EL AMANECER

Blas Roa

EL AMANECER

(Pasajes- parte 3)



Necesitaba guardar el libro en un lugar diferente, en un espacio donde el tiempo y la soledad pudieran mantenerlo cerrado y discreto al mundo con sus letras acostadas y planas. No hubo resultado en la búsqueda que le pudiera dar el aliciente tranquilizador de un resguardo confiable y se lo llevó a su cartera como un rehén. "No te lo devuelvo hasta verte de nuevo" Era quizá un acto terrorista o en el peor de los casos una declaración de amor.



Recuerdo haber perdido el rugido de mi voz en un sueño bastante ocurrente. Alguien con algo de tacto podría comprobar mis palabras, pues en los sueños las paredes no se deciden en el color que llevan y todo parece que lo puedes atravesar con las manos, y los objetos se derriten eternamente sin perder su forma, y un instante estamos aquí y en menos de nada estamos allá y luego volvemos aquí. Pues en ese sueño amenazante recuerdo haber perdido la capacidad de hablar, de escuchar, de sentir tranquilidad porque todo carecía de sentido. Era un testigo que comenzaba a ser parte del crimen.

Un hombre envuelto en mantas cobraba vida. Mi mente lo estaba creando sin darme cuenta que dentro del sueño seguía durmiendo. El sujeto toma forma y ya empiezo a reconocerlo y por un momento estuve a punto de llorar... pero no era el momento. Se trataba de mi, un poco más joven , con ese garbo tan simpático que desprendía en tiempos muy honestos. Le sujeté el rostro y ahí fue cuando comencé a llorar, el momento había llegado, pues no solo era ese adolescente febril quien surgía del marasmo blanco del pasado, sino que le seguían sus versiones más jóvenes hasta llegar a la de un niño de cinco años que nada tenía que ver con ese hombre que lo estaba soñando para que ese niño desde su sueño primitivo soñara al hombre que iba a ser cuando fuera grande, y que ahora lo tenía al frente y no se parecía en nada a su proyección facultada. los he decepcionado.

Me impresionó aquella mirada inocente de esas versiones. Me miraban con lástima y no me sorprende porque siempre me he visto con lástima; muy mal de mi parte. Ellos al unísono dijeron algo que no olvidaré jamás: Falta mucho por hacer, lo vas a lograr. quise jugar con ellos, mimarlos, que no se fueran nunca, que no me dejaran ahí, solo, durmiendo y soñando que sueño a esas versiones que alguna vez fueron felices. Pero el momento de la verdad había llegado, y tuve que abandonar ese salón cristalino que era mi corazón diamantado. Salí por una ventana sin dejar de verlos, con lágrimas en mis ojos, diciéndoles "mañana ¿a la misma hora?" y ninguno hizo un gesto. Una soga invisible me llevaba de regreso a donde aun dormía soñando que soñaba y tuve que amoldarme para ingresar en la misma postura en que yacía mi cuerpo.



Finalmente desperté y apenas podía ver, pues mis ojos estaban ahogados de llanto. Solo ha sido un sueño. sí, ha sido eso. ¿Será que los volveré a ver? En este punto no lo sé. Me gustaría coquetear con mi pasado y darle el mimo que tanto se merecía. Pues no sé , ¿qué opinas?




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Ella no dijo nada. Escuchó atenta aquél concierto de autocompasión que le quemaba las arterías. No lo odiaba lo suficiente como para alterarse por una respuesta que batía sus alas al frenesí de un pestañeo. El amor se le había acabado y lo encontró deforme, abstraído, desértico. Alguna vez le dio todo el amor que alguien puede ofrecer y en la misma medida se lo quitó. Harta de estar harta, su garganta se abrió y ya no pudo entonar ese silencio intermitente que nunca existió. Ahora sus pechos era los pechos de todos, su ser era el de todos, y todo era siempre para sí misma: Una isla hermosa en la que ninguna barca podía encallar. Abrió su pecho en canal frondoso para que pudiera navegar ese barquito de papel que era el apego para besarle la frente a su acompañante vencido.

Ya no sentía nada. Ya no había amanecer.



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-Opino que es un bonito sueño. toma, acá está tu libro, como lo prometí. mira, Ya no queda nadie aquí en Pasajes... Y bueno ¿a dónde vamos ahora?



Dejaron el lugar y se hundieron en la madrugada fría y prepotente. La suerte los había desechado para siempre y ambos contrajeron el malestar del amor que venía con un mendrugo de pan bajo el brazo. Desaparecieron para siempre.



Blas Roa

08/03/2024





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  • Autor: Blas Roa (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 8 de marzo de 2024 a las 05:35
  • Categoría: Reflexión
  • Lecturas: 8
  • Usuarios favoritos de este poema: Melissa 94
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