El hámster a concurso

Joseponce1978

Por tercer año consecutivo, por estas fechas mi hija me ha dicho que en el colegio le han puesto la actividad de escribir un cuento para un concurso en el que participan niños de entre segundo y cuarto de primaria de varios centros escolares, y al ganador de dicho certamen se le obsequia con un lote de libros o algo así. Sinceramente, no tengo claro cual es el premio.

La primera vez, la cría vino con la ilusión de ganar el concurso, aunque desde un primer momento yo le di a entender que no estamos aquí para ganar o perder ante nadie, sino para intentar superarnos a nosotros mismos, e intentar hacer las cosas un poco mejor que el día anterior, y en caso de no conseguirlo, lo principal es intentarlo.

En primer lugar, un niño de 7 u 8 años difícilmente sea capaz de crear un texto medianamente aceptable en cuanto a sintaxis u ortografía, porque a esas edades aún están aprendiendo las normas gramáticales y puliendo la caligrafía, no habiendo alcanzsdo todavía la suficiente habilidad para estructurar las oraciones de manera correcta. No digo que no haya algún niño en esa etapa en disposición de escribir un relato con un mínimo de consistencia, pero en la mayoría de los casos, somos los padres quienes les damos la idea y terminamos corrigiéndoles los textos, y al final este tipo de concursos sirven más para elevar el ego de los padres que para fomentar la escritura en los niños.

El hecho de no ser partidario de este tipo de concursos no implica crítica al colegio de mi hija, con el cual estoy sumamente satisfecho porque desde el personal de secretaría hasta el mismo profesosado, me parecen grandes profesionales muy implicados en su labor. Los conocimientos académicos de mi hija son mucho mayores que los que yo tenía a su edad, incluyendo su caligrafía o su agilidad a la hora de hacer cálculos mentales, y aunque la mayoría de ellos los ha adquirido en el propio colegio, intento complementarlos ayudándole a hacer las tareas que le mandan para casa. Para mí, que nunca me han gustado los números, incluso ponerme a hacer deberes de matemáticas con ella, resulta una actividad fascinante, al ser partícipe de su progreso educativo y verla ganándole terreno al conocimiento. Mi trabajo me lo permite al disponer de tiempo libre para ello y no voy a dejar pasar la oportunidad mientras pueda. El día de mañana, ella estudiara o no estudiará, según le interese, pero quiero que tenga una base sólida ante la opción de emprender cualquier reto formativo.

En este sentido, se me antoja más positivo para ellos ir potenciando su capacidad imaginativa o sus destrezas a la hora de comprender lo que leen. Por eso mismo, cuando la cría me viene diciendo que le han mandado algún trabajo como el del cuento, siempre le propongo alguna idea para que ella vaya tirando del hilo hasta completar una historia con un mínimo de sentido. En esta ocasión, hemos escrito el cuento del hámster avaricioso, que dice así:

Había una vez un hámster que vivía en una granja, y había hecho una madriguera en una esquina. Era muy avaricioso, y cuando se encontraba algo de trigo en el suelo, lo cogía con sus patas y se lo iba metiendo en los mofletes, como acostumbran a hacer los hámster. Pero en este caso, se llenaba tanto los mofletes que no dejaba nada para los pájaros que se acercaban a buscar algo para picotear.

Un día, se rompió un saco de trigo y cayó un montoncito al suelo. El hámster se dio cuenta enseguidas y corrió hasta el montón de trigo. Empezó a cogerlo con sus patas y a metérselo en los mofletes hasta que no quedó un grano en el suelo. A continuación, se dirigió hacia su madriguera para descsrgar allí su tesoro.

Un pájaro que había posado en un árbol esperando a ver si había quedado algo de trigo, desde su atalaya vio acercarse sigilosamente a un gato con la intención de atrapar al hámster, y advirtió a este del peligro:

- ¡Cuidado, hamster, que viene un gato!

El hámster, alertado por la advertencia del pájaro, corrió a toda velocidad mientras el gato le venía pisando los talones, pero al llegar a la madriguera, no cabía por la puerta por tener los mofletes llenos de trigo. El pájaro, cubriéndose los ojos con las alas para no ver el zarpazo, le gritaba al hámster que escupiera el trigo, pero el hámster, apresado por la avaricia, se resistía a soltar su botín:

- ¡Que no lo fuelto, que el frigo es mío! -Le respondía el hámster al pájaro como podía con la boca llena, pero su avaricia se imponía a su percepción del riesgo que corría su propia vida.

Esta fábula termina mal y el gato finalmente atrapó al hámster, aunque el resto de los animales de la granja aprendieron la lección.

  • Autor: Joseponce1978 (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 5 de marzo de 2024 a las 15:45
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 8
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