Yo soy el capitán de un barco de piratas
Soy el mendigo, el héroe, el príncipe y el juez,
el que desde la calle cantaba serenata,
el borracho, el villano, el cura, el feligrés,
el ciego inconsolable del verso de Carriego,
el empleado bancario, el tonto, el canciller,
el que mató a su padre, el santo, el mujeriego,
Soy Alejandro Magno, Trigorin, Lucifer.
Soy Hamlet. Soy Tenorio, Otelo, Segismundo,
Soy mago. Soy payaso. Trapecista sin red.
Soy uno más de tantos que pasan por el mundo.
Soy todos esos hombres… para usted…
Para usted. Que ocupa su butaca.
El que pagó la entrada para ver
tramoyas de cartón, barniz y laca.
El que por unas horas va a creer
que son murallas, árboles, ciudades,
que mi risa de clown es realidad,
que nuestros llantos, nuestras felicidades,
el drama y la comedia, son verdad.
Bajo la luz que tiñen gelatinas,
entre nuestras paredes de telón,
con nuestras máquinas de cartulina
hacemos carne y sangre la ficción.
Meses y meses de ensayos
memorizando líneas resaltadas
(¿Qué hacían los actores
antes que se inventaran
estos resaltadores?)
debatiendo el conflicto,
interpretando oscuros caracteres,
haciendo orgánicas las marcaciones
que nos indica el director estricto.
Dejando circular las emociones
(Stanislavsky dicto)
que el personaje, sin saber, requiere.
Acompañando acciones
con saberes
hasta que el texto fluye, ya irrestricto,
hasta que dejas de fingir,
pues eres…
Ya nos dijeron ¡merde! los amigos
Ya con vestuario y maquillaje, al fin.
El personaje subirá conmigo
y yo me quedaré en el camarín.
Ya se corre el telón, ya llegó el día,
se ha iluminado a giorno el escenario.
Es el momento de la fantasía,
momento de vivir lo extraordinario.
La magia se derrama por el aire.
El sueño del autor se hace real.
La historia que es de todos y es de nadie
se vuelve vida hasta el final fatal.
Se encendieron las luces, se quebró la ficción,
se han cumplido los ritos necesarios.
El público agradece, descorrido el telón,
con un aplauso, que es nuestro salario.
Nos esperan la noche y el café,
los festejos, la risa, el buen humor.
Y ese anhelo ferviente: querer volverlo a hacer.
Lo mismo que se siente tras hacer el amor.
Ya queremos que empiece
la próxima función…
- Autor: Julián Centeya (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 13 de febrero de 2024 a las 02:53
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 9
- Usuarios favoritos de este poema: jvnavarro, Violeta
Comentarios1
La experiencia del actor, es similar, con distancias, a la del mortal que somos.
Nacemos, estudiamos el libreto y formamos el personaje.
Nos mostramos ante la sociedad, como un personaje y una historia.
La diferencia es que el actor, está en un escenario, ante los otros. En la vida, estamos en un escenario, frente a otros escenarios.
Mi duda es, quién vende los boletos y a dónde va la recaudación..., por que yo no veo un mango...
Un abrazo y aplauso de pié...
Esteban
Te cuento: Mi mujer es actriz.
Terminé de leer tu comentario, y me fui a contarle a ella lo que me escrtibiste.
¡Qué imagen tan acertada e inquietante, la de pensar que en la vida cotidiana somos actores actuando ante otros escenarios! Cada uno representando su propia obra...
O, tal vez, haya un escenario único, en donde las diferentes puestas se imbrican y se modifican mutuamente, para ir escribiendo un único y desconocido Guión.
Respecto a la recaudación, quedate tranquilo. Después de pagar SADAIC, el seguro de sala, el aporte a AAdA, el iluminador, el sonidista, los puntos de borderaux... nosotros tampoco vemos un mango...
Por cierto, todo es así, se comen todo lo del plato y te dejan la dura loza, a masticar.
Me alegra que la imagen de que somos cada uno de nosotros, una obra en si mismo y me trajo a la memoria el recuerdo de mi madre (una mujer inquieta), que imaginaba hacer en una gran casona, una obra en la que los espectadores (pocos), deambularan por las instalaciones, conviviendo con los actores (pensaba que hasta se serviría una cena), involucrándose con la trama, dinámica por el aporte de los espectadores.
Un delirio, pero tan real y práctico, visto desde este tiempo y experiencia. Se me ocurre una obra, en la que los espectadores fuesen fantasmas, que rozaran la realidad del argumento.
Un abrazo corriéndome por que viene el telón...
Esteban
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