¡Oh cuán lejos de ti, Cristo, me siento!
Aquí encallé. . . Mi embarcación se hunde.
Vivo de cara y a merced del viento,
y, en el cieno, mi barro se confunde.
Pero sé –¡bien lo sé!– que me has salvado;
que tu cruz roturó toda mi senda;
que hay siempre un cauce que a tu mar descienda;
siempre, un rincón, en tu redil sagrado.
¡Oh, cuán altas y hermosas tus hazañas!. . .
Qué limitado el corazón y el arte.
Quién me diera, mi Dios, para alabarte,
¡nieve en la cumbre y fuego en las entrañas!
- Autor: Jorge de Jesús Fuentes Davison (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 16 de abril de 2024 a las 15:32
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 10
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez
Comentarios1
Bonita composición, Jorge de Jesus.
"Pero sé –¡bien lo sé!– que me has salvado;
que tu cruz roturó toda mi senda;
que hay siempre un cauce que a tu mar descienda;
siempre, un rincón, en tu redil sagrado."
Saludos cordiales.
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