Mirada de mariposa.

el brujo de letziaga

Estaba yo en la prehistoria de este poema,
cuando quise buscar en mi cueva
un conjuro mágico de música
que hechizara con oro y plata tu alma.

 


Luego, ascendí por unas escalinatas de bronce
en aquella envejecida tarde de septiembre,
hasta alcanzar tu palacete de platino
donde la belleza de tu cuerpo me reclamaba.

 


Te hallé sobre un Gran Trono de Cristal
vestida con una túnica de seda y terciopelo.
Penetré en el cráter que me citabas con tu azul mirada
haciéndome con la plata de tu abrazo
y robando el beso húmedo en tu veta de oro.

 


Entonces, cual rayo se despertó la noche,
con la luz de una luna que ilumino tu morada
en el límite azul de tu mirada de mariposa,
ocupando un sitio de honor para siempre
en el corazón subyugante de este poeta.

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