XCVI
La lluvia calima, se ha detenido,
en el color de los cristales. Abierta
en mi patio, la cancela de la puerta.
Miraba a los gorriones... escondido.
Veía, sobre el tejado de azotea,
picotear, con sus pequeños picos,
sacuden sus plumas en abanicos.
En su alegre mirar, la inquieta tarea.
Sus pequeños que sus alimentos,
a volar, boceras de “gorripatos”
piden, sus más preciados sustentos.
En el borde del nidal, candidatos
otean sin piar y ventean atentos,
la salida del sol, como novatos.
XCVII
Con toda certeza hemos cruzado la vía,
caminamos entre las piedras del camino.
En lo alto arde el sol cristalino,
en los eucaliptos su sombra lucía.
Sin comodidad, censura, ni control,
tendimos en el suelo, sobre las secas,
mullidas hojas, alfombras de muñecas.
Solo nuestros cuerpos, superan al sol.
Con dulzura en el cuello, te he besado,
te has estremecido y como girasol
con tus labios… mis labios has buscado,
Siento tu respirar profundo, crisol
que brilla en tu rostro inundado
de luz... de música en tono bemol.
XCIII
Como hierba que crece junto al río,
con sus pasos y compás acertado,
del que sopla con dulzura a tu lado.
Bálsamo que llega con poderío.
Luz, que envuelve tu imagen, con su luz.
Las amapolas de un rojo intenso
y el verde de sus hojas, indefenso
donde los juncos bailan al contraluz.
Tu sombra ya no es sombra, es luz,
armonía, del aire, que suspenso
lleva el manto hermoso de la cruz.
Sobre tus pasos, arte y trapío,
bailan con entusiasmo y enjoyado
de flores, suspiran por tu graderío.
XCIX
Bajo el manto de la noche estrellada,
respirando el aire de la pleamar;
mi barca navega y juega a encallar
y achica olas, de arena salada.
Caminando con mis pies descalzos,
sobre la blanca espuma, en la arena,
prisionero de su aroma… ¡cadena!
parece flotar, sitiarme con lazos.
De espuma blanca y olor a sal.
Pisadas, huellas que se han de borrar,
bálsamo de los pétalos del rosal.
En mis manos, espinas de sirena,
va regalando bordones de plata.
Alma... del blanco de espumas llena.
C
He escuchado del viento, el silbido,
y el repiquetear como puñales,
de una lluvia sobre los cristales
transparentes de tu balcón florido.
La mirada de mis ojos inocentes
por el ansiado encuentro e inquietos
en tu dulce escondida de bocetos...
pintadas... tras los cristales valientes.
Donde la blanca luz del sol enreda,
el albeado lustre de tu belleza
e inunda tu aposento de seda.
Con el verde primavera de alteza,
donde destaca el blanco y queda...
geranios... que rompen la tibieza.
- Autor: Francisco Pérez Bueno (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 1 de abril de 2024 a las 09:40
- Categoría: Amor
- Lecturas: 2
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