A la viuda negra se la trae floja el concepto que los leones tengan de ella. En la telaraña de una viuda negra no puede quedar atrapado un león, pero una de sus picaduras contiene el veneno suficiente para matar a una manada de leones. Podría picarle a un león cuando este se encontrara durmiendo y esperar escondida en su melena a que el veneno hiciera efecto. Así tendría el suficiente alimento para varios meses sin necesidad de esforzarse lo más mínimo, pero en ese caso atraería la atención de las alimañas, y tarde o temprano terminaría en el estómago de un buitre o una hiena, de modo que prefiere alimentarse sin levantar sospechas, y para ello se emplea a fondo en construir su tela; para no dejar rastro de sus crímenes ni desperdiciar el alimento. Una vez tiene terminada su trampa, puede ponerse a bailar bajo la luna a la espera de que algún coleóptero caiga en el cepo de la muerte, y conforme vayan cayendo, cuando tenga cubiertas sus necesidades nutricionales, envolverá los que le sobren en su indestructible tela (la tela de la viuda negra es más resistente que el material utilizado para fabricar los chalecos antibalas) hasta completar su despensa de sarcófagos de seda.
Si me hubiera tenido que pasar 40 años de mi vida metido en una fábrica o en una oficina frente a la pantalla de un ordenador, de lunes a viernes, a razón de 8 horas diarias, antes de llegar a la edad de jubilación me habrían tenido que sacar en helicóptero con destino al manicomio más cercano, y lo peor de estar en un manicomio no sería socorrer a mi compañero de habitación al quedársele atrapada la cabeza entre los barrotes de la cama, sino saber que fuera del manicomio mis allegados andarían murmurando que me he vuelto loco. Por eso, no me preguntes si en mi trabajo gano mucho o poco (gano lo suficiente como para no tener telarañas en la despensa y aún me sobra para ir amortizando el ataúd). Mejor pregúntame si puedo bailar bajo la luna sin descuidar mis funciones y sin ver por ello menoscabada mi reputación de muchacho formal.
Por otra parte, si mis colegas de la peña "Los moteros del infierno" se enterasen de mi afición por escribir poesía o por escuchar música clásica, no tardarían ni un volantazo en desterrarme al cielo, pasando de largo al verme tirado en una cuneta con el cigüeñal desplumado y mi otra reputación, la de macarra incorregible, siniestrada en paradero desconocido. En este sentido, admiro la indiferencia reputacional de la viuda negra.
- Autor: Joseponce1978 (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 24 de febrero de 2024 a las 10:26
- Categoría: Surrealista
- Lecturas: 13
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