Pido perdón por esta copla...

Pido perdón por esta copla,

no suelo pecar, no soy víctima.

Espero de quien escucha,

una muestra de empatía.

Fui mozo, uno entre tantos,

que creyó en amor sin malicia.

Soñaba, cual ave enjaulada,

con surcar los cielos algún día.

Despertó en mi alma adolescente,

el primer amor por la poesía.

Leí a Neruda, a Bécquer, a Darío,

me embriagaron Lorca, Jiménez, Alfonsina.

Conocí el hechizo de sus versos,

que inspiraron mis propias líneas.

Se las di a una moza, estrella bella,

que, desde niño, fue mi alegría.

Era dulce, como miel en panal,

su sonrisa, la noche iluminaba.

Era pura, como el manantial,

su perfume, a las flores imitaba.

Al leer mis humildes versos,

pude ver que ella se reía.

Y ante el canto de su risa,

Se inclinaba el alma mía.

Pero el destino es a veces cruel,

para quien escribe con destreza.

Los versos más hermosos nacen,

de un corazón lleno de tristeza

Se llevaron mis sueños escritos,

como hojas que arrastra el río.

Y en su corriente se deslizan,

hacia un mar de olvido, frío.

Mas no todo está perdido,

aunque el corazón sufra heridas.

El poeta encuentra en su pena,

la fuente de su arte, su vida.

Así que toma esta pluma,

que aún guarda esperanza viva.

Escribe con ella tu destino,

y que tu alma resplandezca y brilla.

No hay verso más sincero,

que aquel que del dolor procede.

Y en cada palabra que emerge,

un corazón congelado se enciende.

Sigue adelante, valiente trovador,

cada estrofa es un nuevo amanecer.

Y en la oscuridad de la noche,

tu poesía es la luz que nos hace crecer.