Como una joven que anhela ser escritora, no me considero una poeta, simplemente soy una chica que plasma en papel sus pensamientos y vive cada palabra que escribe. Busco un lugar fértil donde sembrar semillas de amistad y cosechar la más pura felicidad. En cada línea, deseo transmitir emociones profundas y despertar los corazones de quienes me lean. Uniendo nuestras almas a través de la tinta, crearemos un vínculo eterno. Juntos, crearemos un mundo donde la amistad florezca y la felicidad sea nuestra cosecha. ¡Únete a mí en esta maravillosa aventura literaria!
Capítulo 5: La Inesperada Sorpresa
Narra Ifigenia
Las horas pasaban rápido cuando llegué a mi última clase. Entré al salón y ahí estaba Samuel, mi guapo profesor de literatura. Aún no había llegado, pero Samuel me hizo señas para que me sentara junto a él. Justo cuando estaba a punto de sentarme, Samuel me dio una palmada en el trasero que me enfureció.
- Eres un idiota - le dije, muy enojada. Él solo sonrió.
- Nena, es solo parte del plan - dijo, riendo.
Me alejé de él y me senté junto a Heidi. Pasaron 5 minutos entre risas y bromas entre nosotras, hasta que finalmente entró mi guapo profesor de literatura.
Nuestras miradas se conectaron y me quedé embobada con sus hermosos ojos cafés. La clase pasó muy rápido, entre miradas y coqueteo por parte de los dos.
Cuando llegó el final de la clase, Samuel y yo dejamos que todos salieran y nos acercamos al profesor.
- Bueno profesor, aquí estamos - dijo Samuel. - ¿Cuál será nuestro castigo?
- Por esta vez no habrá castigo, Samuel - dijo el profesor, serio. - Pero que no vuelva a repetirse, por favor. Samuel y yo asentimos.
Esperé a que Samuel saliera y me quedé a solas con James.
Una vez que Samuel salió del salón, sentí cómo dos manos fuertes me tomaron de la cintura con firmeza. Me di la vuelta y ahí estaban esos hermosos ojos que me derretían, con una mirada llena de deseo. En ese momento, tenía ganas de besarlo. Estaba muy emocionada, porque había llegado la hora de la sorpresa.
- Gatita, llama a tu mamá - me dijo, en tono sensual. - Y dile que esta noche no irás a dormir a tu casa y te quedarás con tus amigas - me susurró al oído mientras besaba mi cuello.
La verdad es que no sabía qué iba a pasar y estaba nerviosa, pero también quería estar con él.
Tomé mi celular y marqué el número de mi madre.
- Hola, mamá. ¿Cómo estás? - dijo mi madre del otro lado del teléfono.
- Hola, mamá. Quería saber si puedo ir a dormir a casa de una amiga hoy. Prometo que mañana llegaré temprano a casa - dije, esperando la respuesta de mi madre.
- Está bien, hija. Ve y cuídate mucho. Te amo - dijo dulcemente.
- Ok, mamá. Te amo más - respondí y colgué.
- Listo, profesor. Ahora, ¿dónde me llevarás? - le dije, coqueteando.
Él me sonrió y dijo:
- Bueno, solecito, te llevaré a mi casa. Ahí te cambiarás y luego iremos a cenar - dijo, besándome en los labios.
Al salir del salón, salimos los dos. Él aparentaba estar algo enojado y yo estaba un poco asustada, para que no nos descubrieran. Ya no había nadie, solo estaban los conserjes limpiando la escuela.
Salimos y él tomó mi mano. Llegamos a su coche y me abrió la puerta del copiloto, como todo un caballero.
Una vez que cerró la puerta, se subió al asiento del conductor y se dispuso a conducir. Durante el trayecto, posó su mano en mi muslo, acariciándome. Yo solo me dedicaba a admirar lo hermoso que era: su cara, su cuerpo, su sonrisa, su boca, sus ojos. Todo era perfecto.
- ¿Por qué me miras tanto? - me dijo, sonriendo.
- Porque eres perfecto, profesor - le dije, sonriendo.
Sentía que me estaba enamorando, pero no puedo permitirlo. Esto es solo un juego y quien se enamora, pierde.
- ¿En serio crees que soy perfecto? - dijo, sonriendo.
- Sí, claro que sí - respondí, entusiasmada.
Él tomó un momento para admirarme y luego, con su voz poética, me elogió:
- Tus ojos, dos luceros que iluminan mi camino. Tu sonrisa, un poema que alegra mi día. Tu voz, una melodía que encanta mis oídos. Eres la musa que inspira mis versos, la belleza que llena mi mundo. Eres mi aliento, mi inspiración, mi razón para amar la literatura.
Empezamos a bromear mucho, mientras yo le daba besos en la mejilla.
Pasaron unos cuantos minutos hasta que llegamos a un hermoso edificio súper lujoso. Entramos y él tomó mi mano. La verdad, eso me hacía sonrojarme. Me encantaba que lo hiciera.
Una vez dentro del ascensor, él empezó a darme pequeños besos en el cuello, lo que me hacía sentir en el cielo.
Las puertas del ascensor se abrieron y entramos a su departamento. Era realmente hermoso: grande, de color blanco. Su sala tenía un sillón en forma de L de color rojo. La sala estaba adornada con muchos cuadros hermosos. La cocina era inmensa. La verdad, todo era hermoso. Era como una mini mansión.
- Ifigenia, ven - me dijo él. - ¿Te gusta mi casa?
- Sí, es realmente hermosa - le dije, sonriendo.
- Y eso que no has visto lo mejor. - me dijo, sonriendo. - Esa es tu sorpresa. - Yo asentí.
Me tomó de la mano y me llevó a su cuarto. Ahí estaba un hermoso vestido rojo de encaje, junto con unos tacones negros. La verdad, todo era hermoso.
Enamorarse es de valientes, pero yo soy una cobarde. No quiero que mi corazón caiga en manos equivocadas, que lo destrocen en mil pedazos. Mi mayor miedo es que lo tome y lo destruyan, sin importarles mi dolor.
Jamás he tenido un novio. Por más que me guste una persona, suelo rechazar a mi corazón y hacerle caso a mi mente.
No dependo de un hombre. No me define un hombre. Yo soy yo y punto.
Narra James
Cuando la vi por primera vez, supe que algo especial había despertado en mí. Sus ojos, radiantes como estrellas en la noche, me atraparon en un universo de fascinación. Su sonrisa, dulce y encantadora, iluminaba mi mundo y despertaba en mí la inspiración más profunda.
Cada vez que la veo en mi clase, siento cómo mi corazón se acelera y mi mente se llena de versos que claman por ser escritos. Ella es mi musa, la fuente de mi creatividad y la razón por la que amo la literatura aún más.
Pero no solo es su belleza exterior lo que me cautiva, sino también su inteligencia y pasión por las letras. Sus comentarios en clase revelan una mente brillante y una perspectiva única que me desafía y me inspira a ser un mejor profesor y escritor.
Sin embargo, debo ser consciente de los límites que existen entre nosotros. Soy su profesor y tengo la responsabilidad de guiarla en su aprendizaje, no puedo permitir que mis sentimientos se interpongan en su desarrollo académico. Es un equilibrio delicado, pero estoy decidido a ser un apoyo para ella sin cruzar ninguna línea inapropiada.
A veces, me pregunto si ella siente algo más que admiración por mí. ¿Será posible que también haya captado las chispas de conexión que parecen surgir entre nosotros? Pero, por ahora, me limito a disfrutar de su presencia en mis clases y a encontrar en sus palabras y gestos pequeñas señales de reciprocidad.
Es un desafío mantener mis emociones bajo control, pero sé que es lo correcto. Mi amor por la literatura y mi compromiso como profesor siempre estarán por encima de cualquier sentimiento personal. Quiero ser su guía, su mentor y su inspiración, sin importar lo que el destino tenga preparado para nosotros.
En el fondo, sé que estos sentimientos son un regalo en sí mismos. Aunque no pueda expresarlos abiertamente, el amor que siento por Ifigenia alimenta mi creatividad y me impulsa a explorar nuevas dimensiones en mi escritura. Ella es mi musa silenciosa, mi inspiración secreta, y eso es suficiente para mí.
________________________________________________________
Capítulo 6: La Primera Cita
Narra Ifigenia
Estaba realmente nerviosa. Esta era mi primera cita con James y sentía una mezcla de emoción y miedo. Sabía que algo iba a suceder, pero no estaba segura de qué.
- Princesa, te dejaré para que te arregles. Luego, bajemos juntos. Quiero llevarte a un lugar especial - me dijo James con una sonrisa.
Mi hermoso profesor, con su voz encantadora que me derretía. Todo parecía perfecto.
- Claro, James - respondí. Antes de que se fuera, me tomó de la cintura y me dio un dulce beso.
Hasta ese momento, siempre lo había llamado por su nombre. Pero algo estaba cambiando.
Él salió de la habitación y me dejó allí, en su habitación. Me sentía muy contenta. Fui al baño para tomar una ducha, pero me llevé una gran sorpresa. La bañera estaba llena de pétalos de rosa azul, mis favoritos. Junto a ella, había una mesita con una nota que decía:
"Aquí empieza nuestro juego, gatita. Espero que te guste, mi rayito de sol.
James, tu profesor".
Todo parecía perfecto, hasta que leí esas palabras: "aquí empieza el juego". Me dolieron, pero me recordé a mí misma que esto era solo un juego y que no debía enamorarme. Aunque, en secreto, creo que ya es demasiado tarde. Decidí tomar esa ducha y disfrutar del momento.
Narra James
Estaba en el balcón de la casa, esperando a que Ifigenia bajara las escaleras. Estaba nervioso y emocionado, al igual que ella. No sabía qué me estaba pasando con esa chica de 15 años. Me hacía sentir tan bien. Sus besos me llevaban a la luna, y sus ojos, labios y sonrisa eran perfectos.
Ella era mil veces mejor que Hannah. Había terminado con ella el mismo día en que Ifigenia nos vio besándonos. Hannah vino solo para decirme que se había acostado con su mejor amigo y me preguntó si yo la perdonaba. Esa maldita me traicionó, pero no me sentí mal. De hecho, me sentí feliz de terminar con ella. Le dije que se fuera y que todo terminara ahí.
Ahora estaba soltero, pero Ifigenia había ganado mi corazón. Hoy le daría una noche que nunca olvidaría. Aunque nunca antes había hecho el amor con una mujer, solo había tenido sexo, con ella era diferente. Quería hacerle el amor. Sabía que era incorrecto, ya que ella era mi alumna, pero no podía negar que me había enamorado de Ifigenia, mi Ifigenia.
Narra Ifigenia
Salí del baño. La ducha había sido relajante y me sentía muy bien. Ahí estaba, el hermoso vestido rojo de encaje en la cama. Creí que todo era un sueño, pero era real. Todo era tan perfecto, pero las palabras de la nota siempre resonaban en mi cabeza: "esto solo es un juego". Confieso que quería algo más que eso, pero no podía pedir más, ya que él tenía novia.
Me dispuse a cambiarme. Mi ropa interior era de encaje negro, hermosa. James había comprado todo esto para mí y me avergonzaba un poco. Me puse el vestido, que me quedaba perfecto, y los zapatos negros. Me miré en el espejo, peiné mi cabello.
"James ha pensado en todo" pensé.
Había un estuche de maquillaje. No podía creerlo, todo era hermoso. Me maquillé de forma natural y dejé mi cabello suelto. Había aplicado una crema en él.
Me vi en el espejo varias veces y, la verdad, me sentía más hermosa que nunca.
Estaba tan feliz conmigo misma que una lágrima se escapó mientras me miraba. Había pasado por momentos difíciles y había caído en la depresión, pero ese día todo era diferente. Estaba pensando en todo cuando un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos.
Limpié la lágrima y escuché su hermosa voz, que tanto me derretía.
- Princesa, ya baja. La noche es joven y tenemos mucho por hacer - dijo James con ternura.
Salí de la habitación y, justo cuando estaba a punto de bajar las escaleras, él estaba allí, esperando. Llevaba un hermoso traje que lo hacía lucir como todo un príncipe. Su corbata negra combinaba con su pantalón, sus zapatos y su saco. Llevaba una hermosa camisa blanca de botones. Era perfecto.
Mi profesor era perfecto, y lo que sucedería esa noche jamás lo olvidaría.
No quería enamorarme. ¿Por qué de mi profesor? ¿Por qué él? Tenía que descubrirlo. Pero me recordé a mí misma: Basta, Ifigenia. Que pase lo que tenga que pasar.
- Wow, princesa, estás hermosa - dijo James con brillo en sus ojos.
- Gracias, tú tampoco te quedas atrás. Estás muy guapo - respondí con ternura.
- Vamos, princesa. La noche es joven - dijo, tomando mi mano.
Antes de salir, James propuso vendarme los ojos como sorpresa. Acepté emocionada. Sentía que estaba viviendo un sueño con él.
Tomó mi mano y comenzamos a caminar. Me guiaba hasta que nos detuvimos en un punto donde podía sentir el aire rozando mi cuerpo y mis mejillas. Estaba emocionada. Cuando él me quitó la venda de los ojos, abrí los míos lentamente. No podía creer lo que veía. Estábamos en una pequeña playa. Junto al mar, había una mesa para dos, decorada con platos de porcelana y velas rojas
que iluminaban toda la playa. Había un camino de pétalos de rosa que se extendía hacia un destino desconocido, pero estaba ansiosa por descubrirlo.
- ¿Te gusta? - preguntó James nervioso.
- Me encanta. Esto es lo más hermoso que alguien ha hecho por mí - respondí con una sonrisa. - Eres el primero en hacer algo así. Es lo mejor del mundo, James- .
Salté a sus brazos y lo besé apasionadamente. En ese momento, olvidé todo y a todos. Esa noche sería solo para nosotros dos y no permitiría que nada ni nadie lo arruinara. Todo era perfecto y quería que fuera así, al menos por esa noche.
Nuestro beso se volvió más profundo y apasionado, pero James se apartó.
- Nena, si seguimos así, no podrás disfrutar de la cena - dijo con dulzura en su voz.
Lleno de deseo, besó mi cuello.
- Vamos, nena - me tomó de la mano y nos dirigimos a la mesa.
- Siéntate - dijo, sacando la silla para que me sentara.
Asentí y él me dio un beso en la cabeza, acariciando mi cabello, antes de tomar su lugar.
- Bueno, nena, espero que te guste todo esto - dijo sonriendo.
- Estás jugando. Todo es tan perfecto. Gracias - respondí, con una sonrisa. - Es como un cuento de hadas.
- De nada, princesa. Todo es especial cuando estoy contigo. Te mereces esto y mucho más - dijo James con ternura.
Todo era perfecto. Disfrutábamos de una hermosa cena cuando el celular de James comenzó a sonar. En la pantalla, vi el nombre de una tal Hannah.
- ¿Me permites? - dijo James levantándose de la mesa.
Asentí, pero en secreto, lo seguí sin que él me viera. Escuché su conversación con Hannah.
"Todo fue un juego", dijo James.
Esas palabras me dolieron en lo más profundo de mi corazón. Sabía que era verdad. Todo era solo un maldito juego para él, tal como lo había escrito en esa nota.
________________________________________________________
Capítulo 7: Un Cuento de Ensueño
Narra Ifigenia
"Todo fue solo un juego..."
Esas palabras resonaban en mi cabeza, y no quería escuchar más. Salí corriendo, pero mi torpeza hizo que hiciera ruido y James me alcanzó rápidamente, sujetándome de la cintura.
- ¿A dónde vas, nena? No quiero que te vayas - dijo con tristeza en su voz.
- Me voy, te odio. No puedo creer que haya caído en esta mierda, en este juego. Para ti, esto es solo un juego - respondí, sin poder contener las lágrimas que caían por mis mejillas.
- Nena, por favor, no digas eso. Tú no eres un juego, eres mucho más que eso - me dijo mientras me abrazaba. Empecé a llorar en sus brazos, sintiéndome como una niña, y él me consolaba.
- Hermosa, tú no eres un juego. Terminé con Hannah el día en que nos viste besándonos. Ella vino a decirme que se había acostado con su mejor amigo, y fue en ese momento que terminé con ella. Lo que le estaba diciendo era que todo lo que pasó entre nosotros fue un juego - explicó, con lágrimas en sus ojos. - No quiero que te vayas, quiero que te quedes. Quiero estar contigo pase lo que pase.
- No, no, no. ¡Mentira! Estás mintiendo. ¿Quién podría quererme? Mírame, soy fea. ¿Quién podría fijarse en mí? - dije, llorando desconsoladamente.
- Tú eres hermosa, Ifigenia. Eres la única que cree lo contrario - dijo, levantando mi rostro con delicadeza para que nuestras miradas se encontraran. - Te amo - declaró, y lo abracé.
Quiero estar con él, y si él quiere estar conmigo, entonces estaremos juntos. No importa lo que pase, estaremos juntos.
- Por favor, princesa, quédate - suplicó James.
- Sí, James, querido profesor. Quiero estar contigo - le respondí, besándolo.
Nuestro beso se volvió más intenso. Nos detuvimos sin separar nuestros labios. Sentí sus manos acariciando mi cuerpo y no quería que se detuviera. Quería ser suya. Pero de repente, él se detuvo.
- Vamos, nena. Sé que quieres ver a dónde te lleva el camino de rosas - dijo, y tenía razón. Quería descubrir a dónde me llevaría ese camino. Al comienzo del camino, había un cartel que decía:
"En cada pétalo de rosa, guardo un deseo para ti".
Continuamos caminando, y yo sonreía al leer esas palabras.
A mitad del camino, encontramos otro cartel que decía:
"Eres la melodía que siempre he buscado en el silencio".
Estaba a punto de llorar con esas dulces declaraciones. Todo era perfecto. Le susurré al oído y él respondió con un beso.
Al llegar al final, había una gran manta blanca que no dejaba ver qué había al otro lado. En letras rojas, decía:
"Si cruzas esta línea, estás aceptando ser mi compañera de vida. No importa lo que enfrentemos, juntos lo superaremos".
- Tú decides si cruzas la línea, hermosa - dijo, mirándome a los ojos. - ¿Quieres ser mi compañera de vida?
- Sí, sí, sí - respondí emocionada, saltando para luego besar sus labios. No lo soltaría por nada del mundo. Nos besamos, nos acariciamos, y varios gemidos escaparon de mis labios mientras cruzaba la manta. James empezó a acariciar mis muslos, haciendo que los rodeara con sus caderas. Luego, bajó sus besos a mi cuello, y pude ver lo que había allí.
Una cama llena de pétalos de rosa azul, con velas que iluminaban el camino hacia el amor eterno. Mantas rojas cubrían cada centímetro de la cama, creando un santuario de pasión y ternura. Había una nota que decía:
"En este lecho de amor, se escribirá nuestra historia juntos".
No había duda, estaba completamente enamorada, sin límites. Me asustaba un poco, me sentía insegura, pero James era un hombre maravilloso.
Es soltero y dice que aún no ha encontrado a su media naranja. Se ha enamorado varias veces, pero la indicada no ha llegado. Me contó que Hannah le fue infiel, pero una parte de mí tenía miedo de que todo esto fuera solo un juego para él.
Mis pensamientos internos necesitaban salir, y esos besos que me daba hacían que las mariposas en mi estómago despertaran.
- Gatita, eres la dueña de mi corazón - dijo James, besándome.
Sus palabras fueron dulces.
- James, tú robaste el mío desde la primera vez que te vi - respondí sin dejar de besarlo.
- ¿Te gusta la sorpresa, nena? - preguntó James, mordiendo mi oreja.
- Sí, todo es hermoso... James, quiero pedirte algo - dije con dulzura.
- Dime, nena, lo que quieras - respondió, besando mi cuello.
- Quiero que me hagas tuya. Hoy, esta noche, aquí. Quiero que tú seas el primero y el último - le pedí.
- Tus deseos son órdenes - dijo él, con una sonrisa pícara.
Narra James
Mientras abrazaba a Ifigenia, mis pensamientos se agolpaban en mi mente. No podía evitar sentirme afortunado de tenerla en mis brazos, pero también sentía la necesidad de expresar mis sentimientos más profundos.
- ¿Cómo pude ser tan ciego? - me preguntaba a mí mismo. Durante mucho tiempo, había estado buscando a alguien especial, a mi media naranja, y ahora estaba frente a mí. Ifigenia era esa persona, la que había estado esperando sin siquiera saberlo.
La forma en que ella dudaba de su belleza me partía el corazón. Para mí, Ifigenia era la personificación de la belleza interior y exterior. Cada vez que la miraba, me maravillaba de su encanto y su luz única. Quería que ella lo supiera, quería que se viera a sí misma a través de mis ojos.
- Te amo, Ifigenia - susurré en su oído mientras la abrazaba más fuerte. Quería que esas palabras resonaran en su corazón y disiparan todas sus dudas. Quería que supiera que ella era mi princesa, mi todo.
Pero también sentía miedo. Miedo de que ella pudiera pensar que todo esto era demasiado bueno para ser verdad. Miedo de que pudiera creer que era solo un juego para mí. Nada podía estar más lejos de la verdad. Ifigenia era la persona más importante en mi vida, y estaba dispuesto a luchar por ella y protegerla sin importar qué.
Mientras nos besábamos, sentí una conexión profunda y poderosa. Cada caricia, cada gemido compartido, solo fortalecía mi convicción de que estábamos destinados a estar juntos. Quería que ella supiera que no había límites para mi amor, que estaba dispuesto a ir hasta el fin del mundo por ella.
- Te elijo, Ifigenia - pensé mientras nuestros labios se encontraban una vez más. Quería que ella supiera que estaba dispuesto a ser su príncipe, su compañero de vida. Quería que supiera que mi compromiso con ella era inquebrantable.
En ese momento, sentí una profunda gratitud por haber encontrado a alguien tan especial como Ifigenia. Sabía que nuestro camino juntos no sería fácil, pero estaba dispuesto a enfrentar cualquier desafío con ella a mi lado. Nuestro amor era real, profundo y verdadero, y haría todo lo posible para que ella lo sintiera cada día.
Suspiré mientras nos abrazábamos, sintiendo una paz y felicidad que nunca antes había experimentado. Estaba listo para comenzar esta nueva etapa de nuestras vidas juntos, sabiendo que nuestro amor nos llevaría a lugares que nunca habíamos imaginado.
________________________________________________________
Capítulo 8: Noche de Pasión
Narra Ifigenia
- Tus deseos son órdenes - susurró James mientras sus manos se posaban en mi cintura. Mis brazos rodeaban su cuello mientras nos besábamos apasionadamente. Cada beso despertaba un deseo insaciable en mí, quería más, anhelaba entregarme por completo.
- Te deseo, Ifigenia - suspiró, dejando escapar el deseo en su voz.
En ese momento, las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta mientras me perdía en sus caricias. Mis manos se aventuraron debajo de su saco, acariciando su pecho, mientras él exploraba mi cuerpo bajo el vestido. Con sus manos en mi cintura, nos acercábamos más, la pasión ardiendo entre nosotros.
Pero justo cuando James estaba a punto de quitarme el vestido, se detuvo y me miró a los ojos.
- Ifigenia... ¿Estás segura de que quieres hacer esto? ¿Realmente quieres que esto suceda? - preguntó, buscando una confirmación en mi mirada.
Por un momento, me detuve, sus palabras resonaron en mi mente. Me estaba preguntando si realmente quería entregarme a él después de tanto esperar. Pero en lo más profundo de mi ser, sabía que lo deseaba con todo mi ser. No necesitaba decir nada, simplemente volví a besarlo, dejando que mis labios hablasen por mí. A partir de ese momento, no había vuelta atrás.
No encontraba las palabras adecuadas para expresar lo que sentía, así que simplemente asentí con la cabeza, transmitiéndole mi deseo sin palabras.
James me tomó en sus brazos, cargándome con cuidado mientras yo envolvía mis piernas alrededor de su cadera. Con suavidad, me recostó en la cama, besando cada centímetro de mi piel en el camino. Cada caricia era tan delicada que me sentía como una muñeca de porcelana, y con la misma delicadeza sentí su cuerpo caer sobre el mío.
Sus labios comenzaron a explorar los míos, descendiendo lentamente por mi cuello, hasta llegar a mis pechos. Allí se detuvo, suspirando con excitación.
- Cariño... Dime si debo detenerme, de lo contrario, seguiré adelante - murmuró, buscando mi consentimiento.
- No quiero que te detengas - susurré, llena de excitación.
Nos sentamos en la cama y comencé a desabrochar su saco con mis manos temblorosas, liberando su pecho desnudo mientras nuestros labios se encontraban en un beso apasionado. Luego, con delicadeza, desabroché su camisa y la retiré lentamente, revelando su torso desnudo.
Después, nos pusimos de pie y, con suavidad, comencé a desabotonar su pantalón, quitándoselo con lentitud mientras nuestros labios seguían unidos en un beso apasionado. Finalmente, me despojé de mi vestido, dejando que cayera al suelo.
- Eres hermosa, Ifigenia... eres una visión hecha mujer - suspiró, admirando mi desnudez.
Nuestros ojos se encontraron y, con cuidado, me recostó en la cama. Cada beso que me daba era tan delicado que me llenaba de confianza. Sus labios recorrieron mi cuello, bajando por mi pecho hasta llegar a mi ombligo.
- Mmmm, James - gemí su nombre, sintiendo cómo su boca exploraba cada rincón de mi piel. Suaves suspiros escapaban de mis labios mientras él me acariciaba con ternura.
Luego, con un movimiento cuidadoso, giramos y quedé encima de él. Sus labios se encontraban con los míos mientras sus dedos acariciaban mi espalda.
Comenzó a despojarme del sujetador mientras sus labios seguían explorando mi cuerpo. Cuando llegó a la zona debajo de mi ombligo, continuó despojándome de la única prenda que me quedaba.
No pude evitar devolverle el gesto y comencé a besar su cuello, recorriendo su hombro y descendiendo por su pecho. Mis labios exploraron cada centímetro de su cuerpo.
A pesar de todo, James notó mi inseguridad. Era mi primera vez y sentía miedo.
- ¿Estás segura? - suspiró, buscando mi confirmación.
Presioné mi boca contra la suya, transmitiéndole con ese beso que sí, que estaba segura.
Jadeó al ver cómo se despojaba de lo que cubría su cuerpo. Pude admirar cada parte de su cuerpo, fuerte y elegante. Era la personificación de la perfección masculina, una fantasía hecha realidad.
Sus manos descendieron hasta mi vientre, sus caricias encendiendo mi cuerpo. Sentía como si fuera un arqueólogo explorando cada rincón de mi ser.
- Mmmm, James - gemí su nombre, entregándome al placer que me proporcionaba.
- ¿Qué quieres, nena? Dime qué deseas - suspiró, lleno de deseo.
- Hazme tuya, James - grité, dejando que mi voz expresara mis más profundos anhelos.
Comencé a mover mi cadera, pero de repente se detuvo. ¿Por qué parar? La impaciencia se apoderó de mí. Levantó su cuerpo ligeramente, alcanzó la mesita de noche y sacó un envoltorio plateado. Lo rasgó mientras me sonreía y observaba cómo lo usaba.
Temblaba de nerviosismo y James lo notó.
- ¿Quieres que pare? - preguntó, suspirando.
- No - respondí, suspirando.
- ¿Estás segura? - volvió a preguntar.
- Sí - respondí nuevamente.
Nuestros cuerpos se presionaron uno contra el otro, y sentí cómo su miembro se deslizaba en mi zona íntima. Abrí mis piernas para darle paso, sintiendo un cosquilleo en todo mi cuerpo.
- Nena, ¿estás lista? - preguntó con deseo.
- Sí, James, estoy lista - respondí, llena de anticipación.
Comenzó a empujar y un dolor se apoderó de mi cuerpo.
- Aaaaaaaa, James, duele - gemí, sintiendo la incomodidad inicial.
- Tranquila, amor... pronto ese dolor se convertirá en puro placer, te prometo que seré cuidadoso - susurró, abrazándome mientras buscaba aliviar mi malestar.
Me aferré a su espalda y mordí su hombro, lo que provocó un gemido suyo. Con ímpetu, se deslizó dentro de mí, moviéndose con delicadeza para evitar lastimarme. Estuvimos así durante un buen tiempo, entregados el uno al otro, hasta que ambos alcanzamos el clímax. Me acurruqué en su pecho mientras él acariciaba mi cabello.
- Debe ser un cliché total esta posición, yo recostada en tu pecho desnudo, cubiertos por una sábana - dije, sonriendo mientras besaba su pecho y él acariciaba mi cabello.
- Fue hermoso, Ifigenia - dijo, mirándome a los ojos.
Esa expresión fue suficiente, James no necesitó decir nada más.
Deslizó la punta de su dedo por mi piel, dejando la calificación "A+" escrita en ella. Luego, con tono juguetón, dijo:
- Tienes la mejor calificación, Señorita Rodríguez.
Cuando me miró a los ojos, lo besé y luego nos quedamos dormidos abrazados. Sentí una profunda sensación de protección en sus brazos.
Narra James
Mientras la pasión ardía entre nosotros, mis manos se posaban en su cintura, sintiendo la electricidad que emanaba de su cuerpo. Cada beso que compartíamos despertaba en mí un deseo incontrolable, anhelando entregarme por completo a ella.
La miré a los ojos, buscando una confirmación en su mirada. Quería asegurarme de que esto era lo que ella realmente deseaba. No quería presionarla ni hacerla sentir incómoda. Quería que este momento fuera especial para los dos.
Cuando ella volvió a besarme con pasión, supe que había dado su consentimiento sin necesidad de palabras. Sentí una oleada de emoción y gratitud. No podía creer que ella me deseara tanto como yo la deseaba a ella.
La llevé con cuidado hacia la cama, sabiendo que debía tratarla con delicadeza. Cada caricia que le daba era como si estuviera tocando una obra de arte, sintiendo su suavidad y su calidez bajo mis manos.
Mientras nuestros labios se encontraban en un beso apasionado, mi mente se llenaba de pensamientos de amor y devoción hacia ella. Quería hacerla sentir especial, quería que esta noche fuera inolvidable para los dos.
A medida que nuestros cuerpos se desnudaban lentamente, sentí una mezcla de excitación y ternura. Admiré su belleza desnuda, maravillándome de tenerla tan cerca de mí. Era como si estuviera viviendo un sueño hecho realidad.
Cuando me recosté sobre ella, mis labios exploraron cada centímetro de su piel, queriendo memorizar cada detalle de su cuerpo. Quería que se sintiera amada y deseada en cada momento.
A medida que nos entregábamos el uno al otro, sentí una conexión profunda y poderosa. Cada gemido, cada suspiro, era una muestra de la pasión y el amor que compartíamos en ese momento.
Cuando finalmente alcanzamos el clímax juntos, sentí una oleada de felicidad y satisfacción. La abracé con fuerza, sintiendo la calidez de su cuerpo contra el mío. Me sentí completo, como si hubiéramos creado algo hermoso y único juntos.
La miré a los ojos, sin necesidad de decir palabras. Nuestros ojos hablaban por sí solos, expresando todo lo que sentíamos en ese momento. Me sentí agradecido y afortunado de tenerla en mi vida, y supe que este era solo el comienzo de algo especial entre nosotros.
- Autor: Reb Liz ( Offline)
- Publicado: 21 de febrero de 2024 a las 09:12
- Comentario del autor sobre el poema: Queridos lectores Es un honor compartir con ustedes esta historia que ha nacido desde lo más profundo de mi corazón. Cada palabra, cada personaje y cada emoción plasmada en estas páginas ha sido creada con amor y dedicación. Espero que al sumergirse en estas letras encuentren momentos de alegría, inspiración y conexión. Mi mayor deseo es que esta historia toque sus corazones y les brinde un escape a un mundo lleno de emociones y posibilidades. Agradezco de todo corazón su apoyo y compañía en este viaje literario. Sin ustedes, mis queridos lectores, estas palabras no tendrían sentido. Espero que disfruten de esta aventura tanto como yo disfruté escribiéndola. Con gratitud.
- Categoría: Amor
- Lecturas: 5
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.