UNA VEZ, ELLA ME INTIMIDÓ CON SUS PREGUNTAS, de Miguel Oscar Menassa

Editorial Grupo Cero

Una vez, ella me intimidó con sus preguntas:
¿Has tenido alguna vez pasiones verdaderas?
¿Alguna mujer, una idea, algún vicio, el poema?
Quedé como tocado por la nieve, helado.
Venirme a preguntar, precisamente, a mí,
si alguna vez, apasionadamente, entregué mi canto
a la mujer amada o a mis vicios secretos
y sorprendido me pregunté ¿Y ella me lo pregunta?
Ella, que transformó en virtud todos mis vicios
y se quedó a mi lado y, libre, amó todo mi amor.
Pero se fue poniendo triste de sí misma
triste de gozar de la vida y comenzó a sufrir.
Y nada le alcanzaba para seguir sufriendo.
Se ataba a los postes telefónicos,
para escuchar todas las conversaciones
y se metía en la vida de todo el mundo
pero ¡oh! singular mujer, ella,
no estaba en el mundo.
Y se engañaba a sí misma todo el tiempo,
se miraba en el espejo y se decía:
Soy una mujer, y se engañaba a sí misma,
cuando decía: soy una mujer independiente.
Y cuando se daba cuenta hasta con dolor
que no era ella misma la mujer de sus sueños
y que, ella misma, no era para nada independiente
dijo con pasión: Así es la vida, siempre nos engaña.
Hubo mujeres a mi lado
por decir algo, dije,
a quienes les bastaba
que yo tuviera sexualidad,
yo vivía y ellas se conformaban
mirándome vivir.
Esos días, cuando jugábamos a existir
terminábamos destrozados, sin fe
gritándole a la luna nuestro fracaso:
Existir no es posible, ni siquiera jugando.
Soy este trozo oculto para mí,
me decía ella llorando arrebatada
y tú no existes
a menos que esta mujer que soy
lo quiera.
Y el sol existe porque nos da vida
y de tanto nombrarlo lo hemos hecho posible
y nuestro amor, ¿qué sería nuestro amor
sin el beso o la frase de mañana,
que lo irán produciendo?
A mí no me gustaba filosofar,
yo era un hombre concreto
hecho de cal, de arena, de cemento
por eso que, cuando ella hablaba
tratando de eludir en el hablar
el compromiso de poder hacerlo,
yo la amaba por ese desparpajo,
por esa insolencia casi ingenua.
Hablaba del mundo como si ella
no estuviera en el mundo.
A mí me maravillaba su cordura,
su indiferencia, su disociación.
Hablaba de los hombres de las otras mujeres
como si ella fuera extraterrestre o divina
y a mí, hoy quiero confesarlo totalmente,
me enamoraba de ella esa pasión de soledad. 

 

(Del libro La Mujer y Yo, Ed. Grupo Cero)

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