Mi cristo es de carne y hueso.
Él no reina en ningún trono
ni me mira desde el cielo;
no está en un altar de oro,
ni clavado en un madero.
Y no le cubren el rostro ningún manto, ningún velo;
no se oculta, él da la cara. Sufre y llora
y su alma se desgarra
observando en una esquina a quien llaman “pecadora”.
Mi cristo es de carne y hueso;
no de mármol, ni madera;
él nunca le pone precio a la salvación eterna.
No le mueven las limosnas,
ni los cantos, ni los rezos.
No le duele ni el costado ni la corona de espinas;
lo que le duele y lastima
es ver que le han convertido
en un rito, en un objeto,
en el perfecto pretexto del temor y la vergüenza,
en la división eterna entre lo malo y lo bueno.
Mi cristo es de carne y hueso;
él me escucha con paciencia
y respeta mi silencio.
No me juzga, ni condena, ni pide golpes de pecho,
ni diezmos, ni penitencias.
Yo le amo y le respeto
no por rancias tradiciones, ni por temor al infierno.
Él habita en mi interior, yo le contemplo en mi espejo
y refleja su mirada en algún niño travieso,
una madre o en un hermano,
un anciano, algún enfermo.
Y las flores y la lluvia me repiten su palabra.
Y su ley es el perdón y el amor es su enseñanza;
y vive en mi corazón
a imagen y semejanza.
Es testigo de la fe y el cariño que le expreso
porque él, al igual que yo,
¡también es de carne y hueso!
- Autor: Josephine Barrett (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 28 de marzo de 2024 a las 14:28
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 9
- Usuarios favoritos de este poema: Ed-win
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.