MI NIÑO Y SU CABALLO

Carlos Justino Caballero

 

Miramos el caballo, que pastaba entre los yuyos.

Sus ojos niños brillaron frente al tobiano colorado

y también los míos, frente al niño embelesado.

Y entonces, la ilusión y ese caballo fueron suyos.

Despacio se acercó feliz al tobiano, que, confiado,

se entregó a las caricias suaves de su dueño,

quien revivió algún fugaz y hermoso sueño

de tener su corcel de pelaje lustroso y manchado.

Montaba siempre seguro, alegre y despejado el ceño,

crecía en edad y aumentaba su fuerza y su destreza,

ganaba el caballo criollo en estampa y en belleza,

formando ambos un retazo del paisaje lugareño.

Dócil ante el hechizo del niño y su firmeza

sobre los cerros galopando al viento parecía alado,

siempre por la viril y plástica figura acompañado

en bella y sutil simbiosis que encanta y embelesa.

Feliz seguía yo la relación del crío y su montado.

Ensillaba ducho y cuidadoso, siguiendo mis consejos

le ponía recado y freno (yo observaba desde lejos)

y partía al trote, como jinete diestro y avezado.

Más dejadme volver ya. Contaba de tiempos viejos,

cuando quería hacer un hombre bueno y con señorío

del niño, pues era el niño del que hablaba niño mío

muchacho ahora que ya esos tiempos están lejos.

Y les aseguro que le ayudó el tobiano colorado

a aprender cosas propias de un varón completo,

hombre paciente, decidido, con valor y con respeto.

Por eso recordé al caballo y a este hijo amado.

 

a Carlos María 

 

 

 

De mi libro “Del ser de mi existencia”. 2018 ISBN 978-987-4004-71-0

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