El Profesor que me enamoro: Capítulos 1, 2, 3, y 4

Reb Liz


AVISO DE AUSENCIA DE Reb Liz
Como una joven que anhela ser escritora, no me considero una poeta, simplemente soy una chica que plasma en papel sus pensamientos y vive cada palabra que escribe. Busco un lugar fértil donde sembrar semillas de amistad y cosechar la más pura felicidad. En cada línea, deseo transmitir emociones profundas y despertar los corazones de quienes me lean. Uniendo nuestras almas a través de la tinta, crearemos un vínculo eterno. Juntos, crearemos un mundo donde la amistad florezca y la felicidad sea nuestra cosecha. ¡Únete a mí en esta maravillosa aventura literaria!

Capítulo 1: El Encuentro Inesperado

 

Narra Ifigenia

 

¿Recuerdas la primera vez que te enamoraste?

 

A veces nos enamoramos de una sonrisa, una sonrisa que nos hace suspirar. O tal vez nos enamoramos de unos ojos cautivadores, unos ojos que nos atrapan. A veces, nos enamoramos de alguien por su personalidad o incluso por su físico.

 

Hola, mi nombre es Ifigenia Rodríguez, tengo 15 años y vivo en California. Mis padres están divorciados y mi padre se mudó a Nueva York por motivos de trabajo.

 

Y esta es la historia de mi primer amor. Me enamoré de alguien inesperado, mi profesor de literatura. Sé que esto está mal y no debería sentir lo que siento, pero ¿puedo evitarlo? James Santiago es un hombre maravilloso. Es atractivo, joven e inteligente. Sus ojos son como un laberinto en el que te pierdes sin darte cuenta.

 

Lo conocí cuando tenía 13 años, recién ingresaba a la secundaria. En ese momento, él aún no era mi profesor, tenía 18 años. Desde ese momento, me enamoré de él de una manera que nunca imaginé.

 

Pero dudaba que él se fijara en mí. No me considero especialmente bonita, al menos eso es lo que pienso. Tengo piel blanca, ojos cafés y labios de un suave tono rosado. Soy de estatura promedio, delgada pero no demasiado. ¿Quién podría fijarse en alguien como yo?

 

Dejé de ver a James cuando se graduó de la preparatoria y se fue a estudiar a la universidad. Llegué a pensar que nunca lo volvería a ver, pero la vida siempre nos sorprende.

 

Pero bueno, si voy a contar mi historia, será mejor que comience desde el principio. Todo empezó en un día normal, un día soleado y agradable.

 

Eran las 7:15 am cuando desperté al sonido del despertador. La verdad es que no estaba muy emocionada por mi primer día de clases en la preparatoria.

 

- Hoy es mi primer día de clases. ¡Qué fastidio! - me quejé.

 

Me levanté, arreglé mi cama y fui al baño para ducharme con agua fría. Después de terminar, salí del baño y me dirigí a mi armario.

 

Miré mi ropa por un momento y decidí ponerme un vestido azul marino que resaltaba mi figura.

 

Este año, había decidido hacer algunos cambios en mi vida y tal vez encontrar a un chico que hiciera que las demás chicas me envidiaran.

 

Aunque en realidad, solo podía pensar en James. La distancia no había disminuido lo que sentía por él, al contrario, lo había intensificado.

 

Elegí unos zapatos negros, dejé mi cabello suelto y me apliqué un poco de maquillaje.

 

- ¡Ifigenia! - gritó mi mamá desde la cocina - Te estás quedando sin tiempo, apúrate por favor.

 

Bajé lo más rápido que pude y ahí estaba mi madre con su hermosa sonrisa de todas las mañanas.

 

- Hola mamá - saludé con poco entusiasmo.

 

- Hola hija - respondió dándome un beso en la mejilla - ¿Cómo estás? ¿Lista para la escuela?

 

- Sí - respondí algo nerviosa.

 

Después de desayunar, mi madre me llevó a la escuela.

 

Media hora después, ya estaba frente a la institución. La verdad es que llamaba la atención con el atuendo que había elegido.

 

De repente, sonó el timbre para entrar a clases. Revisé mi horario y vi que mi primera clase era de literatura. Siempre odié esa materia porque siempre la había dado un profesor aburrido y espantoso, pero no tenía opción, tenía que tomarla.

 

Al entrar al salón, me senté en uno de los primeros asientos, ya que no conocía a nadie aquí.

 

Estaba perdida en mis pensamientos cuando escuché que la puerta del salón se abría y vi entrar al hombre más guapo y atractivo que había visto en mi vida.

 

- Buenos días, alumnos. Mi nombre es James Santiago, su nuevo profesor de literatura - anunció.

 

- James - pensé.

 

Él era mi nuevo profesor de literatura. Maldita sea mi suerte, mil veces maldita. ¿Cómo puede ser que este hombre tan atractivo sea mi profesor de literatura? Si antes no tenía posibilidad alguna, ahora mucho menos - murmuré en mi mente sin apartar la mirada de él.

 

Él nos dedicó una sonrisa a todos.

 

La clase transcurrió entre explicaciones y ejemplos de poesía. James era un profesor apasionado y se notaba en su manera de enseñar. Cada vez que hablaba, sus palabras me envolvían y me transportaban a un mundo lleno de emociones y belleza.

 

De vez en cuando, sentía su mirada en mí y yo le lanzaba una sonrisa coqueta. No sé por qué lo hacía, nunca había sido coqueta antes.

 

Cuando sonó el timbre, desperté de mis pensamientos. Estaba guardando mis cosas en mi mochila cuando, de repente, tropecé con una silla y cerré los ojos esperando el golpe contra el suelo. Pero los abrí cuando sentí unas manos sujetando mi cintura.

 

Y para mi sorpresa, era él... era el hombre más atractivo que había visto en mi vida.

 

No pude evitar mirarlo a los ojos con una sonrisa coqueta.

 

Él solo sonrió y susurró en mi oído.

 

- Ten más cuidado, preciosa.

 

Esas palabras me hicieron estremecer.

 

- Me llamó preciosa - pensé.

 

Dios mío, este hombre me volverá loca. Pero lo que él no sabía es que estaba conociendo a mi profesor.

 

Narra James

 

Mientras observaba a mis nuevos alumnos, mi mirada se detuvo en Ifigenia. Su belleza y su sonrisa coqueta me atrajeron de inmediato. No podía evitar sentir una conexión especial con ella, aunque sabía que era inapropiado y complicado. Traté de mantener la distancia profesional, pero era difícil resistirse a su encanto.

 

Durante la clase, noté cómo Ifigenia se sumergía en mis palabras y cómo su atención se centraba en cada ejemplo que daba. Me alegraba ver su interés y su entusiasmo por la literatura. Aunque intentaba no prestarle demasiada atención, no podía evitar sentir que había algo más entre nosotros.

 

Después de la clase, me acerqué a Ifigenia para asegurarme de que estaba bien después de haber tropezado. Su sonrisa coqueta y su mirada desafiante me hicieron perder el aliento por un momento.

 

- Ten más cuidado la próxima vez, preciosa - le susurré al oído, sin poder evitar que mi voz sonara un poco más cercana de lo necesario.

 

Ella se estremeció ante mis palabras, y su reacción solo aumentó mi atracción hacia ella. Sin embargo, sabía que tenía que mantener la distancia y actuar como su profesor.

 

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Capítulo 2: El Juego de la Atracción

 

Narra Ifigenia

 

Al día siguiente, estaba tumbada en mi cama, perdida en mis pensamientos y dejando volar mi imaginación. Recordaba el encuentro con mi profesor y cómo nos conocimos. Mi corazón latía con fuerza solo de pensarlo. Cuando sonó mi alarma, me levanté emocionada, sabiendo que vería a James de nuevo.

 

Rápidamente arreglé mi cama, tomé una ducha y revisé mi armario. Opté por unos jeans ajustados, un top negro y una chaqueta roja que hacía juego con mis sandalias de plataforma. Me miré en el espejo y me sentí más segura y atractiva de lo habitual.

 

Bajé rápidamente, sin desayunar, ansiosa por llegar temprano a la escuela. Me despedí de mi madre y me subí al autobús.

 

Una vez en la institución, revisé mi horario y me di cuenta de que las tres primeras horas eran con James, mi profesor de literatura. No podía evitar sentir una emoción especial al pensar en su clase. Entré al salón y me encontré con que estaba vacío, ya que había llegado temprano. Tomé asiento cerca de su escritorio y saqué mi diario para escribir.

 

De repente, percibí un aroma delicioso en el aire. Era un perfume suave y masculino. Levanté la vista y allí estaba él, apoyado en el marco de la puerta. Llevaba unos jeans y una camisa informal que le quedaban increíblemente bien.

 

- Señorita Rodríguez, ha llegado temprano hoy - dijo acercándose a mí.

 

- Sí, profesor... pero me gustaría que me llamara Ifigenia, por favor - respondí, mordiendo mi labio inferior de manera coqueta.

 

No podía creer lo que estaba haciendo. Nunca antes me había comportado así.

 

Él me contestó con una mirada sexy, lo cual solo aumentó mi deseo de coquetear. Poco a poco, se fue acercando a mí, pero antes de hacerlo, cerró la puerta del salón. No sabía a qué estaba jugando, pero yo estaba dispuesta a seguirle el juego.

 

Extendió su mano y yo la tomé tímidamente.

 

- Sabes, Ifigenia - dijo con dulzura -, eres muy hermosa y no sé por qué, pero siento que te gusta provocarme. Y te diré algo, a mí me gusta que me provoques, porque eso logra encenderme.

 

Sus palabras me hicieron estremecer. Sin más preámbulos, puso sus manos en mi cintura y yo rodeé su cuello con mis brazos. Nos acercamos y nuestros labios se encontraron en un beso apasionado. Era mi primer beso y no podía creer lo maravilloso que era. Sentí cómo sus manos acariciaban mi espalda, descendiendo hasta llegar a mis nalgas, mientras él me pegaba más a su cuerpo.

 

Estaba volviéndome loca. Quería que esto continuara, pero sabía que debíamos separarnos antes de que alguien nos descubriera.

 

- Gatita, esto lo terminaremos más tarde - dijo con excitación. Antes de que los demás compañeros entraran al salón, me guiñó un ojo, a lo que yo respondí con una sonrisa traviesa.

 

La verdad es que no sabía a qué estábamos jugando, pero no iba a detenerme. Me había metido en esto y quería ver hacia dónde nos llevaría.

 

Bueno, bueno, volviendo al dios nórdico. Comenzó la clase y yo moría con su voz. Era suave, sexy y masculina. Era alto, con un cuerpo perfectamente marcado. Su piel clara contrastaba con su cabello castaño, un poco largo y ligeramente despeinado. Sus ojos cafés avellana y su sonrisa con hoyuelos eran simplemente hermosos. Decir que era el hombre más guapo que había visto en mi vida era quedarse corta.

 

- ¡Ey! Ifigenia, ¿me estás prestando atención? - dijo alguien con una voz aguda.

 

Era Heidi, mi mejor amiga desde preescolar. Habíamos compartido bellos momentos juntas, desde que compartimos los columpios. No entendía por qué no había venido a la escuela el primer día.

 

- Claro que sí, solo me distraje un poco, lo siento - respondí.

 

- ¿Y en qué te distraíste? ¿En él? - dijo señalando a James.

 

- ¿Q-Qué? No, no, bueno, sí - tartamudeé.

 

- No te culpo - dijo riendo -, es muy guapo. ¿Sabes cómo se llama?

 

- Tiene un nombre precioso... se llama James Santiago - respondí.

 

- ¿James Santiago? ¿No teníamos un compañero en secundaria que se llamaba así? - se quedó pensando por un momento y luego me miró con una sonrisa pícara -, ¡Es él! ¿Verdad? Es el chico del que estás enamorada desde los 13 años.

 

No supe qué contestar. Me quedé paralizada por un momento.

 

- Cállate, Heidi.

 

Al terminar la clase, esperé a que todos salieran y me acerqué a su escritorio.

 

- Señorita Rodríguez, ¿qué se le ofrece? - preguntó James.

 

- Creo que tenemos algo pendiente, profesor - dije con una risa seductora.

 

Vi cómo se levantaba y cerraba la puerta del aula. Luego se acercó a mí y me tomó de la cintura, mientras yo rodeaba su cuello con mis brazos.

 

- Gatita, esto no ha terminado - dijo antes de besarme una vez más.

 

Salí de su salón suspirando, emocionada por lo que vendría. Cada vez me gustaba más este hombre, y la atracción entre nosotros seguía creciendo.

 

Narra James

 

Al ver a Ifigenia entrar al salón temprano, sentí cómo mi corazón se aceleraba. No podía evitar sentir una atracción intensa hacia ella, algo que iba más allá de la relación profesor-alumno. Mientras me acercaba a ella, no pude evitar notar lo hermosa que lucía con su outfit ajustado y su sonrisa traviesa.

 

- Señorita Rodríguez, ha llegado temprano hoy - dije, tratando de mantener la compostura.

 

- Sí, profesor... pero me gustaría que me llamara Ifigenia, por favor - respondió ella, mordiendo su labio inferior de manera coqueta.

 

Esa pequeña acción desató algo en mí. Sentí cómo la tensión sexual entre nosotros se intensificaba. Me acerqué lentamente, cerrando la puerta del salón. Quería jugar su juego, dejarme llevar por la atracción que sentía hacia ella.

 

Extendí mi mano y ella la tomó tímidamente. Sentí una corriente eléctrica recorrer mi cuerpo al sentir su contacto. Sus ojos brillaban con deseo, y su sonrisa coqueta me invitaba a seguir adelante.

 

- Sabes, Ifigenia - dije con dulzura -, eres muy hermosa y no sé por qué, pero siento que te gusta provocarme. Y te diré algo, a mí me gusta que me provoques, porque eso logra encenderme.

 

No podía negar la verdad de mis palabras. Ella tenía el poder de encender una pasión en mí que no había sentido en mucho tiempo. Sin más preámbulos, puse mis manos en su cintura y ella rodeó mi cuello con sus brazos. Nuestros labios se encontraron en un beso apasionado y lleno de deseo.

 

Sentir sus labios contra los míos era intoxicante. Era como si el mundo desapareciera a nuestro alrededor y solo existiéramos nosotros dos. Sus manos acariciando mi espalda despertaban sensaciones que había olvidado. Quería más, quería explorar cada rincón de su ser.

 

Pero, una vez más, fuimos interrumpidos por el maldito timbre que anunciaba el inicio de las siguientes clases. Nos separamos con reluctancia, sabiendo que debíamos poner fin a ese momento.

 

- Gatita, esto no ha terminado - dije, sintiendo la excitación correr por mis venas. Le di un último beso antes de que saliera del salón.

 

Verla alejarse suspirando me dejó con ganas de más. Cada vez me gustaba más Ifigenia y la atracción entre nosotros solo crecía. Sabía que esto no podía detenerse aquí. Estaba dispuesto a explorar hasta dónde nos llevaría esta pasión desenfrenada.

 

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Capítulo 3: ¿Celosa? Ni en mis sueños

 

Narra Ifigenia

 

Al día siguiente en la escuela, las tres horas de literatura pasaron volando. A veces sentía la mirada del profesor sobre mí, y cada vez que nuestros ojos se encontraban, él me sonreía de una manera emocionante. La verdad es que disfrutaba de esos juegos de miradas con él.

 

Cuando sonó el timbre para el almuerzo, esperé a que todos salieran para poder quedarme a solas con el profesor. Pero todo se vio interrumpido por una mujer mucho más atractiva que yo, una rubia de piernas largas y espalda descubierta que se acercó al profesor y lo abrazó por detrás.

 

- ¿Quién es esta mujer? - pensé.

 

- Hola amor, ¿cómo estás? - dijo aquella mujer con una sensualidad exagerada.

 

Hablaba de una manera tan desagradablemente seductora. La verdad es que estaba furiosa, pero ¿qué podía hacer? Él era solo mi profesor y yo, una simple alumna. ¿Celosa?

 

Sin ninguna dignidad después de lo que había pasado entre él y yo, lo vi de frente y lo besó delante de mí. Sin más que hacer, agarré mis cosas y salí corriendo, azotando la puerta. Me gané una mirada de rabia de esa mujer y del mujeriego de mi profesor.

 

Estaba realmente enfadada y no sabía qué hacer. Me fui al patio trasero donde los chicos guapos jugaban fútbol. Entre ellos estaba Samuel, el chico con el que tenía que hacer un trabajo que debíamos presentar la próxima semana. Samuel se acercó a mí al verme sola.

 

- Hola bonita, ¿cómo estás? - dijo Samuel - ¿Qué pasa? - preguntó mientras me daba un beso en la mejilla, lo que hizo que me sonrojara.

 

- Nada, Samuel. Solo cosas que hacen que mi vida sea complicada - dije sintiendo que iba a llorar.

 

Él me miró de una manera seductora y me dijo:

 

- Está bien, linda. A su debido tiempo me contarás - dijo levantándose de mi lado - Lamentablemente, tengo que irme. Hablamos luego. Adiós.

 

Yo no dije nada, solo hice un gesto con la mano diciéndole adiós.

 

Escuché el timbre, era hora de entrar a clases de nuevo. Solo me faltaban dos clases más y me largaba de ahí. Revisé mi horario y me tocaba física e historia.

 

Después de mis últimas clases, fui hasta mi casillero para sacar lo necesario para poder jugar tenis. La verdad es que era un deporte bastante agradable y me gustaba mucho jugarlo. Al llegar a los vestuarios, me encontré con varias chicas que se estaban cambiando. De repente, dos chicas se acercaron a mí.

 

Una era alta, morena, con ojos negros, pestañas muy largas y senos grandes. Era realmente hermosa.

 

Su amiga era todo lo contrario, era bajita, con ojos verdes y cabello castaño. También era muy bonita, al igual que su amiga.

 

En esta escuela, todas eran más bonitas que yo.

 

- Hola, soy Daniela - dijo la morena - Y ella es mi amiga Camila.

 

- Hola - dijo Camila con una sonrisa perfecta.

 

Yo solo sonreí, la verdad es que se veían muy amigables.

 

- Hola, soy Ifigenia - dije con una sonrisa.

 

- La verdad nos acercamos a ti - dijo Daniela - para decirte si quieres estar en nuestro equipo y así ser amigas. Hemos visto que estás sola y queríamos saber si quieres ser parte de nuestro grupo.

 

Camila asintió con una gran sonrisa.

 

Pasaron las horas y me despedí de mis dos nuevas amigas. Mientras salía hacia el portón para tomar un taxi, un brazo fuerte me atrapó y me llevó hasta el cuarto del conserje. Una vez allí, todo estaba oscuro y empecé a sentir unas manos recorrer mi cuerpo y llegar a mis labios. Luego, encendieron la luz y ahí estaba él, el bombón... el idiota de mi profesor de literatura.

 

- ¿Qué te pasa, imbécil? ¿Por qué me tocas? - dije enojada.

 

- Vamos, Gatita, ¿qué te pasa? ¿Por qué me dices eso? - dijo como si no hubiera pasado nada.

 

- Qué cínico - pensé.

 

- Ah, ya sé por qué estás así. Es por Hannah, ¿verdad? - dijo.

 

"Así que la muy desgraciada tiene nombre de zorra, claro, Hannah" - pensé.

 

- ¿Estás celosa, gatita?

 

- Yo, ¿celosa? Jamás - dije - Y no vuelvas a llamarme así.

 

- ¿Por qué no, solecito?

 

- Tampoco.

 

- No necesitas ponerte celosa.

 

- Ya te dije que no estoy celosa.

 

Logré zafarme de su agarre y caminar hasta el portón. Una vez fuera del instituto, tomé aire y comencé a pensar. La verdad es que mi profesor quería jugar conmigo, pero yo le enseñaría a jugar, pensé con una sonrisa traviesa.

 

Cuando llegué a casa, me encontré con mi madre. Amaba a mi familia, aunque no convivía mucho con ellos, les tenía un gran cariño. No solía contarles nada, ni a mi padre ni a mi madre. No les tenía la suficiente confianza. Normalmente les contaba cosas normales, como el día en la escuela, logros o ridiculeces, pero nada íntimo, como mi primer beso o si estoy enamorada. Menos ahora que ambas preguntas tienen la misma respuesta: mi profesor.

 

Mis padres se divorciaron cuando tenía 13 años. Supe que mi padre le fue infiel a mi madre y ella nunca lo perdonó. El año pasado, mi padre recibió un ascenso en su trabajo y se fue a vivir a Nueva York.

 

Pasé el tiempo ideando un plan para poner celoso a James. ¿Quieres jugar? Juguemos, James.

 

Narra James

 

Después de la clase de literatura, me sentía emocionado por haber compartido esos momentos de miradas intensas con Ifigenia. No podía negar que sentía una conexión especial con ella, algo que iba más allá de ser solo su profesor. Sin embargo, mi emoción se vio interrumpida por la llegada de Hannah, una mujer deslumbrante que se acercó a mí con una sensualidad exagerada.

 

- Hola amor, ¿cómo estás? - dijo Hannah con una voz seductora.

 

No pude evitar sentirme atraído por su encanto, pero al mismo tiempo me sentí culpable por lo que estaba sucediendo. Ifigenia estaba ahí, presenciando todo. Me di cuenta de que había herido sus sentimientos y eso me hizo sentir incómodo.

 

Cuando Ifigenia salió corriendo, sentí una mezcla de confusión y remordimiento. ¿Cómo pude permitir que las cosas llegaran a este punto? Me sentía culpable por haberla lastimado y por haberme dejado llevar por la atracción hacia Hannah. Pero al mismo tiempo, no podía negar que había algo entre nosotros.

 

Después de la clase, me dirigí al patio trasero y vi a Samuel acercarse a Ifigenia. Sentí una punzada de celos al verlos juntos, pero me recordé a mí mismo que no tenía derecho a sentirme así. Ifigenia merecía ser feliz y si Samuel podía hacerla sonreír, no tenía derecho a interferir.

 

Mientras caminaba hacia mi próxima clase, me di cuenta de que había cometido un error. No solo había lastimado a Ifigenia, sino que también había puesto en riesgo mi reputación como profesor. Me prometí a mí mismo que debía ser más cuidadoso en el futuro y mantener una distancia adecuada con mis estudiantes.

 

Después de las clases, me encontré con Ifigenia en los vestuarios. Quería disculparme por lo sucedido, pero antes de que pudiera decir algo, ella se fue sin darme la oportunidad de explicarme. Me sentí frustrado por no poder arreglar las cosas, pero entendí que necesitaba darle espacio y tiempo para procesar lo que había sucedido.

 

Mientras caminaba hacia mi auto, me invadieron pensamientos de arrepentimiento y preocupación. No quería lastimar a Ifigenia, pero al mismo tiempo no podía negar la atracción que sentía hacia ella. Sabía que debía encontrar una manera de resolver esta situación de manera adecuada y respetuosa.

 

Cuando llegué a casa, me encontré con mis propios pensamientos y sentimientos contradictorios. Me sentía culpable por lo sucedido, pero también sentía una extraña emoción al pensar en Ifigenia. Sabía que tenía que tomar decisiones difíciles y enfrentar las consecuencias de mis acciones.

 

Pasé el tiempo reflexionando sobre lo ocurrido y pensando en cómo podía enmendar las cosas con Ifigenia. Sabía que tenía que ser honesto con ella y enfrentar las consecuencias de mis acciones. No quería perder su confianza ni lastimarla más de lo que ya había hecho.

 

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Capítulo 4: Un Plan Inesperado

 

Narra Ifigenia

 

El sonido del despertador me sacó de mi excitante sueño con mi profesor.

 

Me levanté rápidamente de la cama y me metí en la ducha para tomar una larga y relajante ducha.

 

Al salir del baño, elegí un short blanco, una camisa que resaltaba mi figura y unos Nike negros. Me arreglé y bajé a desayunar.

 

- Hola, cariño - dijo mi mamá.

 

- Hola, mamá. ¿Cómo estás?

 

- Bien, hija. ¿Y tú? ¿Cómo te fue en el colegio? ¿Algún chico que te llamó la atención? - dijo mi mamá con su tono sarcástico, sabiendo que nunca había tenido novio.

 

- Nada, mamá. Solo chicos feos y odiosos - mentí.

 

Pasaron 30 minutos y ya estaba en la institución. Mis tres primeras horas eran de historia, matemáticas y química. Nada interesante. Al entrar al instituto, no vi a mi profesor de literatura por ningún lado, así que me dirigí hacia mi casillero. Mientras guardaba mis cosas, sentí dos manos en mi cintura. Me di la vuelta para ver quién era y ahí me encontré con el guapo de Samuel.

 

- Hola, preciosa - dijo él, acercándose a mis labios.

 

- Hola, guapo - respondí. En ese momento, se me ocurrió el mejor plan de toda mi vida, o tal vez el más infantil. Le iba a dar a mi querido profesor de literatura una cucharada de su propia medicina.

 

- Samuel, ¿me haces un favor? - dije con un tono seductor.

 

- Claro, preciosa - respondió él con un tono sensual.

 

- Ven conmigo - le dije, tomándolo de la mano y llevándolo hacia la parte trasera de la escuela. Creía que tanto él como yo nos perderíamos las clases.

 

- Bien, Samuel, te voy a contar algo. Tienes que jurarme que nadie lo sabrá y que me ayudarás - dije con un tono de voz tan inocente que parecía un ángel para quien me escuchara.

 

- Bien, Ifigenia - respondió él. - Dime en qué quieres que te ayude.

 

- Lo primero que te diré es que... me he enamorado de mi profesor de literatura. Y al segundo día, él me besó. Y al tercer día, lo vi besándose con su novia - dije, sintiéndome avergonzada. Samuel solo me miraba sonriendo como un tonto. - Y lo segundo es que quiero darle celos. Así que tú me vas a ayudar con eso - le dije. Samuel abrió los ojos como platos.

 

- Déjame ver si entendí - dijo. - ¿Quieres que yo te ayude a darle celos al profesor? - Asentí. Pasaron unos minutos y él no decía nada. El maldito silencio me ponía muy nerviosa.

 

- Carajo, ¿entonces me vas a ayudar o no? - le dije, histérica.

 

Samuel se paró frente a mí y me empezó a besar salvajemente. Yo no sabía qué hacer cuando una voz ronca nos interrumpió. Ahí estaba mi profesor de literatura, sonrojado.

 

- Disculpen, jóvenes. ¿Qué se supone que estaban haciendo? Está prohibido el contacto físico en esta institución.

 

- Nada que los novios no hagan - dijo Samuel, guiñándome el ojo. Yo solo sonreí traviesamente.

 

- Están castigados, jóvenes. Esto no se puede hacer dentro de la institución - dijo el profesor. Esta vez, yo le contesté.

 

- Mire, profesor, usted no nos puede regañar por un beso. Esto es entre él y yo - dije, elevando la voz.

 

- Señorita, no se le ocurra levantarme la voz - dijo enojado.

 

Y yo solo lo miré con odio.

 

- Así que los dos vayan a sus respectivas aulas - dijo. - Y en la salida hablaremos de sus castigos. Den gracias a Dios de que no se lo diré al director - dijo sarcásticamente.

 

Antes de irse, Samuel se acercó a mi oído y me dijo:

 

- Nena, ese beso responde a tu pregunta. Claro que te ayudaré - me dijo, separándose de mí y dándome un beso en la mejilla.

 

Yo iba a seguirlo cuando una mano sujetó mi brazo y no me dejó avanzar.

 

- Mira, gatita - dijo el profesor, tomándome de la cintura furioso. Reí en mi interior, mi plan estaba funcionando de maravillas. - Tú eres mía, solo mía. Solo yo te toco, solo yo te beso, solo yo ¿Oíste? Solo yo - dijo con voz llena de deseo. Esas palabras me encantaron, pero estaba muy enojada por lo que había hecho que todavía no podía perdonarlo.

 

- Mire, profesor - le dije seriamente. - Yo no soy suya y puedo hacer lo que se me dé la regalada gana con quien yo quiera. Es asunto mío, no suyo. Así que no se meta, porque si no recuerda, usted fue el que me enseñó - él empezó a reír, lo que me enfureció aún más.

 

- Está bien, está bien. Gatita, perdóname - me dijo con voz calmada. - No fue mi intención besarme con Hannah delante de ti. Así que perdóname. Y si este es un plan para darme celos, créeme que está funcionando. Por favor, no te enojes.

 

Eso fue lo último que dijo cuando sentí sus labios en los míos, mordiendo mis labios. A los pocos minutos, respondí a su beso. Empezó a acariciar mi espalda, bajando hasta mis nalgas, y yo solté un gemido, algo que a él le encantó. Nos separamos por falta de aire.

 

- Gatita, me esperas a la salida. Quiero llevarte a un lugar - me dijo él, y yo solo asentí emocionada.

 

- Tenemos que irnos - me dijo luego. - Antes de que nos vengan a buscar y nos descubran.

 

Le di un beso y me fui primero, esperando unos minutos antes de que él saliera para evitar sospechas. Mientras caminaba, no podía evitar pensar en dónde me llevaría. ¿Será a su casa? ¿O tal vez a algún lugar especial que solo él conoce?

 

Mi mente no dejaba de crear teorías, pero estaba orgullosa de mí misma. Mi plan había funcionado a la perfección y ahora tenía a mi profesor de literatura justo donde quería.

 

Aunque seguía pensando en algo que me inquietaba. ¿Quién es esa tal Hannah? No podía entender cómo él podía besarme a mí y luego estar con otra persona. No era justo para ninguna de las dos.

 

Recordé a mi amiga Heidi y su triste historia de amor. Desde que éramos niñas, ella había estado enamorada de un chico que no la merecía. Aunque era guapo, él la trataba mal y abusaba del cariño que ella le tenía. Heidi aún piensa que le gusta, pero yo sé que no es así. Siempre tuve miedo de que me pasara lo mismo, de enamorarme de alguien que no me valorara.

 

Pero esta vez, con el profesor de literatura, sentía que las cosas eran diferentes. No estaba dispuesta a dejarme manipular ni a conformarme con migajas de amor. Quería algo real y sincero, algo que él me pudiera ofrecer si realmente sentía algo por mí.

 

Mientras esperaba a Samuel, me prometí a mí misma que no permitiría que nadie me lastimara. Estaba decidida a luchar por lo que quería y a no conformarme con menos de lo que merecía.

 

Narra James

 

Mientras observaba la escena entre Ifigenia y Samuel, sentí una mezcla de emociones abrumadoras. La sorpresa inicial se convirtió rápidamente en enfado al presenciar ese beso apasionado. No podía creer que Ifigenia se hubiera enamorado de mí y que ahora estuviera buscando darme celos. ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué se besó delante de mí?

 

Mis pensamientos se agolpaban en mi mente, tratando de encontrar una explicación lógica para esta situación inesperada. Sentía una furia ardiente por dentro, pero también una profunda tristeza y culpa. No podía dejar de pensar en lo que había hecho con Hannah y cómo eso había afectado a Ifigenia.

 

- Mira, gatita - dije, tomando a Ifigenia de la cintura con furia contenida. Traté de controlar mi enojo mientras observaba su sonrisa traviesa. - Tú eres mía, solo mía. Solo yo te toco, solo yo te beso, solo yo ¿Oíste? Solo yo - mi voz se llenó de deseo, pero en el fondo, sentía una mezcla de desesperación y culpa. No podía evitar pensar en lo que había hecho y cómo había lastimado a ambas mujeres.

 

- Mire, profesor - me respondió Ifigenia con seriedad, mirándome fijamente a los ojos. - Yo no soy suya y puedo hacer lo que se me dé la regalada gana con quien yo quiera. Es asunto mío, no suyo. Así que no se meta, porque si no recuerda, usted fue el que me enseñó. - Su respuesta me hizo reír, pero fue una risa amarga. Sabía que tenía razón, pero eso no quitaba el remordimiento que sentía por mis acciones.

 

- Está bien, está bien. Gatita, perdóname - le dije, tratando de calmar mi voz y controlar mis emociones. - No fue mi intención besarme con Hannah delante de ti. Fue un error y te pido perdón por ello. Y si este es un plan para darme celos, créeme que está funcionando. Pero debemos hablar sobre esto, sobre lo que ha sucedido y cómo nos sentimos.

 

Mientras pronunciaba esas palabras, sentí una mezcla de alivio y temor. Sabía que había cometido errores y que tendríamos que enfrentar las consecuencias de nuestras acciones. Pero también había una pequeña chispa de esperanza, la esperanza de que pudiéramos encontrar una forma de resolver esta situación complicada y tal vez, solo tal vez, descubrir algo más profundo entre nosotros.

  • Autor: Reb Liz (Offline Offline)
  • Publicado: 20 de febrero de 2024 a las 10:10
  • Comentario del autor sobre el poema: Queridos lectores Es un honor compartir con ustedes esta historia que ha nacido desde lo más profundo de mi corazón. Cada palabra, cada personaje y cada emoción plasmada en estas páginas ha sido creada con amor y dedicación. Espero que al sumergirse en estas letras encuentren momentos de alegría, inspiración y conexión. Mi mayor deseo es que esta historia toque sus corazones y les brinde un escape a un mundo lleno de emociones y posibilidades. Agradezco de todo corazón su apoyo y compañía en este viaje literario. Sin ustedes, mis queridos lectores, estas palabras no tendrían sentido. Espero que disfruten de esta aventura tanto como yo disfruté escribiéndola. Con gratitud.
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 4
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