Del libro Cuando florecen los girasoles por Francisco Pérez Bueno

Francisco Pérez Bueno

LXXXIX

De estilo... tus pétalos hermosos,

fragancia, de esas flores tan bellas.

Regala, romanticismo en ellas...

¡tan diferentes y tan amorosos!

Soñar con tener una rosa carmesí

en el interior de mi jardín ideal,

aunque requiera... cuidado sideral,

en maceta... rosa de pitiminí.

Son las ramas de tu rosal, un zarzal

y Rosa… el nombre de tu bella flor,

verde impetuoso es tu ramal.

No se puede decir, que es casual,

el que desprenda tanto y tan gran amor,

y de espina brote el dolor celestial.

 

XC

Perennes, son tus alargadas hojas,

verde como la oliva al salir el sol,

seis pétalos de espectacular rol

ahí, en los tulipanes, te alojas.

De una hermosa variedad de colores,

con un significado muy especial.

Gracias a su color ornamental,

llena de afecto, pasión y de amores.

Cuando el rojo todo lo ocupa.

La honestidad y la fortaleza,

del rosa con sincero amor te aúpa.

El amarillo da energía y amistad.

Blanco es el color de la pureza

de la paz, la alegría y la bondad.

 

XCI

¡Recuerdo…! ¿cómo te pude amar tanto?

Mi cuerpo, solo fue cuerpo, para ti.

Fuiste la princesa de mi quebranto

y de todo… me olvidé con frenesí.

Dejé llanos caminos de asfalto,

por coger empedrados de veredas.

Olvidé soñar con las arboledas.

sentir mis latidos, su sobresalto.

Y fueron sufrimientos en mi alma,

una copa, de desilusiones llena.

Hoy… quiero reconstruir con calma.

Mi vida, de aquel recuerdo ajena,

fuerte, esbelta como verde palma...

mucho antes de conocer la arena.

XCII

En mis manos torpes, llevo un clavel,

de tus labios grana... una sonrisa,

en tus ojos... una suave brisa

recorre mi alma, bajo aquel vergel.

Solo del silencio los bocetos,

bajo aquel cielo de estrellas,

y sentir las caricias de doncellas,

de lo oculto de la noche... ¡secretos!

Por donde pasean nuestras mentes,

de tu cuerpo llameante… y del mío,

sobre aquellas sendas incandescentes.

Hasta dónde poner, nuestro desafío,

de lo que está prohibido... lo siguiente,

corazones fuertes y lleno de brío.

XCIII

Veo tus ojos llorar como almazara

y que brillan como las estrellas.

Fluyen lágrimas, surtidores de ellas,

van recorriendo tu sedosa cara.

Mi alma, se encoge y se estrecha

cuando contemplo tan cruel visión,

igual que cuando el frio acecha,

a la lluvia que cae, sin dar opción.

Qué te hizo llegar... a llorar

qué ocasión se pudo pintar tan negra

y romper la belleza de tu mirar.

Ya ves, yo que me creo ser fuerte

y tal vez, por los años... lo sea,

te veo llorar y lloro... por mi suerte.

 

XCIV

Manos entrelazadas, con inquietud,

estrechas veredas de campesinos,

junto a férreos raíles, los caminos

en el vibrar de nuestra juventud.

Primavera, la luz llena de luz,

invade los contornos del sendero

por donde el tren… el apeadero,

reflejo de los sueños y al trasluz.

Una flor blanca entre los espinos

de una vía quieta, pero con virtud

del tiempo, que nos hace inquilinos.

Mis pasos, alcanzaron tus pasos,

mi cuerpo, creyó en tu gratitud.

Mis sueños... de ti, fueron fracasos.

 

XCV

Nuestras iniciales, he escrito

en la superficie de la playa.

Como un cartel en el atalaya

y como si fuese un delito.

Ya el mar con sus olas la borró.

Quería saber de ti… y conocer

todo cuanto ellas… me pudieran traer

entre sus espumas... y en la arena quedó.

Señal que junto a la orilla,

de tu nombre... solo pude retener

de las agitadas olas... la arenilla.

Será mejor y más viable contener,

la primera, de tu nombre chiquilla,

olor de la sal... que olvidé querer.

 

 

  • Autor: Francisco Pérez Bueno (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 28 de marzo de 2024 a las 08:47
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 7
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