Todos miraban cómo la grúa subía los materiales de construcción a un segundo piso, algo impresionados, porque no es un hecho que ocurra todos los días. Abajo, un hombre sobre el camión sujetaba una cuerda atada a los materiales y manipulaba la rotación para que entraran de manera adecuada por el balcón.
No había gritos, como los suele haber en las obras a veces; había un silencio de concentración absoluta. Al fin y al cabo, siempre estamos hablando de pérdidas de dinero. Cuando algo se rompe, no lloramos porque ese algo se haya roto, sino por el dinero que gastamos para comprarlo. Luego, quizá, viene el llanto de aprecio hacia ese algo.
Arriba, dos hombres de brazos cruzados aguardaban el final del lento proceso. No había mucho qué hacer mientras los materiales estuvieran a más o menos cinco metros de distancia del balcón. Lo único que se podía hacer era mirar, ayudar con los ojos.
La gente, cuando observa este tipo de cosas, siempre piensa en el peor escenario, como si desearan que ocurriera un accidente. En el fondo no quieren que suceda, pero siempre tendemos a pensar en lo peor primero.
¿Y si revienta la cuerda y cae todo sobre el hombre que está abajo, aplastándolo?
¿Y si de repente el viento empuja los materiales y todo se va al carajo contra una ventana?
Sin contar que luego una multitud se reuniría a discutir sobre cómo debió haberse hecho todo el trabajo para evitar que tales fatalidades sucedieran.
Es sabido que la gente siempre tiene mejores observaciones después de que algo pasa, nunca antes ni mientras ocurre.
—Felicio Flores
- Autor: Felicio Flores (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 16 de abril de 2024 a las 14:30
- Comentario del autor sobre el poema: Gracias por leer.
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 7
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez
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