPS y continuamos hablando durante el trayecto. No me aburría de escucharlo.

 

Cuando llegamos a mi casa, él bajó del auto primero y me abrió la puerta.

 

- Gracias por traerme - Dije.

 

Vi que escribió algo en un papel.

 

- Fue un placer... ¿Quieres volver a vernos? - Dijo entregándome el papel que escribió. - Ese es mi número.

 

Narra Tomás

 

Vi que ella también escribió algo en un papel.

 

- Ese es el mío - Dijo entregándome el papel que escribió - Vamos a ver quién escribe primero - Dijo con una sonrisa.

 

Me encantaba su espíritu competitivo. Tomé el papel y lo guardé en mi bolsillo.

 

- Bueno... me gustó conocerte - Dijo dándome un beso en la mejilla.

 

- A mí también me encantó conocerte - Dije besando su mejilla.

 

Narra Ayelen

 

Me volteé para irme, cuando de pronto me jala del brazo y me besa. Yo le sigo el beso, en serio no sé lo que hago, pero sus besos son únicos.

 

- Adiós, Chica Mermelada - Dice con una sonrisa.

 

No puedo evitar sonreír.

 

- Adiós, Pan - Digo y entro a mi casa.

 

Ya adentro de mi casa, miro por la ventana y él se está yendo. Después subo a mi habitación y me dejo caer en mi cama pensando en Tomás, y empiezo a acariciar mis labios recordando ese beso. No puedo evitar sonreír como una estúpida, me quedo ahí sonriendo y no me doy cuenta de que las horas van pasando, hasta que mi papá entra en mi habitación.

 

- ¿Papá? - Digo sobresaltada.

 

- ¿Todo bien, hija? - Pregunta notando mis nervios - ¿Pasa algo?

 

- Todo bien, papá. ¿Qué podría pasar? - Digo evitando sus preguntas.

 

- ¿Cómo estuvo tu paseo?

 

- Bien, me gustó... es muy bonita esta ciudad.

 

- ... Y Tomás lo es más - Pienso.

 

- ¿Todo bien, cariño? - Dice notándome pensativa.

 

- Sí... tengo hambre, vamos a cenar.

 

- Vamos - Dice y salimos de mi habitación.

 

Después, papá pide delivery de pizza para cenar. Cuando terminamos de cenar, nos vamos a dormir.

 

Al día siguiente, me despierta el sonido de mi celular... Me llega un mensaje y no puedo creerlo, es él... Es Tomás.

 

El chico que ha estado rondando mis pensamientos todo el día de ayer, desde que lo conocí.

 

"Hola, Chica Mermelada, me preguntaba si querías ir a dar un paseo conmigo... Por favor, contesta. Gracias".

 

Debo confesar que su mensaje me gusta... Esperaba que me escribiera, así que sin pensarlo dos veces, le contesto:

 

Narra Tomás:

 

Le escribo un mensaje a la Chica Mermelada y no tarda en llegar su respuesta. Siento cómo se me acelera el corazón.

 

"Hola, Pan, me encantaría salir a dar un paseo contigo... ¿Te parece si nos vemos a las 7:30 am?"

 

No pasan ni dos minutos y decido responder:

 

"¡Genial! ¿Paso por tu casa?"

 

La respuesta no tarda en llegar.

 

"Gracias... Te espero".

 

Narra Ayelen:

 

Comencé a arreglarme después de desayunar y de que mi padre se fue a trabajar. Estaba un poco nerviosa, no sabía qué ponerme y no tenía ni idea de lo que hablaría con él.

 

Llegó la hora y estaba lista. Cuando sonó el timbre de mi casa, sentí cómo mi corazón se aceleró. Bajé corriendo y abrí la puerta. Ahí estaba él, se veía tan guapo y llevaba un ramo de rosas rojas en las manos.

 

- ¡Hola! - dije entusiasmada.

 

- Te ves muy linda - respondió él.

 

- Gracias... Tú también - dije sonriendo.

 

Él también sonrió y me entregó el ramo de rosas.

 

- Esto es para ti - dijo entregandome el ramo.

 

- Gracias - respondí  - Son muy bellas... ¿Quieres pasar un momento?

 

- Me encantaría - respondí.

 

Tomas entró y le ofrecí un vaso de jugo mientras yo buscaba un florero para las rosas. Cuando lo encontré, lo dejé sobre la mesa y nos fuimos a su auto.

 

Como siempre, él me abrió la puerta del copiloto y después se subió en el asiento del conductor.

 

- ¿Te gustaría ir al cine? – pregunté con una sonrisa.

 

- Me encantaría - respondió Tomás.

 

Nos fuimos al cine y durante el trayecto no podía dejar de mirarlo, era tan guapo.

 

Llegamos a la sala, que estaba casi vacía, y tomamos un asiento en medio. Habíamos comprado pochoclos y la película comenzó.

 

La película se trataba de dos personas que se enamoran a primera vista, como nosotros. Me acerqué a él y dejé caer mi cabeza en su hombro, él me rodeó con sus brazos.

 

En el momento más romántico de la película, nuestras miradas se encontraron y él se fue acercando a mí. En un abrir y cerrar de ojos, nos estábamos besando. Era tan hermoso ese beso que no quería que terminara. El beso continuó y no me di cuenta de que la película había terminado.

 

Estábamos besándonos cuando nos interrumpió el encargado.

 

- Disculpen… la película ya terminó, tienen que retirarse - dijo el encargado.

 

- Sí, ya nos vamos - dijo Tomás sonriendo y me volvió a besar.

 

Yo no sabía qué decir y solo sonreí. Después, él tomó mi mano y salimos del cine.

 

- ¿Te gustaría ir al Escencia de Cafe? Podemos tomar un café con leche y una tostada de mermelada - Preguntó sonriendo.

 

- Sí, me encantaría - respondí sonriendo

 

Subimos a su auto y nos dirigimos al café. Cuando llegamos, nos sentamos en la misma mesa en la que nos habíamos sentado el día anterior.

 

- Buen día, ¿en qué puedo servirles? - preguntó el camarero tomando nota.

 

- Buenas tardes, dos cafés con leche y tostadas de mermelada, por favor - dijo Tomás.

 

- Con mucha mermelada - agregué, sonriendo.

 

- Muy bien, en un minuto les traigo su orden - dijo el camarero antes de retirarse.

 

Comenzamos a hablar mientras esperábamos nuestro pedido, hasta que Tomás me preguntó:

 

- Entonces, ¿qué te parece la ciudad hasta ahora?

 

- Es muy hermosa - respondí con una sonrisa.

 

- Como tú - dijo él, sonriendo también.

 

Nuestras miradas se conectaron de nuevo, pero fuimos interrumpidos por el camarero.

 

- ¿Dos cafés con leche y tostadas de mermelada? - preguntó, dejando el pedido en la mesa.

 

- Sí, gracias - agradeció Tomás.

 

Narra Tomas:

 

Noto que Ayelen tiene un poco de mermelada en la mejilla, pero aun así se ve hermosa. Tomo una servilleta y me acerco a ella con cautela, limpiando suavemente la mancha. En ese momento, siento un impulso irresistible de besarla. Sus labios son suaves y dulces, y me quedo allí, disfrutando del momento.

 

No podía resistirme a sus besos, su cuerpo parecía tener un imán que me atraía y a la vez bloqueaba todos mis sentidos.

 

Cuando el beso terminó, Tomás pagó la cuenta y nos fuimos a su auto. Una vez allí, me preguntó:

 

- ¿Te gustaría ir al museo?

 

- ¡Me encantaría! -respondí emocionada.

 

Cuando llegamos al museo, él pagó los boletos y comenzamos a recorrer las galerías. Me detuve en una pieza que me gustaba mucho y él se acercó a mí.

 

- Veo que te gusta mucho esta pieza -dijo sonriendo.

 

- Sí, es una de mis favoritas -respondí.

 

- Te entiendo, es una pieza muy buena. Picasso era un innovador -dijo Tomás mirándome a los ojos.

 

- Por su estilo personal y absolutamente original -interrumpí emocionada.

 

Pasamos horas hablando de arte mientras recorríamos el museo, y ni siquiera nos dimos cuenta de que el tiempo pasaba volando. Fue entonces cuando miré mi reloj y me di cuenta de que se estaba haciendo tarde.

 

- Oh, mira la hora... -dije preocupada.

 

- Tienes que irte -dijo Tomás interrumpiéndome-. Ya lo sé, aunque no quiero que te vayas...

 

- Yo tampoco quiero irme -interrumpí emocionada.

 

Nos miramos a los ojos y luego Tomás dijo:

 

- Ven, te llevaré a casa.

 

Tomó mi mano y nos fuimos. El camino fue corto pero emocionante, y cuando llegamos a mi casa, me despedí de él con una sonrisa en el rostro.

 

- Gracias por traerme -dije sonriendo-. Me divertí mucho.

 

En ese momento, Tomás intentó decir algo, pero lo interrumpí con un beso apasionado. Él me correspondió con la misma pasión y luego ambos nos separamos.

 

- Linda manera de decirme que me callara -dijo Tomás sonriendo.

 

- Me gusta escuchar tu voz... pero a veces hablas demasiado -dije con una sonrisa pícara.

 

- Ya veo... me gusta tu manera de callarme -dijo Tomás acercándose a mí para besarme de nuevo.

 

- A partir de ahora, cada vez que hables demasiado tendré que decirte que te calles -dije riendo.

 

- Eso me encantará -respondió Tomás con una sonrisa.

 

Lo besé por última vez y entré a mi casa, observando desde la ventana cómo se alejaba en su auto. A medida que se perdía en la distancia, una sensación extraña se apoderó de mí. No podía dejar de pensar en Tomás, su voz, su mirada, su sonrisa... Todo en él parecía tener un imán que me atraía y a la vez bloqueaba todos mis sentidos.

 

Más tarde, mi papá llegó a casa y cenamos juntos. Traté de mantener una conversación normal, pero mi mente seguía divagando en los recuerdos de la tarde con Tomás. Finalmente, me fui a dormir, pero no podía dejar de preguntarme: ¿qué me está pasando? ¿Por qué no dejo de pensar en él?

 

Antes de dormir, decidí buscarlo en las redes sociales. Después de un rato de búsqueda, encontré su perfil y le envié un mensaje. Él respondió rápidamente y comenzamos a hablar. Me contó sobre su trabajo, sus hobbies y sus planes para el futuro. Yo, por mi parte, le hablé de mis estudios, mis pasatiempos y mis sueños.

 

Poco a poco, nuestra conversación se fue volviendo más íntima. Me confesó que desde que me vio en el café no podía dejar de pensar en mí, y yo le confesé que sentía lo mismo por él. Nos dimos cuenta de que teníamos mucho en común, y cada vez nos gustábamos más.

  • Autor: Reb Liz (Offline Offline)
  • Publicado: 3 de febrero de 2024 a las 10:00
  • Comentario del autor sobre el poema: Queridos lectores Es un honor compartir con ustedes esta historia que ha nacido desde lo más profundo de mi corazón. Cada palabra, cada personaje y cada emoción plasmada en estas páginas ha sido creada con amor y dedicación. Espero que al sumergirse en estas letras encuentren momentos de alegría, inspiración y conexión. Mi mayor deseo es que esta historia toque sus corazones y les brinde un escape a un mundo lleno de emociones y posibilidades. Agradezco de todo corazón su apoyo y compañía en este viaje literario. Sin ustedes, mis queridos lectores, estas palabras no tendrían sentido. Espero que disfruten de esta aventura tanto como yo disfruté escribiéndola. Con gratitud.
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 7
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