Se hacía incómodo el silencio
en el bar de aquel bello pueblo
blanco y alto
como de ángeles, en que entramos
un día de paso.
Transcurría la tarde ante dos cafés
cuyo aroma, cauto,
se mezclaba con el olor intenso
a ceniza y a fuego consumido
por las horas y el vacío.
Mirábamos con embarazo y desgana
al otro lado del cristal empañado
entre lágrimas
cuajadas por un creciente frío
que iba de dentro
afuera de las ateridas sombras.
La nieve pulcra y discreta seguía allí,
hecha hielo, firme como el muro
desenladrillado y descosido
de la soledad compartida.
Afloraban de la tierra toscas piedras
que habían despertado
con suave sobresalto y extrañeza,
al modo de niños tras incómoda siesta,
convertidas en islas desiertas
sobre un mar de albor
imperfecto y subjuntivo.
Ramas ennegrecidas y yertas
se clavaban como lanzas
en las nubes bajas,
mientras cientos de tréboles arrasados
se hacían poso húmedo y amargo.
El invierno llenaba el aire y volvían
las miradas a la taza de café
dentro de un bar de paso
en un pueblo blanco
de ángeles olvidados.
- Autor: Tomás Sánchez Rubio ( Offline)
- Publicado: 11 de febrero de 2024 a las 16:19
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 8
- Usuarios favoritos de este poema: Antonio Pais
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