LOS DOS HERMANOS.

-Dicen que esta casa está maldita...-

comentaba José a su hermano stiven con la voz entrecortada.

De todos modos José era conocido por hacer bromas de mal gusto y salir con disparatadas cuando la gente menos se lo esperaba.

Al siguiente día volvieron a esa casa por temas de trabajo y sin dudarlo un poco, aquel recuerdo de que esa casa estaba maldita no se hizo esperar entre la memoria de ambos hermanos, y como cosa que el destino quiere, José volvió a repetirlo  con el mismo tono de voz de la vez pasada.

- ¿Y por qué dice eso? ¿Quién le contó esa bobada?¿El espíritu de mi abuelita, o el de la señora esa de la que cuentan que se murió en esta casa cuando intentaba parir un pelaito?-Preguntaba Jacinto entre gestos burlescos y confundidos.

- ¿Es que usted no ha escuchado lo que las personas murmuran? Doña Ruquelia cuenta que hay noches en que los fantasmas de las gentes que vivieron antiguamente entre estas paredes, se enfurecen  cuando alguien intenta abrir esas viejas puertas que aún en pie se conservan-.

-A mí, por ejemplo, me sucedió que, en una ocasión cuando llegué solo a esta casa, decidí tomar el morral de la comida para guardarlo en la vieja cocina, y puedo jurar que cuando regresé nuevamente por el almuerzo, efectivamente el morral estaba donde lo había colocado, pero en cambio, el arroz y las lentejas estaban todas esparcidas sobre el suelo y formaban entre si, una figura similar al rostro de una anciana que hace dos  noches logré reconocer entre unos álbumes antiguos que conserva nuestro pá junto a esos libros viejos que dice que eran de sus abuelos.

De todos modos, stiven no creyó en ninguna historia de parte de su hermano, o al menos, eso quiso hacerle crecer. La verdad del asunto es que ese día, como era previsto, tomaron sus herramientas campesinas, se fueron a trabajar y no se percibió mayor cosa en todo el día, tan solo los mismos pasos de costumbre.

Chávarro.C